Se aparean con las hembras en cualquier momento y ocasión, delante de sus crías y de todo el mundo, sin el más mínimo sentido del pudor. Son, además, uno de los monos más vistosos y singulares por su llamativa y desproporcionada nariz, sólo se encuentran en la isla de Borneo y, desgraciadamente, están en peligro de extinción. Este es el relato de cómo llegar hasta ellos y poder contemplarlos en su propio ambiente. Se les conoce como “narigudos” y son, para la recatada mentalidad humana, unos auténticos obscenos.

Los narigudos se aparean en cualquier momento y lugar

Borneo, mayo de 2016. Llego a Sandakán, una ciudad de la provincia malaya de Sabah, situada al norte de la isla de Borneo. Han transcurrido 18 años desde mi primera visita a esta ciudad aunque el objetivo es el mismo: poder contemplar a dos de las especies de primates más relevantes y que sólo pueden ser observadas, prácticamente, en Borneo: los famosos orangutanes y los menos conocidos pero no menos interesantes narigudos.

Los orangutanes se ven en el centro de rehabilitación de Sepilok

Una vez en Borneo hay dos formas de ver a los orangutanes y narigudos. Una de ellas es la de recorrer los lugares de la selva que frecuentan con un guía local y depender de la suerte para poder contemplarlos lo menos alejados posible. La otra es ir a lo seguro y tener la garantía de poder contemplarlos relativamente cerca. Para ello tienes un centro de rehabilitación de orangutanes y un santuario de narigudos. Opto, por razones prácticas e incluso económicas, por la segunda opción, ya que en mi primer viaje hice una larga y cara excusión en un barco por un río en plena selva para ver a los narigudos pero sólo pude divisarlos muy a lo lejos. Los orangutanes es todavía más difícil poder contemplarlos completamente libres en la selva.

Entrada al centro donde se encuentran los orangutanes

Lo primero que programo en Sandakán es la visita a los orangutanes. La cita es en Sepilok, un centro de rehabilitación de estos simios situado a 25 kilómetros de la ciudad. Aunque hay muchas agencias turísticas que programan este tour, la forma más barata de trasladarte es mediante un autobús público que te cobra menos de un euro. Hay cuatro salidas a distintas horas. El precio para entrar es de unos 7 euros pero cuento una anécdota al respecto. Al acercarme a la taquilla me encuentro en el suelo una entrada. Tengo mis dudas de si ha sido ya usada pero decido intentar entrar con ella. Ante mi satisfacción nadie me pone trabas y atravieso los dos controles sin problemas. Deduzco que la entrada la ha podido perder algún guía de un grupo numeroso de turistas y que su pérdida ni siquiera la haya echado en falta.

Un orangután con su cría a la hora de la comida

Sepilok viene funcionando desde 1964 y se dedica a recoger a las crías huérfanas de orangutanes cuyas madres han sido capturadas por furtivos y que de otra forma morirían. En el centro son alimentadas y criadas con la intención de devolverlas a la selva cuando ya son adultos. Hay dos momentos cruciales, las horas de la comida, para poder ver a los entre 60 y 80 orangutanes que tiene el centro habitualmente. En ese momento, de unos 30 minutos, uno por la mañana y otro por la tarde, los cuidadores llevan la comida a unas plataformas entre los árboles donde acuden los monos para alimentarse. Durante mi visita, por la tarde, acuden media docena nada más. Otra posibilidad es acudir a la zona de juegos de los más pequeños, protegida con grandes cristaleras, donde también se pueden contemplar a lo largo de todo el día.

A los orangutanes les gusta balancearse en las alturas

Hay que resaltar que Sepilok es una gran reserva de 43 kilómetros cuadrados donde los orangutanes ya adultos viven en libertad y pueden alimentarse libremente de los árboles frutales existentes, por lo que a la comida en las plataformas sólo acuden aquellos que optan por esta alternativa de comida segura.

A veces parecen trapecistas

Sepilok es posiblemente el punto turístico más importante de Sandakán y se debe a la fama de los orangutanes, una de las especies de simios más inteligentes y pacíficos, así como los arborícolas de mayor tamaño. Borneo y la vecina isla de Sumatra son los dos únicos hábitats de estos primates cuya persecución y caza furtiva ha provocado que se encuentren en grave peligro de extinción. Es más, hay algunas hembras de orangutanes que son capturadas para explotarlas en locales de prostitución. Sí, a mí también me cuesta creerlo cuando me lo cuentan pero me lo ratifica internet, donde leo la liberación de una hembra de orangután que había sido depilada y con los labios pintados para ejercer como prostituta en un antro de una localidad de Borneo, encadenada a un camastro. Una práctica de bestialismo que no es insólita en estas tierras e incluso en zonas de Tailandia.

Algunos orangutanes se acercan a los humanos sin temor

Al día siguiente tengo la cita con otros monos no menos interesantes, los narigudos, también llamados násicos. Para verlos decido acudir al Santuario de monos narigudos de Labuk Bay, situado a 38 kilómetros de Sandakán. En este caso no hay autobús público y la única opción para ir por libre es el autobús de la empresa con dos horarios de salida, por cinco euros.

Monos narigudos en Labuk Bay

Voy con la esperanza de poder ver a estos monos, que sólo existen en Borneo y tan tímidos que son difíciles de contemplar de cerca en libertad, y si no que me lo digan a mí, que en 1998 apenas pude escudriñarlos entre las ramas lejanas de árboles que bordeaban un río en plena selva. Por entonces este santuario aún no había abierto sus puertas.

Macho, hembra y ejemplar joven de narigudos

Nada más llegar me dirijo a una de las tres plataformas habilitadas para contemplarlos ya que se acerca la hora de la comida. A apenas unos metros tengo a varios ejemplares jóvenes, y en el arbolado del entorno cuento casi una veintena que esperan a que el personal del santuario viertan las frutas en unas tarimas de madera. Labuk Bay es un santuario donde los narigudos están completamente libres en una amplia zona de manglares muy cerca de la costa. Su propietario adquirió los terrenos para destinarlos a la industrial del aceite de palma, pero cambió de idea al comprobar que la zona era el hábitat de uno de los pocos rincones en los que sobreviven los narigudos.

El narigudo macho tiene un gran apéndice en la nariz

El propietario hizo tanteos y pruebas con los monos ofreciendo comida cada día a la misma hora y en los mismos lugares, lo que deparó que los narigudos se fueran habituando hasta conseguir que acudieran a la cita todos los días. Así nació este santuario que hoy es un negocio más lucrativo que la producción de aceite de palma. El proyecto ha recibido elogios pero también críticas al considerar que los simios han abandonado toda su actividad de búsqueda y captura de comida por la comodidad de obtenerla sin el más mínimo esfuerzo.

Los monos se acomodan en las tarimas para comer

Lo cierto es que cuando la comida es servida, los monos acuden de todas partes y en muy pocos minutos acaban con todo. Después, poco a poco, se van alejando hasta desaparecer. Así, hasta el próximo turno de comida. Entre tanto, se pueden observar ejemplares de todos los tamaños y edades no sólo comiendo.

Una cría bosteza mientras su familia se alimenta

Algo que también me llama la atención es la gran actividad sexual de estos simpáticos animales, así como la total ausencia de rubor y recato, ya que copulan no solo a la vista de los humanos sino también de su propia prole con la mayor naturalidad del mundo. Lo que para nosotros sería una obscenidad para ellos es un acto lúdico. Al contrario que en otras especies animales, el acto sexual en los narigudos no tiene en la mayoría de los casos una finalidad reproductiva, sino de mero juego, lo que explica que lo practiquen tan a menudo y que la mayoría de los adultos luzcan a la vista de todos su llamativo pene rojo casi permanentemente.

Macho y hembra en plena cópula

Una de estas cópulas entre una pareja de narigudos la contemplo a apenas unos metros de distancia y me llama la atención cuando una cría se acerca al padre y parece preguntarle qué está haciendo con su madre. “Voy a hacerte un hermanito”, me imagino que le responde para salir del paso. Lo cierto es que el acto es un visto y no visto y apenas dura medio minuto. Los narigudos son polígamos y algunos de ellos forman un grupo con su propio harén. Los machos, que son más grandes y corpulentos, hacen honor a su nombre con una protuberancia colgante en la nariz que alcanza los 10 centímetros, mientras que en las hembras es mucho menor.

El hijo parece preguntar al padre qué le hace a la madre

Tras la retirada de los monos la gran mayoría de los visitantes del santuario se trasladan a comer hasta un gran edificio de madera donde se encuentra el restaurante. Yo prefiero quedarme en la plataforma de avistamiento porque casi siempre hay algún narigudo a la vista. Mientras saco alguna foto escucho un leve ruido a mi alrededor y, ante mi sorpresa, descubro que tengo a menos de un metro una pareja de monos de otra especie muy distinta. Me asombra tanto su docilidad como la confianza hacia mí, ya que cuando me vuelvo y los veo, ni se inmutan y se recuestan a mi lado. A esta pareja le siguen otros y en pocos minutos tengo una decena de estos monos de color gris plateado a mi alrededor y, lo más sorprendente es que varios de ellos llevan a sus crías en brazos, de un llamativo color naranja, y tampoco les noto la más mínima actitud de temor.

Langur plateado con su cría de color naranja

Consultando más tarde al personal del centro me dicen que se trata de los langures plateados, unos monos que se distribuyen por todo el sudeste asiático y Borneo. Según me cuentan, estos monos suelen acudir a las instalaciones del santuario varios días a la semana y siempre a mediodía, cuando los narigudos ya se han marchado y los visitantes se encuentran comiendo en el restaurante. Solo tres personas somos testigos de tan grata presencia. Los langures son tan confiados que las otras dos personas, que llevan un equipo fotográfico profesional, tienen tiempo de montar un gran trípode y de ajustar un imponente teleobjetivo para plasmar imágenes de tan agradables simios.

Los langures plateados son extremadamente dóciles

Los langures son tan cariñosos que se dejan acariciar sin ninguna traba. Muy a mi pesar tengo que abandonar esta plataforma y a tan deliciosos acompañantes porque se aproxima la hora para la comida de narigudos en otra plataforma situada a unos cinco kilómetros, por lo que somos trasladados en una furgoneta del santuario. De nuevo aquí se repite la concentración de estos primates en la repisa donde se vierte la comida y en el arbolado del entorno.

Madre langur con su cría de apenas unos días

Termino la visita de Labuk Bay doblemente satisfecho, por haber podido contemplar perfectamente tanto a los narigudos como a los langures. Cuando me dirijo hacia el hotel me aborda un empleado de una agencia de viajes de Sandakán que intenta venderme una excursión en barco para ver a los narigudos por la “módica” cantidad de 150 euros. Le respondo que acabo de verlos en el santuario por 20 euros, y me replica que “no es lo mismo”. Y sí, asiento, no es lo mismo, es “mucho mejor” añado, ya que he podido contemplarlos a apenas a unos metros en un entorno que no tiene nada que ver con un zoo, y en cuanto a la excursión en barco que me intenta vender, ya la hice 18 años atrás y sólo pude distinguir que veía a esta especie de monos gracias a unos potentes prismáticos. Y es que con el santuario los operadores de turismo han perdido una buena fuente de negocios.

Los narigudos de Labuk Bay han perdido su innata timidez

El último día en Sandakán la aprovecho para una visita rápida de esta pequeña ciudad, donde destaca especialmente un templo budista situado en lo alto de una colina, un poblado de palafitos construido sobre el mar y un mercado central situado junto al puerto donde se puede contemplar una gran variedad de apetitoso pescado y marisco fresco.

Los narigudos son unos monos muy vistosos

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO