Luang Prabang es una casi desconocida ciudad de Laos, en el Sureste asiático, que ha sido elegida en cinco ocasiones, mediante votación popular, como la ciudad ideal del mundo. Es una pequeña y tranquila localidad que combina armónicamente las casas tradicionales de madera con los edificios coloniales franceses en un entorno de frondosa vegetación, rodeada por el río Mekong y salpicada por encantadores templos budistas. Estas son las impresiones de un viaje a tan aclamada como ignorada ciudad.

Vista panorámica de Luang Prabang

Luang Prabang se puede vanagloriar de haber obtenido el prestigioso premio "Wanderlust Reader Travel Awards" como ciudad más hermosa del mundo hasta en cinco ocasiones, durante los años 2010, 2011, 2012, 2015 y 2019. Un premio que se concede mediante votación popular por la revista de viajes británica Warderlust. Además, la Unesco la declaró en 1995, en su conjunto, Patrimonio de la Humanidad por la "excelente fusión" de la arquitectura ancestral de Laos y la colonial europea, construida durante la dominación francesa durante los siglos XIX y XX.

Luang Prabang también es conocida como la ciudad de los templos

LLego a Luang Prabang en un corto vuelo de menos de una hora procedente de Viantián, la capital de Laos. El aeropuerto es nuevo y moderno, y apenas se encuentra a cinco kilómetros del centro urbano. Desde allí al centro de la ciudad la tarifa oficial de un taxi, que debes pagar en la moneda del país, es de 50.000 kips, una cantidad que, a primera vista, te puede asustar pero que, en realidad, apenas suponen cinco euros, por lo que no vale la pena complicarte la vida con autobuses. Laos es un país muy barato para los turistas ya que por un euro te dan casi 10.000 kips, por lo que con solo cambiar 100 euros te conviertes en millonario.

Edificio y vehículo de la etapa colonial francesa

En Luang Prabang hay muy pocos grandes hoteles y menos aún en edificios de nueva planta del centro urbano, lo que ha permitido conservar fielmente la imagen que la ciudad tenía a mediados del pasado siglo, cuando Laos se independizó de Francia en 1949. Afortunadamente salió indemne de los intensos bombardeos de la aviación norteamericana que asolaron a Laos durante una sangrienta guerra civil que se prolongó hasta 1975. La ausencia de grandes hoteles es suplida por la abundancia de los pequeños hoteles en edificios coloniales y en bellas casas de madera restauradas.

El Budismo es la creencia dominante en Laos

Para alojarme elijo el Ancient Hotel, un bonito edificio de madera de teca, muy bien restaurado y habilitado como hotel. Dispone de todas las comodidades, está situado en la zona céntrica con mayor concentración de templos, y dada la reducida dimensión de la ciudad lo tengo todo a mano por lo que no necesito usar medios de transporte. Su precio es de 45 euros por noche con desayuno incluido, una tarifa elevada si se compara con el resto de servicios turísticos del país, pero es la consecuencia de la limitada oferta hotelera en Luang Prabang.

Cuatro escolares de Luang Prabang con su jugo de frutas

Tras unos minutos en el hotel para dejar las cosas y asearme, emprendo la marcha con el único equipaje de la cámara, un plano de la ciudad y 50 euros para cambiar por kips. En una casa de cambio me dan, en total, 492.500 kids, algo más que el cambio oficial en un banco. En los lugares turísticos aceptan también el pago con dólares pero que a nadie se le ocurra cambiar euros por dólares para tal fin porque perderás en la transacción casi un 10 por ciento, en el mejor de los casos, incluso aunque el cambio lo hagas en España.

Monjes junto a una estupa budista

Laos es un país húmedo y muy caluroso en verano, por lo que la mejor época para visitarlo es desde noviembre a febrero. Yo me encuentro en Luang Prabang a finales de noviembre de 2018, 20 años después de mi primera visita este país, cuando aún no hacía ni diez años de su apertura al turismo tras muchos años de total hermetismo. El día está nublado pero con una temperatura muy agradable cuando comienzo mi visita al Wat Xieng Thong, el templo más famoso y monumental de la ciudad, y uno de los pocos en los que hay que pagar entrada: dos euros.

El templo Xieng Tong es uno de los más bonitos de Laos

Los templos budistas de Luang Prabang, llamados wats, son de un estilo propio pero tienen bastantes similitudes con los mucho más conocidos de Tailandia. El wat Xieng Thong o "templo de la ciudad dorada" es uno de los mejores de todo Laos, con cinco siglos de antigüedad, y es uno de los pocos que sobrevivió al saqueo de la ciudad en 1887. Las paredes de algunos de sus pabellones están decoradas con mosaicos de vidrio con distintas representaciones entre las que destaca la del árbol de la vida.

Otro pabellón del templo-monasterio Xien Tong

El wat Xien Thong es un templo monasterio con monjes de todas las edades que se ocupan de todas las funciones para mantener impecable esta joya del arte budista, posiblemente la más visitada de la ciudad. Un joven monje posa amablemente, ante mi reiterada insistencia, en una de las ventanas de la capilla rosa, así llamada por el color de fondo de sus paredes exteriores decorada con bellos mosaicos de vidrio multicolor.

Un monje en la ventana de la capilla rosa de Xieng Tong

El cielo se ha ido cubriendo con negras nubes y cuando salgo de visitar el templo comienza a lloviznar, preludio de una fuerte tromba de agua como es habitual por estos parajes tropicales de densa vegetación. En pocos minutos cae agua a raudales contra lo que poco puede hacer mi paraguas chino comprado en un baratillo, por lo que no tengo otra solución que refugiarme en lo que casi siempre tienes a mano en Luang Prabang, un templo. Apenas media hora después la lluvia amaina y comienzan a abrirse claros por el horizonte. Ha sido la típica tormenta tropical.

El wat o templo Saen es otro de los más destacados

Reemprendo la marcha por la calle principal de Luang Prabang, una larga avenida que recorre todo el centro de la ciudad y en la que se encuentra una parte importante de los atractivos más destacados de la ciudad, incluyendo grandes templos, bellos edificios coloniales, la zona comercial y el gran Palacio Real, ahora habilitado como Museo Nacional. Lo que más me sorprende es que todo el centro de la ciudad está prácticamente igual a cuando lo visité 20 años antes, sin que apenas se note el paso del tiempo, una situación que es la antítesis de lo que ha sucedido en China, donde en estas dos décadas ha sufrido tal transformación que es imposible reconocer la inmensa mayoría de sus ciudades. Luang Praban conserva armónicamente su conjunto urbano, con la mayoría de sus edificaciones históricas muy bien restauradas y conservadas y, lo que es también muy importante, con un tráfico muy reducido.

La zona comercial de Luang Prabang con casas coloniales

La visita al Palacio Real es obligada a pesar de que, para mi desazón, no se permiten las fotografías en el interior y son bastante estrictos al respecto. También debes descalzarte. La entrada cuesta alrededor de tres euros. Lo más destacado del palacio-museo es un buda de oro de 50 kilos y el salón del trono. Frente a la antigüedad de muchos templos, el Palacio Real es relativamente reciente ya que data de comienzos del siglo XX, en la etapa colonial francesa. La monarquía fue abolida en Laos en 1975 tras la victoria de las tropas revolucionarias.

El Palacio Real, habilitado como Museo Nacional

El Museo Nacional se encuentra dentro de un recinto que acoge a uno de los templos más llamativos, el wat Ho Pha Bang, o "Templo Real". Empezó a construirlo la familia real en 1963 pero las obras se paralizaron tras el derrocamiento de la monarquía. Finalmente los trabajos se reanudaron a finales del siglo pasado y se completaron en 2006. Destaca por su espectacular cubierta de tres tejados superpuestos, una fachada frontal atiborrada de ornamentos dorados sobre fondo verde y una bonita escalinata flanqueada por dragones.

Templo situado junto al Palacio Real

Cuando salgo del recinto del Palacio Real, a media tarde, un largo tramo de la avenida central está cerrada al tráfico porque ha empezado a instalarse uno de los mercadillos más famosos de Laos, dirigido a los turistas, y que permanece abierto desde las 17 horas hasta pasadas las 10 de la noche. Aquí te encuentras con la mayor variedad de artesanías, algunas de calidad elaboradas en el propio Laos y otras procedentes de Tailandia o China. Como en casi todo este tipo de negocios, es obligado el regateo para conseguir buenos precios.

Las sombrillas artesanales de Laos son bonitas y prácticas

En el mercado nocturno también hay una destacada sección culinaria. Algunos puestos están en la misma avenida pero el sector más amplio y destacado se concentra en un largo pasillo transversal. Allí encuentras pinchos con pescados de río y carne a la brasa, así como distintas variedades de comida similar a la china. La limpieza de los puestos y el buen estado de los alimentos, con el pescado fresquísimo, disipa cualquier remilgo. Un pescado a la plancha, un plato de verduras y un botellón de cerveza te sale por menos de 5 euros en las mesitas que cada puesto tiene adjuntas.

Un puesto de comida con pescados y carnes a la brasa

En lo que más precaución hay que tener es en los riquísimos licuados de frutas tropicales, en los que debes exigir que te lo preparen a la vista con agua mineral, ya que en la mayoría de los puestos los hacen en la batidora con la fruta añadiendo agua del grifo. Yo aporto mi propia botella de agua mineral como garantía para que me hagan el licuado.

Muchos de los alimentos al estilo chino en Luang Prabang

Al día siguiente me toca madrugar de lo lindo ya que quiero ser testigo de una de las ceremonias más famosas y ancestrales de los países budistas y que en Luang Prabang tiene un esplendor especial dada la alta concentración de templos. Se trata de la ceremonia de entrega de ofrendas, en la que los monjes budistas, ataviados con sus ropajes de color azafrán, recorren perfectamente alineados las calles céntricas de la ciudad con sus boles para obtener de los vecinos los alimentos, fundamentalmente arroz, para la comida del día. Son las 5 de la madrugada, noche cerrada, cuando llego a la zona de templos. A partir de las 5,30, en la avenida principal, a la altura del templo Sensoukharam, comienza el movimiento, con la llegada de los primeros monjes y unos minutos después emprenden la marcha en fila india. Me llama la atención la juventud de muchos de ellos, de entre 10 y 15 años, y que todos marchan descalzos.

Monjes budistas al inicio de la petición de ofrendas

La ceremonia de entrega de ofrendas es tan popular y auténtica que son muchos los turistas que acuden a la misma a pesar de tan intempestivas horas. Los lugareños, sentados en las aceras, depositan su aportación de alimentos, generalmente arroz, en los cuencos de los monjes. El recorrido por la avenida principal es de unos 500 metros, que es el fundamental ya que luego los monjes giran por calles menores y se van dispersando. La ceremonia dura apenas media hora por lo que concluye incluso antes de que aparezcan los primeros rayos del sol.

Clarea en día cuando la ceremonia se aproxima a su fin

Para este segundo día voy a seguir visitando los templos más destacados y también me he programado la subida al monte Phousi, una colina situada en pleno centro de Luang Prabang, desde cuya cima se obtienen vistas esplendidas de la ciudad y su entorno. El ascenso al monte tiene dos caminos, uno de los cuales arranca exactamente frente al Palacio Real. Desde aquí hay que superar 320 escalones, una subida algo dura en horas punta, cuando el sol y el calor aprietan, por lo que lo mejor es hacerla a primera o, mejor, a última hora del día, aprovechando así las bellas vistas de la puesta de sol. Así lo hago y emprendo la subida sobre las 5 de la tarde. A mitad de recorrido me encuentro un templo budista en el que destaca un buda reclinado de grandes dimensiones. Ya en la cima hay una pagoda dorada. Alrededor de ella se ha construido una especie de tribuna-escalinata desde la que se obtienen buenas vistas, razón por la cual está casi abarrotada. Como no me gustan las multitudes recorro el entorno y encuentro otros lugares con buenas vistas en la cima que están casi vacíos.

Vista de Luang Prabang desde la colina Phousi

Desde la cumbre se aprecia en toda su magnitud el encantador escenario de Luang Prabang, rodeada por el río Mekong por un lado, por uno de sus afluentes por otro, frondosas arboledas por los cuatro puntos cardinales, viviendas dispersas y solo una pequeña aglomeración urbana en el centro de la ciudad, salpicada por las techumbres de los templos y el dorado refulgir de sus pagodas. Como telón de fondo las altas montañas tapizadas de árboles hasta la cima. Una imagen idílica que explica su elección como la ciudad ideal.

Casas salpicadas de arbolado y poco tráfico en una calle céntrica

El tercer día decido ir a visitar las cuevas de Pak Ou o "Cueva de los Budas", así llamadas por que en su interior se acumulan miles de figuras de Buda de todos los tamaños, en su mayoría pequeñas, fruto de la aportación de los lugareños a lo largo de los siglos. Se encuentran a 25 kilómetros de Luang Prabang, en el mismo borde del Mekong, y para mí el principal atractivo de esta visita es el recorrido por el mítico río del sureste asiático, especialmente porque en este tramo discurre por un entorno aislado, apenas poblado, entre aldeas y montañas. También se puede llegar a las cuevas por carretera pero lo desaconsejo ya que te pierdes el mayor incentivo, del recorrido por el río.

Acantilado del Mekong con las cuevas Pak Ou

Llego al embarcadero antes de las 8 de la mañana ya que las salidas de las barcazas hacia las cuevas Pak Ou solo están aseguradas entre las 8 y las 8,30 horas, cuando hay suficientes pasajeros. Después de esta hora corres el riesgo de que no se cubran las plazas y el barco no salga o tengas que pagar mucho más para compensar los asientos vacíos. Consigo un billete por 75.000 kips, unos 7,5 euros, un precio más que razonable ya que el viaje se prolonga dos horas río arriba para la ida y algo más de una hora para volver. Obviamente siempre tienes la oportunidad de hacer un tour privado a cualquier hora con una agencia de Luang Prabang pero el precio se dispara hasta superar en algunos casos los cien euros. Para entrar a las dos cuevas hay que pagar dos euros.

Imágenes de Buda desde el interior de las cuevas Pak Ou

Lo mejor de las cuevas es su ubicación, en un abrupto acantilado salpicado por las aguas del río. Una de las cuevas está situada casi al nivel del agua. La luz natural penetra y permite contemplar gran parte de la gigantesca cueva y los innumerables budas aunque algunos rincones quedan en penumbra. Para la segunda cueva, mucho menos interesante, hay que subir a la cima del acantilado por una empinada escalera y la luz natural es tan mortecina que precisas de una linterna para contemplarla.

Una ancestral embarcación que todavía navega por el Mekong

Tanto a la ida como a la vuelta tengo la oportunidad de contemplar bellos paisajes, pequeñas aldeas y singulares embarcaciones, algunas de ellas de pescadores que siguen funcionando a base de remos. Al atardecer hago un recorrido por el vial que bordea el Mekong, una especie de paseo fluvial aún en ciernes, con algún tramo ajardinado y miradores sobre el río en los que se han instalado chiringuitos y restaurantes, algunos de ellos muy agradables, aunque algo caros. No obstante, son una excelente opción al anochecer, cuando la brisa del río refresca el entorno. También es un buen lugar para contemplar la puesta de sol.

Puesta de sol sobre el río Mekong

El cuarto día lo he reservado para una de las excursiones más interesantes y cita obligada para todos los que visitan Luang Prabang. Se trata de las cascadas de Kuang Si, situadas a 30 kilómetros de la ciudad. Para llegar hasta allí la mejor opción es el minibús que organizan la agrupación de agencias de turismo, que tiene dos salidas fijas diarias por un precio de unos cuatro euros, a lo que se añade los dos euros de la entrada al parque natural de las cascadas. Yo me apunto a la salida de las 12 del mediodía. Hasta esa hora me dedico a recorrer el mercado de alimentación, situado en una estrecha callejuela paralela a la avenida principal. Me llama especialmente la atención el gran tamaño de algunos de los pescados a la venta procedentes del Mekong, así como la gran variedad de verduras y que en algún puesto de carne ofrezcan hasta pequeñas ardillas muertas.

Las cascadas Kuang Si son una maravilla de la naturaleza

El traslado a las cascadas se alarga prácticamente una hora ya que la carretera es estrecha y con múltiples curvas al discurrir entre montañas. El minibús concede dos horas para recorrer el lugar antes de regresar. Parece un tiempo más que suficiente pero es tal la belleza y la extensión de los distintos escenarios del lugar que al final se me hace corto. El bús me deja en una amplia plaza rodeada por chiringuitos de comida y puestos de venta turísticos. A unos pocos metros se encuentra la taquilla y un arco de entrada a las cascadas de Kuang Si. De allí parte una senda por entre una densa zona arbolada que en unos escasos minutos pasa por delante de un centro de recuperación de osos negros asiáticos, que los puedes contemplar ya que se encuentran en amplios espacios vallados al aire libre. Tras menos de diez minutos de caminata encuentras la primera de las cascadas, que ya fascina por el color azul turquesa de las aguas, que tras golpear bruscamente contra las rocas se amansan en una especie de piscinas naturales comunicantes.

El agua de la cascada, limpia y fresca, invita al baño

El baño está permitido y son muchos los que lo aprovechan, aunque hay que evitar algunos puntos resbaladizos y peligrosos. El agua está tan limpia y fresca que es tentadora pero no voy preparado para el baño. En algunos tramos hay plataformas de madera que permiten cruzar a la otra orilla. La senda sigue ascendiendo bordeando el río, aunque de forma suave, para conectar con otros escenarios bellísimos de múltiples caídas de agua de poca altura. Por último, tras unos 30 minutos aproximadamente de marcha llego a la guinda final, una enorme caída de agua, en forma de múltiple cascada, que se precipita desde lo alto de la montaña y que se aprecia en todo su esplendor desde una pasarela construida sobre el río.

La guinda final es una caída de agua espectacular

Mi última tarde en Luang Prabang la aprovecho para la compra de algún recuerdo y regalos en el mercado nocturno. A la mañana siguiente tengo el vuelo que me trasladará a Bangkok en poco más de una hora. Dejo atrás una ciudad tan encantadora, amable, tranquila y saludable que su elección como ciudad ideal del mundo no me parece exagerada.

Casa colonial francesa frente al Mekong

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO