Sí, es un oso negro adulto lo que veo mientras conduzco por una carretera en Canadá. Está a apenas unos metros del viario y deambula con gran tranquilidad, ajena al constante tráfico de vehículos. De pronto compruebo que no va solo, ¡le acompañan dos crías! No me puedo resistir y estaciono en el arcén, cojo la cámara, me acerco al animal y comienzo a sacar imágenes, especialmente de las crías, a las que me aproximo al máximo. Cuando me quiero dar cuenta, tengo a la Bestia de la mamá ¡prácticamente encima!

Diviso un oso negro muy cerca de la carretera

Me encuentro en Canadá, realizando un recorrido por los estados de la Columbia Británica y Alberta, al Oeste del país, para conocer, fundamentalmente, los parques nacionales de las Montañas Rocosas. Acompañado de Charo, mi mujer, he alquilado un vehículo durante 15 días. Es el mes de junio y voy circulando por la carretera de Bow Valley Parkway, entre cumbres cubiertas de nieve y grandes y frondosos bosques con predominio de abetos.

Ante mi asombro el oso camina con dos crías

Conduzco lentamente para poder contemplar tan espléndido paisaje cuando, de pronto, a apenas unos metros de la carretera. diviso un oso negro que camina lentamente ignorando al frecuente paso de vehículos. Llevo ya diez días por estos parajes y es la primera vez que tengo tan cerca un animal de estas características. Además, para mi asombro, se trata de una osa ya que va acompañada de dos oseznos de corta edad, por lo que, sin pensarlo dos veces, estaciono en el arcén y cojo la cámara fotográfica para obtener algunas imágenes.

Los dos oseznos son difíciles de contemplar entre el follaje

La abundancia de arbolado me dificulta la visión, por lo que decido bajar del vehículo y acercarme al máximo a los animales. Es casi imposible sacar a todos juntos ya que la madre camina varios metros más adelante aunque sin perder de vista a las crías. Con ciertas precauciones y guardando una distancia mínima de seguridad, consigo obtener, con dificultades por la abundancia de arbolado que se interpone, alguna foto de la osa, que no deja de caminar a buen ritmo en paralelo a la carretera, lo que me obliga a perseguirla. Acto seguido me centro en los oseznos, misión todavía más complicada por la gran presencia de matojos y arbustos que, en muchos momentos, los cubren por completo y provocan que por instantes los pierda de vista. Me adentro unos metros en el bosque y consigo alguna instantánea pese a que no dejan de corretear ni un segundo.

Un ciervo se me cruza en plena carretera

Estoy tan enfrascado en esta tarea que me olvido por completo de la osa. Un grito desde el coche, donde permanece recluida Charo, me alerta y me hace girar la vista para constatar, con pavor, que a menos de diez metros tengo a la madre osa que no me quita ojo de encima con cara de pocos amigos. Por documentales sé que, por lo general, lo que más furia provoca en una madre de cualquier especie es sentir a su prole amenazada. Aunque estoy preso del pánico consigo controlarme y en vez de salir huyendo al trote, que dicen que es lo peor que se puede hacer, reculo poco a poco para no transmitir mi sensación a la enorme fiera que tengo delante. Por supuesto que en semejante trance ni se me ocurre, ni cometo la imprudencia de intentar disparar la cámara. Así, marcha atrás, con cuatro ojos para ver donde pongo los pies y no perder de vista a la osa, salgo del bosque y llego al arcén. Es entonces cuando el animal retoma el camino y se aleja lentamente con sus dos oseznos. Por fin, respiro tranquilo.

Dos ciervos adultos pastan en un claro junto a la carretera

Luego me entero, por datos de internet, que el oso negro de Canadá no es especialmente agresivo con los seres humanos, aunque hay algunos casos de ataques e incluso de haber provocado la muerte a algún campista. En cualquier caso, lo que está claro es que lo último que tienes que hacer si te tropiezas con un oso en pleno bosque es dejar que te abrace. El abrazo del oso no es precisamente, como es sabido, ninguna muestra de cariño.

Una manada de muflones colapsa el tráfico

Los osos no son los únicos animales con los que me tropiezo en mi periplo por los parques nacionales de las Rocosas. Mi segundo encuentro está a punto de provocar un accidente, cosa que no ocurre porque, afortunadamente, circulo muy despacio por estos bellos parajes. Son carreteras con un buen firme pero muy sinuosas, al discurrir por estrechos valles y parajes alpinos. Tras una curva muy pronunciada me sorprendo con la presencia de dos ciervos machos dotados de una gran cornamenta. Están tranquilamente situados en plena carretera, como si el paso de vehículos no fuera con ellos.

Algunos nos entretenemos sacando imágenes de los muflones

Como no es algo que me suceda muy a menudo, consigo abrirme paso con el claxon, a cuyos pitidos los dos animales reaccionan cansinamente. A falta de arcén dejo aparcado el coche lo más a la orilla que puedo y me acerco a los ciervos, que ni se inmutan. Con una flema casi británica dejan por fin la carretera para pastar en una zona abierta junto al denso bosque. Me llama la atención la tranquilidad con la que se desenvuelven ante mi presencia, lo que demuestra que, en estos parajes, se han habituado a la presencia humana. Nada que ver con el carácter huidizo y temeroso de la gran mayoría de los ciervos españoles, carne de cañón en los cotos de caza.

El lago Maligne, en el parque nacional Jasper

Pero aún me queda un tercer encuentro, tan llamativo o más, por estos lares de las Rocosas, ya que provoca una kilométrica retención del tráfico al impedir el paso de vehículos. Se trata de una manada de muflones que se toman la carretera como su lugar de relax y esparcimiento y se tumban en ella sin el menor recato. Lo que más me llama la atención es que pese al bloqueo de la circulación, y a los numerosos turismos atrapados, nadie toca el claxon ni protesta. Unos cogen su cámara y recogen tan curiosa escena, otros se bajan para tomar el fresco y la mayoría se arma de paciencia y se acomoda en el asiento.

Una cascada en el parque nacional Jasper

Obviamente yo soy de los primeros, y aprovecho la oportunidad para acercarme a esta especie de cabras con robustos cuernos a las que se les ve un tanto deslucidas porque se encuentran en plena pérdida del pelaje invernal. Son una veintena de ejemplares, incluyendo algunas crías. Pese a sus gruesos y retorcidos cuernos, no son nada agresivos ante la presencia humana y se muestran bastante confiados hasta el punto de que puedes acercarte a ellos. Tras una permanencia de casi media hora ocupando el viario, hasta el punto de provocar una cola de varios cientos de vehículos, los muflones deciden reemprender la marcha y en unos instantes abandonan la carretera para adentrarse en los bosques de montaña del entorno.

Los lagos de las Rocosas se nutren de las aguas del deshielo

Visitar los parques nacionales de las Rocosas canadienses no es sólo un viaje recomendable sino de los que considero imprescindible, y no exagero al asegurar que se trata de uno de los viajes de tipo paisajístico más impresionantes. El parque más antiguo de todos y sin duda el más visitado es el de Banff, repleto de espectaculares lagos, glaciares, bellísimos paisajes alpinos y cascadas, y situado en la provincia de Alberta.

Panorámica en el parque nacional Banff

Algunas de sus imágenes se han convertido no sólo en la postal de las Rocosas sino incluso de todo Canadá. Es el caso del lago Moraine, con un color turquesa que no parece natural y un entorno encantador conformado por el valle de los Diez Picos. Me quedo casi sin habla cuando tras un pequeño ascenso desde la carretera de apenas 300 metros, a través de la senda llamada Rockpile, miro a mi alrededor. No exagero si digo que es uno de los paisajes más espectaculares que he visto. La imagen de abajo lo refleja mejor que mil palabras. Estoy a casi 2.000 metros de altura.

El lago Moraine, de aguas turquesas, en el parque Banff

Sigo la visita de Banff por la autovía 93, llamada la de los Campos de Hielo (Icefields) y paro en un estacionamiento en el que se anuncia la vista del lago Peyto. A escasos metros del mismo hay un mirador también impresionante con una panorámica completa del citado lago, de un chillón color turquesa rodeado de cumbres nevadas. Por supuesto que no excluyo la tercera de las visitas más famosas del parque, la del lago Louise, en cuya orilla se levante el histórico hotel Chateau Fairmont, en el que me di el capricho de pernoctar una noche gracias a que tienen una tarifa reducida para periodistas.

El paisaje de las montañas Rocosas de Canadá es espectacular

El lago Louise está rodeado de altas cumbres

Menos visitado pero también espectacular es el parque nacional Jasper, contiguo al de Banff y que te permite contemplar el pico más alto de las Rocosas, el monte Robson, con sus 3.954 metros. De mi recorrido por el parque destaco, especialmente, el lago Maligne, rodeado de densos bosques de abetos y otras especies alpinas, y el glaciar Athabasca, que me da la oportunidad de pasearme por grandes campos de hielo. Casi tan espectacular como el parque Banff, Jasper tiene la ventaja de no estar tan masificado y concurrido.

El monte Robson, el más alto de las Rocosas, con 3.954 metros

El trio de grandes parques nacionales de las Rocosas canadienses, todos ellos declarados Patrimonio de la Humanidad en 1984, se completa con el Yoho, del que destaco las cataratas Takakkaw y, especialmente, el lago Emerald, idóneo dar un paseo en canoa y recrearse con las vistas del entorno. En fin, para los amantes de la naturaleza, los parques de las Rocosas son uno de los grandes platos fuertes que se pueden visitar y una cita inexcusable. Quienes han tenido la suerte de visitarlos saben que no exagero. Las imágenes que acompañan este artículo son una muestra y sólo suponen un pálido reflejo.

En los parques de las Rocosas abundan los bellos paisajes

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO