La gaviota "asesina" de Suecia

Estoy visitando el castillo de Malmoe, al sur de Suecia. Por el cielo revolotean algunas gaviotas y con la cámara apunto a una de ellas que está efectuando un vuelo rasante. Consigo captarla de frente e intento repetir la toma más cerca. A través del visor compruebo que cada vez se me aproxima más, tanto que agito las manos para ahuyentarla, pero ante mi asombro e incredulidad se abalanza a toda velocidad sobre mí en un ataque a lo bestia. Estoy reviviendo en mis carnes lo que recreó el mago del suspense en una película de ciencia-ficción: las aves asesinas de “Los Pájaros”.

El castillo de Malmoe

Junio de 2013. Llego a Copenhague para emprender un recorrido de Sur a Norte por algunas de las ciudades más relevantes de Suecia. La capital danesa es ideal al respecto ya que está conectada directamente con Alicante con compañías aéreas de bajo coste. Así, además de disfrutar de tan encantadora ciudad, sólo estás a apenas 30 minutos en tren de Malmoe, la ciudad más importante del sur de Suecia. Qué tiempos aquellos en que para pasar de un país al otro no tenías más remedio que recurrir a un trasbordador, en un engorroso, lento y a menudo ajetreado viaje por el frecuente mal estado de la mar en esta zona. Así me ocurrió a mí en el año 1987. Afortunadamente, desde el año 2000, el puente de Oresund, con sus casi ocho kilómetros de longitud, ha conectado por tierra ambas ciudades.

La gaviota graznando antes de atacar

Llego a Malmoe al anochecer y me alojo en un hotel cercano a la estación ferroviaria, muy próxima al centro histórico de la tercera ciudad de Suecia en número de habitantes, con una población similar a la de Alicante. A la mañana siguiente amanece un día espléndido y me planifico la visita de los puntos más destacados. Uno de ellos es el Castillo. Es mediodía cuando llego a la fortaleza situada a unos 20 minutos andando del centro. No es ninguna maravilla y en Suecia los hay mejores, pero vale la pena.

El puente sobre el foso del castillo

Justo un centenar de metros antes, junto a unas casitas de madera encantadoras, hay un mercadillo de pescado y otros alimentos, incluyendo unos sabrosos bocadillos de ahumados a precios asequibles, lo que aprovecho para pegar un bocado. Hay que tener en cuenta que los países nórdicos son muy caros y, en el caso de los restaurantes, casi un escándalo. Una pizza y una cerveza difícilmente los vas a conseguir por menos de 30 euros.

Mercadillo de pescado y alimentación junto al Castillo

Cuando llego al castillo, nada más recorrer el puente que salva el foso y cruzar el portón, observo a varias gaviotas revoloteando por una especie de patio de la fortaleza. Me llama especialmente la atención una de ellas por los grandes chillidos que da, como si estuviera loca, mientras permanece casi estática en el aire, mirándome fijamente. Opto por enfocarla y sacarle alguna foto. Es entonces cuando veo que se dirige hacia mí en vuelo rasante, lo que me permite obtener una bonita imagen con el ave de frente. Sigo mirando por el visor para captar alguna otra imagen pero empiezo a inquietarme porque cada vez la tengo más cerca y no cambia el rumbo de su vuelo, directo hacia mí.

La gaviota se precipita en vuelo rasante sobre mí

La tengo ya tan encima que no me da tiempo a nada más que a cubrirme la cara con la cámara y las manos en una reacción providencial, porque si el sañudo picotazo que le pega al objetivo de la Canon me lo da en la cabeza seguro que me deja tocado. Ni que decir tiene que tras el ataque reacciono con rabia y me sale un “hija de puta” a todo pulmón. Menos mal que en el patio sólo hay una pareja de visitantes, algo alejados, y que no entienden el español. Me viene a la memoria la película “Los Pájaros”, de Alfred Hitchcock, en la que estas aves se vuelven agresivas y ponen en peligro la superviencia de la humanidad. Una película que a la vista de lo que me sucede no me parece tan de ciencia-ficción.

Dos encantadoras jóvenes suecas

La única que parece entender mi exabrupto es la propia gaviota porque lejos de alejarse da un giro de 180 grados y en apenas unos segundos vuelve al ataque, así que no tengo más opción que salir por piernas y, mientras trato de esquivarla, buscar refugio en el interior del castillo. Cuando por fin estoy a cubierto, bajo techo, respiro con alivio y miro por la ventana desde donde aún veo al pajarraco en las cercanías dando fuertes graznidos, no sé si de frustración por no haber acabado conmigo o de jactancia por haberme obligado a huir.

Una de las más bellas casas del centro histórico de Malmoe

Aprovecho para recorrer los distintos museos que han sido habilitados en la fortaleza. Casi una hora más tarde termino la visita y con ciertas cautelas salgo al exterior sin dejar de mirar al cielo. Aunque hay algunas gaviotas, no parece que la “asesina” esté entre ellas, por lo que decido regresar, a paso ligero, hacia el centro urbano sin más incidencias.

Molino en el parke Jung, junto al centro de la ciudad

Es la primera vez que me sucede algo así en mis muchos años de transitar por el mundo. Lo más parecido a esto con las gaviotas me ocurrió en Australia, y concretamente en un pequeño restaurante en la Great Ocean Road, una imponente carretera que bordea uno de los tramos de la costa australiana más espectaculares, en el Estado de Victoria. Dicho local tenía una terraza con vistas al mar en cuyas mesas era casi imposible comer, especialmente patatas fritas, porque las gaviotas se lanzaban a por ellas sin que de nada sirviera los aspavientos para alejarlas por parte de los comensales. En cuestión de segundos acababan con toda la ración de patatas. En fin, una anécdota comparado con lo de Malmo.

Los "Doce Apóstoles" en la Great Ocean Road de Australia

Por cierto, aprovecho para recomendar abiertamente un recorrido por esta carretera de las antípodas, especialmente para contemplar los “Doce Apóstoles”, unas formaciones rocosas que sobresalen junto a la costa y que se llaman así porque inicialmente eran 12 rocas, aunque la acción de la erosión y el fuerte oleaje las ha dejado actualmente en sólo ocho.

Otra imagen de los "Doce Apóstoles", no lejos de Melbourne

Además, por lo general, las gaviotas, cuando vuelan, son unas aves muy estéticas, especialmente en los paisajes, en los que ponen, además, una nota de vida. El mejor ejemplo que se me ocurre ahora es el del puente de Galata, en Estambul, siempre con numerosas gaviotas al acecho por la gran presencia de pescado. Al atardecer es obligada la imagen del skyline de Estambul con el cielo perfilado con algunas gaviotas.

Las gaviotas del puente de Galata dan vida al skyline de Estambul

Pero vuelvo a Malmo porque no se puede visitar esta ciudad sin contemplar su edificio más vanguardista y famoso que, además, es de un arquitecto español tan polémico como Santiago Calatrava. Se trata de un rascacielos de 190 metros de altura que se encuentra en una urbanización cercana a la costa a alrededor de 30 minutos, andando, de la estación ferroviaria, aunque es visible desde distintos puntos de la ciudad. Se llama “Turning torso”, porque se asemeja a un cuerpo humano girando sobre sí mismo, con un aspecto completamente distinto según el lado desde el que se observe.

El "Turning Point", el edificio de Santiago Calatrava de Malmoe

En 2005, cuando se inauguró tras cuatro años de obras, era el edificio residencial más alto de Suecia y el segundo de Europa. A mí, como casi todo lo de Santiago Calatrava, me gusta, sin entrar en los problemas de estabilidad de algunas de sus construcciones, todas ellas de un marcado acento vanguardista e innovador. El “Turning Point” fue galardonado en la Feria de la Construcción de la ciudad francesa de Cannes como el edificio residencial mejor del mundo en el año 2005.

Otra imagen del rascacielos del polémico arquitecto español

Malmo es una ciudad con una gran calidad de vida, con un centro histórico con bellos edificios históricos perfectamente conservados y restaurados, y amplias zonas verdes entre las que destaca el parque Jung. En junio, además, los días son muy largos y las puestas de sol son muy prolongadas porque parece que el sol nunca se va a ocultar. Lástima que en invierno haga tanto frío y los días sean tan cortos.

Puesta de sol en Malmoe con el faro y el puente del puerto

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