Es un caso insólito pero los turistas viajan hasta el último rincón del mundo ¡sólo para ver a los hombres! La atracción no son las construcciones históricas, los paisajes o las mujeres, como suele ser habitual, son los varones, y más concretamente su original y llamativo atuendo tradicional, que ha sobrevivido a todas las influencias y presiones, y sigue vigente hasta hoy.

Los hombres y su atuendo son el atractivo de Todos Santos

La localidad en cuestión es Todos Santos Cuchumatán y se encuentra en una sierra perdida de Centroamérica a la que sólo se accede por un camino de cabras, lo que ha contribuido a su aislamiento y a conservar sus ancestrales tradiciones.

El vestido tradicional se mantiene vivo en esta localidad

Aprovechando mi estancia en Guatemala, me decido por llegar hasta tan singular lugar, lo que no resulta fácil por lo aislada y escondida que está. Antes de partir de viaje intento localizar un hotel por internet pero no encuentro absolutamente nada en la misma localidad, por lo que no tengo más opción que buscar en otras poblaciones próximas. Por fin consigo encontrar alojamiento decente en Huahuatenango, una localidad situada a unos 50 kilómetros. Hago una reserva para el viernes por la noche ya que la visita a Todos Santos debe hacerse en sábado, que es el día que se celebra el mercado semanal, ya que el resto de la semana hay poca gente por las calles. Además, los lugareños consideran como una fiesta el ir al mercado y visten sus mejores galas.

Los jóvenes no han sucumbido a los tejanos

La mañana del sábado me toca madrugar y al despuntar el alba ya estoy esperando el autobús. A pesar de la corta distancia, se precisa para llegar alrededor de hora y media en turismo y casi una hora más en autobús, dado que es una carretera sin asfaltar, que trepa por la montaña hasta alcanzar los 2.500 metros, altura en la que se encuentra Todos Santos y con curvas permanentes. Son las 8,30 de la mañana cuando llego a mi destino, con el mercado en plena actividad y atestado de gente, casi todos ellos vecinos ya que turistas apenas sumamos una veintena.

Desde muy pequeños ya visten como sus ancestros

De inmediato me llama la atención la indumentaria de los hombres, en uno de los excepcionales casos en todo el mundo en el que han conservado al completo su ropaje tradicional, incluyendo el pantalón largo rojo con rayas claras, la camisa blanca también rayada, una bolsa de tela y el sombrero de palma con una cinta de color azul con rayas de colores. Verlos deambular por los puestos de venta es todo un espectáculo. Es verdad que en algunas aldeas y pueblecitos del entorno del lago Atitlán también encuentras hombres que conservan toda la indumentaria ancestral, pero son una minoría y no la generalidad, como aquí.

El aislamiento del pueblo ha contribuido a la conservación

A lo largo de toda la mañana me muevo a mis anchas por los puestos de venta ya que no llegan a la veintena el número de guiris con los que me cruzo, en un mercado inmenso que ocupa la calle y la plaza principal y sus aledaños. La gran mayoría de residentes no ponen ningún reparo para dejarse fotografiar y tampoco me piden propina porque me dicen “estamos muy orgullosos de mantener nuestras tradiciones” y no quieren que se les confunda con reclamos turísticos. Incluso algunos de ellos me facilitan su dirección para que les remita una foto por correo ordinario ya que el correo electrónico es todavía aquí una quimera.

Si alguién no viste el atuendo tradicional es porque es forastero

Tras varias horas recreándome en tan singular mercado me apena tener que dejarlo, pero me espera un largo trayecto con dos transbordos de autobús para llegar a mi próxima parada. No obstante, reservo un par de horas para una destacada zona arqueológica. Sería imperdonable no aprovechar la estancia en Huehuetenango para visitar las ruinas de Zaculeu, una población maya que ha sido restaurada y que tiene varias pirámides y construcciones imponentes.

Las imponentes ruinas mayas de Zaculeu

Este, mi tercer viaje a Guatemala está plenamente justificado porque se trata de un país donde los extraordinarios vestidos de sus mujeres, la monumental ciudad colonial de Antigua, las imponentes ruinas mayas de Tikal y la belleza de sus paisajes como el lago Atitlán, lo convierten, para mí, en la atracción número 1 de Centroamérica junto con México.

Los vestidos tradicionales de Guatemala son de gran belleza

Llego a Guatemala en un vuelo de Iberia que aterriza en el aeropuerto de la capital y desde allí, directamente en un autobús, me traslado a Antigua, sin pasar por Ciudad de Guatemala, una población en la que ya estuve en mi primer viaje por estas tierras, hace 20 años. No se me ha olvidado desde entonces que recorriendo sus calles, cerca del centro, me tropiezo con un mercado ambulante de todo tipo de productos de segunda mano. Pregunto a un joven que camina curioseando por los puestos de venta si se trata de una especie de “rastro” y me responde que “algo así, nosotros lo llamamos el mercado de lo robado”, y me asombro cuando me explica que dicho nombre se debe a que los vendedores “son amigos de lo ajeno y lo que venden es el fruto de sus fechorías”, y me añade que "si a usted le roban algún objeto en la Ciudad de Guatemala, no se tiene que preocupar, sólo tiene que venir aquí y seguro que encuentra algo similar y lo puede comprar barato, e incluso, si tiene suerte, hasta el mismo producto que le han robado”. Le pregunto que si la gente denuncia que está a la venta lo que le han robado y me responde que “no, pierdes el tiempo, y además, este mercado es toda una institución”.

Antigua es una de las ciudades coloniales mejor conservadas

Antigua es una de las ciudades coloniales mejor conservadas y más monumentales de Latinoamérica. Es admirable la armonía y colorido de las edificaciones de una ciudad que llegó a ser la capital de Guatemala hasta que un brutal terremoto la destruyó en 1773. Algunas grandes construcciones, como iglesias y conventos, aún se conservan tal como quedaron tras el seísmo. Un par de días se precisan, como mínimo, para visitar la ciudad y su entorno, dominado por el volcán de Agua.

El volcán de Agua domina la ciudad de Antigua

Desde Antigua me dirijo en autobús a Chichicastenango. Ahora voy tranquilo por la carretera pero en mi primer viaje, de los tres que he hecho a Guatemala, en diciembre de 1991, la situación era muy distinta. Casi a diario, los periódicos recogían acciones violentas de la guerrilla, la única que existía en Centroamérica tras el acuerdo de paz en El Salvador. La mayoría de estas acciones eran atentados con explosivos a instalaciones eléctricas, así como asaltos a patrullas militares en carreteras de segundo orden.

Antigua conserva la estructura de una ciudad colonial

Nunca olvidaré lo que me sucedió entonces y no me resisto a contarlo. Salgo de Antigua a Chichicastenango por una carretera que me aseguran que está muy controlada y me garantizan que no voy a tener problemas. Además, me cuentan que no hay riesgo alguno porque los guerrilleros guatemaltecos nunca atacan a los turistas y que tan sólo se conoce un caso de asalto a dos franceses “que estaban relacionados con la droga y no eran turistas”.

La iglesia de la Merced, una de las muchas de Antigua

Voy en el asiento del copiloto en un busito turístico contemplando tranquilamente el paisaje por una carretera que aunque está catalogada de primer orden está salpicada de baches. De pronto, tras una curva, contengo la respiración cuando veo a ambos lados de la carretera hombres de paisano con caras de pocos amigos y esgrimiendo amenazadores fusiles. Miro al conductor para preguntarle a quién hay que encomendarse, mientras me invade el pánico. Transcurren unos segundos, que me parecen eternos, antes de que pueda dar un suspiro de alivio al escucharle decirme “tranquilo, que no son guerrilleros, son patrullas de civiles voluntarios”. Eso sí, me dice que ni se me ocurra sacar fotos porque no quieren ser identificados por la guerrilla. Bueno, hay que recordar que la guerilla en Guatemala se disolvió en 1994, tres años después de este encuentro, con la firma del tratado de paz con el Gobierno del país.

Solo mujeres portan el paso de la Virgen en Quetzaltenango

Vuelvo a la crónica de mi último viaje con la llegada a Chichicastenango, muy famosa por el ser mercado más grande de Guatemala y uno de los más populares de América Latina. Los jueves y domingos, días de su celebración, la ciudad está repleta de puestos de venta callejeros e invadida de turistas.

El mercado de Chichicastenango invade la ciudad

Pese a que ha perdido autenticidad por la presión del turismo, sigue siendo un lugar único, con multitud de familias indias con sus vistosos vestidos tradicionales vendiendo de todo en medio de calles atestadas de gente. Yo lo he visitado en mis tres viajes al país. Eso sí, en cuanto te ven con la cámara, los lugareños te piden una propina para dejarse fotografiar, incluso los más pequeños se lo tienen muy bien aprendido. Los domingos es también el día idóneo para contemplar, en las iglesias o por las calles del centro, alguna de las ceremonias y desfiles de las cofradías, cuyos miembros lucen unos vestidos espectaculares.

Tres cofrades de Chichicastenango con sus vestidos de gala

Reemprendo la marcha y mientras me dirijo por carretera en bus hacia el lago Atitlán me cruzo con varias furgonetas cargadas de trastos hasta los topes. Inicialmente deduzco que se trata de mudanzas pero casi todo lo que veo es chatarra de distintos electrodomésticos, por lo que pregunto a un pasajero del autobús y me responde que se trata de un negocio muy arraigado en el país. “Estos carros hacen un largo recorrido y vienen desde Estados Unidos abarrotados de los aparatos averiados e inservibles que los yanquis tiran a la basura y que guatemaltecos y salvadoreños recogen, removiendo los contenedores, para traerlos acá, hacer un apaño para que funcionen, y venderlos”. Y me añade “hasta el propio carro de transporte viene de allá”, y me explica que los recogen en cualquier cementerio de automóviles. A todo este material se le hace un arreglo chapucero para que funcione y se vende a las familias humildes de Guatemala, “aquí vivimos de la basura de los yanquis, así es la cosa”, me confiesa.

Mujeres en Quetzaltenango con sus vestidos tradicionales

Hasta los autobuses que se retiran de la circulación en USA, especialmente los que se dedican al transporte escolar, son adquiridos antes de ser transformados en chatarra y trasladados a través de México a la república centroamericana, donde se les somete a una reparación de emergencia y vuelven a las carreteras. Aunque me dicen que esta práctica se ha reducido en los últimos años, son numerosos los buses del transporte público guatemalteco que tienen este origen. Me comentan que a veces hay problemas con la policía “pero generalmente todo se arregla con la mordida”, que es una especie de tributo que se le paga al agente de turno para comprar su silencio, no pagar impuestos y no tener problemas en el cruce de fronteras.

Procesión a la Virgen del Rosario en Quetzaltenango

El lago Atitlán es visita obligada, rodeado de los perfectos conos de dos volcanes y salpicado de encantadoras localidades, algunas de ellas sólo comunicadas por Barco. Visito varias que parecen ancladas en el tiempo pese a la gran afluencia turística. De entre todas destaca Santiago de Atitlán, un pueblo que fue semillero de la guerrilla como lo demuestra el centenar de nombres inscritos en un monumento a su memoria en los muros de su iglesia colonial.

Dos volcanes rodean el lago Atitlán

He escogido un día de visita de Santiago de Atitlán en el que se celebra una festividad religiosa, porque sus residentes visten sus mejores galas y me permite contemplar sus bellísimos atuendos, entre los que destaca el tocoyal, que es una cinta ancha de unos 20 metros de larga que las mujeres se enrollan en la cabeza simulando un sol. También llaman la atención las blusas o “huipiles”, bordadas con bellas figuras entre las que destacan flores y aves de atractivos colores. Algunos hombres, aún visten el pantalón tradicional, corto y de color blanco con rayas lilas.

Hombres en Santiago de Atitlán luciendo el pantalón tradicional

Mi próxima escala es Quetzaltenango, la segunda ciudad en población del país. No es nada del otro mundo pero me permite visitar, en sus proximidades, una pequeña iglesia que por su estampada fachada multicolor se ha convertido casi en un icono de Guatemala. Me refiero a la parroquia de San Andrés Xecul, que más parece una edificación de juguete.

La preciosa iglesia de San Andrés Xecul

La guinda de toda visita a Guatemala es Tikal, la mayor de las ciudades mayas, con numerosas construcciones que han sido restauradas entre las que destacan seis grandes pirámides y el palacio real. Lo visito desde el aeropuerto de Guatemala en un corto vuelo a la ciudad de Flores, que tiene el aeropuerto más cercano, a unos 60 kilómetros de las ruinas.

Tikal es la mayor de todas las ciudades mayas descubiertas

Recuerdo como una pesadilla uno de los vuelos de mis tres visitas a Tikal. Somos una treintena de pasajeros en un pequeño avión de hélice. Nada más despegar, cuando ya está anocheciendo, nos anuncian que se esperan tormentas durante el recorrido y que nos mantengamos siempre con el cinturón de seguridad abrochado. Apenas han pasado diez minutos y el aparato comienza a balancearse al atravesar las primeras y densas nubes. Progresivamente los “meneos” van a más mientras por la ventanilla contemplo con horror una brutal tormenta por la gran aparatosidad de los relámpagos y aparato eléctrico. Los trompicones de la aeronave son tan fuertes que parecemos cubitos de hielo en una coctelera, mientras se escuchan algunos gritos amortiguados entre el pasaje. Hay momentos, con el avión pegando literalmente botes, en los que tengo serias dudas de poder contarlo. Son unos 15 minutos infernales, entre los peores que he pasado volando, hasta que progresivamente el vaivén se va atenuando hasta desaparecer, entre los vómitos de algunos y el alivio de todos.

Representación de animales en una fiesta en Tikal

Llego a Tikal el 12 de octubre, día de la Hispanidad en España y en Tikal lo conmemoran con un espectáculo de danzas y máscaras que representan a los nativos y a los invasores españoles, en el marco incomparable de la Gran Plaza, con las más elevadas pirámides, una de ellas de 65 metros de altura. En el recorrido en bus desde Flores a Tikal me cuentan, ante mi sorpresa, que aunque había referencias de la existencia de tan impresionante ciudad maya, su descubrimiento, ya en el siglo XIX, se debe al chicle.

Los coatíes de Tikal acuden a buscar comida a los merenderos

Así me lo cuenta un empleado del parque arqueológico, quien me indica que durante siglos toda esta zona era una densa selva en la que sólo se adentraban unos pocos “locos” a la búsqueda de un árbol llamado chicozapote, de cuya resina se extrae la famosa goma de mascar. En su ardua tarea se tropezaron con unos extraños montículos de piedra que el musgo, matorral y arbolado de la selva se había engullido, y de los que sólo sobresalían la cima por encima de la floresta. Los comentarios de estos "chicleros"sobre las construcciones trascendieron hasta que, finalmente, historiadores y arqueólogos desvelaron el misterio que encerraban.

Representación de un invasor español en Tikal

Subir hasta la cima de las pirámides, al menos de algunas de ellas, es imprescindible para divisar una amplia panorámica de la selva que rodea Tikal, con la cúspide de las mismas sobresaliendo entre la densa espesura de arboles gigantescos.

La cresta de las pirámides de Tikal despuntan en la jungla

Acabo aquí, pero hay más cosas destacadas por ver en Guatemala, como las gigantescas estelas mayas de Quiriguá, su litoral caribeño, o sus playas del Pacífico, entre otras, en un país que para mí es, con México, el más atractivo del conjunto de países de Centroamérica, aunque todos ellos son de gran belleza y merecen ser visitados.

Celebración del 12 de octubre en Tikal

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO