Imagen de las mujeres de Sigiriya

Con esos cuerpos sinuosos y pechos desnudos exuberantes no encajaba que fueran diosas, ni ninfas celestiales, como inicialmente se dedujo. Esas formas tan sensuales tenían que ser otra cosa y, aunque el misterio todavía no se ha desvelado por completo, todo apunta a que tan bellas damas formaban parte del selecto harén de más de 500 mujeres al servicio del rey en el palacio de Sigiriya.

La gigantesca roca de Sigiriya

Marzo de 2015. 22 años después de mi primer viaje, regreso a Sri Lanka, la antigua Ceilán, para recorrer los puntos más destacados de esta pequeña isla situada en el océano Índico, al sur de la India. El país ha recobrado la paz tras décadas de guerra civil entre la mayoría cingalesa y la minoría tamil del Norte. Si de Sri Lanka sólo se visitara una cosa, la inmensa mayoría seguro que elegiría Sigiriya, una montaña-roca declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982, que llegó a albergar la capital del país y el lugar donde se encuentran los misteriosos y fascinantes frescos de las mujeres con el busto desnudo.

Esta mujer es uno de los frescos mejor conservados

Apenas acaba de amanecer y ya llego a la base de la imponente roca. Mi intención es efectuar el ascenso lo más temprano posible, el mejor momento para aprovechar el fresco matinal y la escasez de visitantes para ascender los 1.200 escalones que me separan de la cumbre. A partir de las 9 de la mañana el calor empieza a ser agobiante a lo que se une la gran afluencia de turistas. En Colombo, la capital del país, he alquilado un coche con conductor para recorrer el país durante diez días a razón de 35 euros diarios, un precio irrisorio ya que incluye la gasolina y el mantenimiento del chófer, que pernocta sin cargo en los mismos hoteles que tengo reservados, en una gentileza arraigada en los hoteles de este país.

Los frescos de Sigiriya han sido un gran enigma durante siglos

Atravieso unos antiquísimos jardines de formas geométricas salpicados de algunos estanques y comienzo el ascenso. Mi primera escala es precisamente los frescos de las mujeres. Se encuentran en una oquedad de la gigantesca roca, circunstancia que ha permitido que hayan sobrevivido 1.600 años. La subida es muy cansina, especialmente en el último tramo a través de una escalera metálica de caracol que se ha construido para poder llegar a un lugar totalmente inaccesible.

Esta oquedad de la roca ha preservado las pinturas

Ya las había visto en mi primer viaje pero sigo flipando al poder contemplarlas de nuevo. Quedan apenas 21 figuras, varias de ellas incompletas y muy deterioradas, pero el espectáculo es fascinante. En una hendidura, sobre la llamada “pared del espejo”, alisada a finales del siglo V para facilitar el trabajo de los artistas, se pintaron estas sinuosas figuras que, gracias a una reciente restauración, muestran todo su colorido y esplendor. Los expertos aseguran que originalmente fue pintada con figuras la totalidad de la roca en lo que sería el mayor mural de todos los tiempos, pero las situadas en el exterior se fueron desdibujando y perdiendo por los efectos atmosféricos a lo largo de los siglos y por el vandalismo, el más reciente de ellos a mediados del pasado siglo, que causó graves daños a algunas figuras. La oquedad en la que se encuentran y el difícil acceso a la misma han conseguido el milagro de la supervivencia de este puñado de mujeres, cuyo significado ha obsesionado a historiadores y arqueólogos.

La Roca del León con las garras en la parte inferior

Aunque todavía hay quienes apuntan que se trata de una especie de ninfas celestiales o damas efectuando ofrendas religiosas, la interpretación con más seguidores rechaza este acento espiritual por el carácter voluptuoso y sensual de las mujeres, muchas de ellas con prominentes pechos y formas ondulantes. Todas ellas sólo son pintadas hasta la cintura y lucen vistosas joyas. En definitiva, se considera que tan hermosas mujeres sólo podían formar parte del harén del rey Kashyapa, el que construyó su palacio sobre la roca de Sigiriya y trasladó la capital hasta este lugar.

Los jardines en la base de la montaña-roca de Sigiriya

Pese a ser budista y no musulmán, este rey llegó a contar con un harén de hasta 500 mujeres, todas ellas seleccionadas por su juventud y belleza, que incluía tanto a las doncellas de la élite social, como a las de las clases menos favorecidas. La verdad es que el monarca no tendría demasiado tiempo para aburrirse. Pese a que se pueda pensar lo contrario, pertenecer al harén era un símbolo de distinción y un certificado de prestigio para futuros matrimonios, ya que su pertenencia al mismo era temporal y sus integrantes se iban renovando constantemente. En las dependencias del harén no había ningún hombre, ni siquiera eunucos. Del control y la vigilancia se ocupaba un ejército de mujeres armadas y con uniformes masculinos.

Vista panorámica desde la cumbre Sigiriya

Tras la contemplación de tan bellos frescos, sigo el ascenso de Sigiriya y en pocos minutos llego a una especie de explanada, a mitad de recorrido, donde se alza la “Roca del León”, así llamada porque en su base se pueden contemplar dos grandes garras de piedra que hay quien considera que formaban parte de una fortaleza en forma de león, cosa que actualmente está descartada. Desde estas garras parte una prolongada escalera, con unos peldaños tallados en la roca y otros en grandes pasarelas colgantes, que en varios zig-zags me llevan hasta la cumbre, a la que llego con la lengua fuera. Sobre la cima quedan restos de grandes construcciones que acogieron a monasterios budistas y al palacio del rey Kashyapa. Desde la cumbre, las vistas del entorno son espectaculares.Los novios con todo su séquito en una boda tradicional de Sri Lanka

La antigua Ceilán es un crisol de creencias ya que aunque la religión oficial es el budismo, hay minorías importantes que profesan el islamismo, el hinduismo y el cristianismo, en una convivencia que es un ejemplo de tolerancia. Todavía quedan por las calles carteles de la reciente visita del papa Francisco efectuada apenas dos meses antes de mi llegada. Tras una parada en las cuevas budistas de Dambulla, llego a Kandy, la segunda ciudad del país y la capital espiritual por acoger el templo del Diente Sagrado. Se trata de un lugar de peregrinaje donde acuden los files a orar y hacer sus ofrendas. Cada año se celebran importantes festejos en su honor, que incluyen desfiles de elefantes engalanados y bandas musicales tradicionales.

El Buda reclinado de Parinivana, uno de los iconos de Sri Lanka

En mi tour incluyo la visita a las ciudades sagradas de Polonnaruva y Anuradhapura. En la primera de ellas se encuentra el Buda reclinado de Parinivana, uno de los iconos turísticos más importantes de la isla. Mientras visito estas ruinas, que requieren varias horas dada su gran extensión, atravieso una zona solitaria cubierta de rocas. Decido apoyarme en una de ellas para dar un trago de agua y cuando estoy a punto de ello, doy un paso atrás horrorizado al contemplar, in extremis, que sobre la misma hay un gigantesco lagarto, de alrededor de dos metros de largo. Camuflado por su colorido grisáceo, similar a la roca, allí está, totalmente inmóvil, a apenas un par de metros. Me aparto unos metros sin perderlo de vista hasta guardar una distancia de seguridad y, más sereno, le hago unas fotos. Allí sigue, sin inmutarse. Se trata de un varano, la segunda especie de lagarto más grande del mundo, ya que llega a alcanzar los tres metros. Sólo es superada por el dragón de Komodo, cuyo único hábitat se encuentra en esta isla de Indonesia. Tras unos instantes totalmente inmóvil desaparece rápidamente entre los huecos de las piedras.

Varano de Sri Lanka en las ruinas de Polonnaruva

La frondosidad de la isla la convierte en un escenario idóneo para cualquier film que tenga la selva como decorado. Si a esto unimos el irrisorio coste de la mano de obra, se entiende que Sri Lanka haya sido el plató elegido por distintas productoras para el rodaje de películas, algunas de ellas de gran relevancia. Así, una parte de “Indiana Jones y el templo maldito” se filmó en los alrededores de Kandy, y en mi primera visita pude contemplar el puente colgante utilizado por Harrison Ford en una de las escenas. Cuando llego al mismo un nativo me insiste en que Indiana Jones es él y me pide una propina para demostrarlo. No me resisto a comprobarlo y le doy unas monedas. Sin pensarlo dos veces el joven salta las vallas protectoras y tras alcanzar el puente colgante se lanza al vacío sin ninguna protección y en la versión más auténtica del puenting, ya que no lleva ninguna cuerda protectora para frenar la caída. Decenas de metros más abajo está el río adonde se precipita su cuerpo en una impactante zambullida. No era Indiana Jones, por supuesto, pero no tenía nada que envidiarle, y seguro que ni Harrison Ford ni sus dobles fueron tan osados.

Un encantador de serpientes con una cobra y un mono saludando

No es el único escenario de una película importante, también en la isla se rodó “El Puente sobre el río Kwai”, en un terreno próximo a las playas de la costa sur. Igualmente, en mi primera visita, me desvío unos kilómetros de la ruta para contemplar el paraje. En las cercanías hay un restaurante con sus paredes decoradas con numerosas imágenes de la película rodada hace casi 60 años. Se optó por utilizar este escenario por considerar la productora que era mucho más aparente y efectivo que el el auténtico, en Tailandia, no lejos de Bangkok. En las montañas centrales de la isla abundan las cascadas

No se puede ir a Ceilán y no visitar sus campos de té, considerado como uno de los de mayor calidad mundial. La carretera entre Kandy y la zona montañosa central de la isla está cubierta de un manto de brillantes tonos verdosos provocado por las grandes superficies cubiertas con esta planta, cuyos brotes son recolectados por mujeres tamiles, en una de las tareas más pesadas y peor pagadas del mundo. En mi primer viaje me aseguran que el sueldo diario es de apenas un dólar y ahora no ha subido mucho mas. Cargadas con grandes sacos, que han sustituido a las originales y aparatosas canastas, las mujeres de origen hindú arrancan con sus manos los brotes verdes de la planta hasta colmar el saco. Me acerco a ellas para sacar alguna imagen y les doy la propina que me piden. Otros turistas hacen lo mismo. Muchas de ellas, en días de gran afluencia turística, ganan más con las propinas que con sus salarios de miseria.

Mujeres tamiles en la recolección de las hojas del té

Los campos de té conducen a Nuwara Eliya, una ciudad situada en el corazón de la isla y que, gracias a sus 2.000 metros de altura disfruta de un clima ideal, lo que fue aprovechado en la época colonial por los ingleses para construir en ella sus residencias de verano. Todavía hoy perviven grandes mansiones de estilo victoriano, incluyendo dos hoteles de lujo. Allí vivían los grandes productores del té que se “entretenían” cazando elefantes. Me cuentan que uno de ellos consiguió el deplorable récord de cazar alrededor de 1.300 de estos paquidermos. No sé si será verdad lo que a continuación me dicen y es que semejante exterminador murió alcanzado por un rayo.

Escolares musulmanas con su uniforme fotografían a los elefantes

No se puede obviar que hoy una parte importante del turismo de la isla es de sol y playas, y es que a lo largo de su costa, especialmente en el sur, abundan bellas playas de arenas doradas y cocoteros hasta la orilla, lo que unido a los muy asequibles precios, ha generado una gran afluencia de visitantes. En mi tour incluyo un recorrido por toda la costa sur y especialmente, por las playas más famosas, algunas casi vírgenes todavía. De todas las que visito, me pego un chapuzón en las de Mirissa y Dikwella, que me parecen fascinantes.

Playa de Mirissa, una de las más famosas de la costa sur

También aprovecho, ya al atardecer, para contemplar una forma de pesca única en el mundo y que la llevan a cabo los vecinos de Ahangama. Para obtener mejores resultados de la pesca con caña han clavado unas grandes estacas en el mar y apoyadas en ellas pasan horas dedicados a la captura de peces. El espectáculo se ha hecho tan famoso que es casi una visita obligada para los turistas. Por la carretera que circula por el mismo borde litoral voy contemplando el mar y pronto localizo un grupo de estos pescadores en estacas. Bajo del coche y cuando me dispongo a tomar unas imágenes un lugareño me llama la atención y me advierte que si quiero hacer fotos le tengo que pagar ¡20 dólares!. Me asombro del precio que me pide, ya que son casi 20 euros, una cantidad con la que se pueden hacer las tres comidas del día en Sri Lanka. Comienzo el regateo y finalmente consigo que me lo dejen en diez. Eso sí, me insisten en que termine rápido porque en la puesta de sol la tarifa sube al doble. Finalmente consigo la foto crepuscular como se puede comprobar abajo.

Los pescadores sobre grandes estacas sólo existe en Sri Lanka

Para aquellos que piensen que se pueden hacer fotos furtivas de los pescadores les diré que no es tan sencillo, porque hay varios vigilantes en la zona y cuando localizan a algún turista con una cámara dan unas voces para que los pescadores se bajen de las estacas y frustrar la foto. Están en su derecho pero el precio me parece excesivo. Además, me cuentan que esta forma de pesca ancestral y única se ha “turistizado”, de forma que actualmente sólo se practica para recaudar fondos de los turistas. Una pena.

Dos turistas a bordo de una barcaza tradicional de la antigua Ceilán

Mi última escala en Sri Lanka es la ciudad amurallada de Galle, una antigua colonia holandesa protegida por un fuerte construido siglos atrás, durante la colonización de los Países Bajos. Esta fortaleza ha permitido que la ciudad interior haya llegado intacta hasta la actualidad, lo que motivó que fuera declarada Patrimonio de la Humanidad. La ciudad intramuros conserva toda su estructura y edificación coloniales y sus viviendas han sido restauradas y dedicadas a comercios y establecimientos turísticos. Los precios en Galle son los más altos de toda la isla pero merece la pena la visita y recorrer el fuerte desde la parte superior de las murallas, con bellas vistas a la ciudad y al mar.

Bandada de cotorras alejandrinas, muy abundantes en la isla

Todas las imágenes de Manuel Dopazo