La monumental Florencia es una de las ciudades más turísticas no sólo de Italia, si no del mundo, hasta el punto de correr el grave riesgo de masificarse y colapsarse; Pisa es la sede de la icónica Torre Inclinada; Siena es la urbe medieval por antonomasia; San Gimignano es el Manhattan del Medievo, y no se pueden ignorar las atractivas localidades de Pratto, Lucca, Pistoia, Volterra o Arezzo. Un conjunto de poblaciones que constituyen la encantadora región de La Toscana, el corazón genuino de Italia.

Panorámica de Florencia desde San Miniato del Monte

La Primavera y el otoño son las estaciones ideales para visitar Florencia y La Toscana con unas temperaturas agradables, evitando los tórridos veranos y los fríos inviernos. Lo que no se puede obviar es la gran avalancha de visitantes de Florencia, que llega a ser agobiante en sus puntos clave casi todo el año y que ha derivado en un alza en los precios que provocan que sus hoteles sean de los más caros del mundo en cuanto a la relación calidad-precio.

Los puentes de Florencia desde la plaza de Miguel Ángel

Elijo octubre para visitar La Toscana y elijo bien: durante las dos semanas de recorrido por la región italiana la temperatura durante el día ronda los 20 grados y solo sufro la lluvia ocasionalmente durante un par de días. Como Florencia tiene comunicaciones aéreas muy escasas con el extranjero, opto por volar hasta Milán en una compañía de bajo coste desde Alicante por 78 € ida y vuelta, y desde allí desplazarme en tren, en el ave italiano, hasta la capital de La Toscana, en dos horas justas por 66 euros, un coste elevado porque es viernes y me he demorado demasiado en la reserva, que es sencillísima de hacer por internet directamente con Trenitalia, la compañía oficial italiana.

El Puente Viejo, un icono de Florencia

El principal problema turístico de Florencia es su alojamiento. No exagero si digo que es una de las ciudades con los hoteles más caros del mundo y con una de las peores relaciones calidad-precio, especialmente en los hoteles situados en la zona del centro histórico, principalmente casas señoriales, mansiones y palacetes antiquísimos ya que la exigencia de conservar el casco antiguo impide las edificaciones de nueva planta. El resultado es que los hoteles de menos de 100 euros son, generalmente, muy antiguos, con instalaciones y mobiliario viejos y en mal estado. Si quieres el equivalente a un hotel de tres estrellas en buenas condiciones tienes que presupuestar unos 150 euros diarios, salvo que recurras a las afueras de la ciudad, con el consiguiente engorro de largos desplazamientos. Yo, que viajo con mi mujer, termino por elegir un apartamento fuera del recinto histórico pero a apenas 15 minutos a pie del mismo.

Leonardo da Vinci "redivivo" en las calles de Florencia

Me he reservado cuatro días de las dos semanas del viaje para visitar Florencia, en este mi tercer viaje a tan monumental ciudad. Es sábado por la mañana, hace un día soleado espléndido y lo aprovecho para acercarme a la plaza de Michelangelo, desde donde se tienen las mejores panorámicas del centro histórico, en el que despuntan la cúpula y el campanario de la Catedral y el Palacio Viejo o de la Señoría. También es especialmente buena la vista del emblemático Puente Viejo y los puentes cercanos del río Arno. La vista desde la plaza de Michelangelo se puede incluso mejorar subiendo la cansina pero corta escalinata a la cercana iglesia de San Miniato del Monte, desde donde la perspectiva es excelente. Esta iglesia es una cita obligada ya que es una de las más bonitas de la ciudad y, además, ¡es gratuita!, algo insólito en una ciudad que cobra por todo y con tarifas harto exageradas.

La Catedral de Florencia desde la plaza de Miguel Ángel

Florencia hay que recorrerla a pie, siguiendo los itinerarios que discurren por sus espacios monumentales y que en su inmensa mayoría van a parar a los dos puntos neurálgicos, las plazas de la Signoria y de la Catedral. En ambas plazas se producen las grandes concentraciones de visitantes prácticamente a cualquier hora. Para conseguir una foto en la fuente de Neptuno y, especialmente, junto a la copia del David de Miguel Ángel hay que cargarse de paciencia y no recrearse demasiado. No obstante, para visitar el Palacio Viejo las colas no son muy largas y lo aprovecho para recorrer sus dependencias. En el orden de prioridades de citas de Florencia ocupa para mí el cuarto lugar tras la galería Uffizi, la Catedral y el Palacio Pitti. La entrada al Palacio Viejo para adultos mayores de 25 años cuesta 23,50 euros incluyendo todas sus dependencias. Puedes pagar la mitad si visitas torres y almenas pero excluyes el museo.

El David de Miguel Ángel, a la izquierda, en la plaza Vieja

A la hora de comer, Florencia es rematadamente cara y agobiante ya que la mayoría de restaurantes de las zonas más visitadas están repletos. La calidad, por lo general, también brilla por su ausencia. 50 euros por una comida rutinaria es lo normal, salvo que recurras a la típica pizza compartida. Ante estos precios es frecuente contemplar a jóvenes e incluso a mayores recurrir al bocata y similares en pequeños baretos. Hay una agradable excepción y que recomiendo vivamente. Se trata del Mercado de San Lorenzo, un antiguo mercado municipal que ha sido renovado y adaptado para convertirlo en un gran establecimiento gastronómico, repleto de bares y restaurantes a precios asequibles. Se encuentra muy cerca de la iglesia de San Lorenzo y, por tanto, en pleno centro, y puedes comer pescado fresco con cerveza y café por unos 20 euros, menos de la mitad que en el resto de la ciudad. La planta baja está destinada a puestos de venta y la primera a los restaurantes, y los hay de todo tipo. La cerveza es cara pero si la compras en los puestos de la planta baja te sale por un euro y la puedes utilizar en todos los restaurantes del mercado, salvo en las cervecerías, porque las mesas y sillas son comunes para todos los locales.

Cervecerías en el mercado de San Lorenzo, en Florencia

Aprovecho el atardecer para acercarme al Puente Viejo, ya que es el mejor momento para verlo, justo cuando la luz crepuscular lo cubre con su manto dorado. Lo mismo que yo piensan muchos miles de visitantes ya que los accesos al mismo están tan saturados que llega a formarse un monumental atasco peatonal. Cuando por fin llego al tramo del puente expedito de comercios casi ha oscurecido por completo y aún así para conseguir alguna foto tengo que guardar cola de la interminable fila de "selfistas".

El Puente Viejo de Florencia suele estar en loor de multitudes

El domingo por la tarde la aprovecho para entrar en la galería de los Uffizi, la pinacoteca más destacada de Florencia, en la que puedes contemplar una de las colecciones de arte más destacadas del mundo. Su precio es de 20 euros salvo el primer domingo de cada mes, en el que la entrada es gratuita, y es precisamente ese día cuando yo la visito por lo que mi mujer y yo nos ahorramos 40 euros. Es el museo de arte más visitado de Italia, con más de dos millones de entradas anuales pero es tan grande que prácticamente nunca hay aglomeraciones salvo algunas esporádicas en las obras más famosas, como el Nacimiento de Venus, de Botticelli.

Expectación ante El Nacimiento de Venus, en la galería Uffizi

Dejo la visita de la Catedral para el lunes, confiando en que se reduzcan sensiblemente las kilométricas colas del fin de semana. Cuando dicho día llego a las taquillas, situadas en un local de un edificio cercano, no hay muchedumbres, lo que me reconforta. La tarifa de 18 euros me parece desorbitada. Incluye el baptisterio, la cúpula y el campanile, con sus más de 400 escalones. Antes de comprar la entrada compruebo la cola y al constatar que rodea toda la catedral opto por renunciar, no en balde ya la visité en mis dos anteriores viajes a la ciudad. No me apetece perder toda la mañana en una fatigosa cola para ver algo que ya conozco. Es verdad que el interior de la catedral es gratuito, pero sólo ves un gran espacio oscuro y semivacío para lo cual tienes que soportar también una cola de más de una hora, como mínimo.

Fachada y el campanile de la Catedral de Florencia

A lo largo de cuatro días tengo tiempo para conocer todos los puntos relevantes de Florencia y de patearme todo el casco antiguo y sus alrededores, con sus destacados palacios, como los de Médicis-Riccardi y Strozzi, bellas iglesias como Santa María Novella y la Santa Cruz, las imponentes murallas y sus puertas de entrada, la destacada Galería de la Academia, que acoge el original David y otras esculturas de Miguel Ángel, así como otros destacados lugares religiosos como la Sinagoga judía o la iglesia ortodoxa rusa.

El Palacio Viejo de Florencia

Desde Florencia, con un coche de alquiler que contrato a través de internet por 20 euros diarios, inicio el circuito por la Toscana poniendo rumbo a Prato, una ciudad situada a apenas 15 kilómetros de Florencia de la que destaco como lugares a visitar la bella catedral, su bien conservado castillo en plena urbe y la encantadora imagen del puente de acceso a la ciudad vieja salvando el afluente del Arno que la atraviesa.

Puente de acceso al centro histórico de Prato

Es una delicia pasear por las calles peatonales del centro tradicional de Prato, sin las multitudes que agobian en Florencia. La presencia de turistas es modesta lo que contribuye también a que los precios de los restaurantes sean mucho más moderados e incluso la mayoría de las visitas son gratuitas, como sucede con la catedral y el castillo.

Catedral de la ciudad toscana de Prato

Tras una mañana en Prato, reemprendo la marcha rumbo a la cercana Pistoia, a sólo 20 kilómetros. Estaciono sin problemas en una avenida que bordea la muralla de la ciudad antigua y en apenas un paseo de 15 minutos me encuentro en la plaza del Duomo, el corazón de la zona monumental, en donde se concentra la catedral, el campanile, el baptisterio y tres imponentes palacios incluyendo el que acoge al Ayuntamiento.

Baptisterio de la catedral de Pistoia

Desde la catedral, un corto vial conecta con la Vía Cavour, la más comercial de la ciudad, con tiendas de todo tipo y la iglesia de San Juan Fuoricivitas, de estilo románico y que destaca por su larga fachada lateral, a franjas de color blanco y verde fruto de la combinación del mármol blanco con la serpentina. Otro lugar destacado es el hospital del Ceppo, o Viejo Hospital, con una atractiva fachada porticada en la que resalta un friso de terracota multicolor con bellísimas esculturas que la recorre de punta a punta. El interior del Hospital no está abierto al público en la actualidad salvo un pequeño museo. Pistoia atrae a un importante contingente de turistas, especialmente los fines de semana.

Fachada lateral de la iglesia de San Juan en Pistoia

Desde Pistoia me dirijo a Lucca, tras un breve recorrido de 46 kilómetros. Si Prato y Pistoia se pueden visitar cada una de ellas en media jornada, para Lucca ya se requiere como mínimo un día completo dada la extensión y riqueza de su centro histórico, totalmente rodeado por robustas murallas, por cuya parte elevada se puede caminar gratuitamente y desde la que se obtienen bellas vistas del conjunto monumental.

La Catedral y torre del campanario de Lucca

En Lucca he elegido un hotel situado en el exterior de la parte antigua, en un moderno edificio a 15 minutos andando de la muralla de acceso al centro. Elijo normalmente las zonas próximas al casco antiguo pero fuera del mismo, ya que las zonas históricas suelen ser peatonales y al viajar en coche propio es difícil llegar al hotel y más aún estacionar, salvo que pagues unas tarifas elevadas en aparcamientos privados. Estas restricciones desaparecen fuera del perímetro monumental. Los precios de los alojamientos rondan la mitad de los de Florencia. También los restaurantes son sensiblemente más baratos y se puede comer a la carta en locales agradables a partir de 20 euros. Lucca hay que recorrerla a pie a lo largo y a lo ancho para descubrir todo su encanto, fruto de su esplendoroso pasado cuando compitió, como república independiente, con Florencia y Pisa.

Calle peatonal del centro histórico de Lucca

Entre las visitas obligadas de Lucca destacan su catedral y la iglesia de San Miguel in Foro, ambas con similitudes en la fachada, especialmente por la abundante presencia de pequeños arcos y su parte inferior porticada. Para ver la catedral, incluyendo el campanario y el museo, hay que pagar 9 euros. Por el contrario, la iglesia de San Miguel es de acceso gratuito. Una tercera iglesia a visitar en Lucca es la de San Frediano, especialmente por su bello mosaico de la Ascensión situado en la parte superior de la fachada principal.

La iglesia de San Miguel in Foro, en Lucca

Es muy agradable de Lucca la plaza del Anfiteatro, de forma elíptica, y hoy con todo su perímetro cubierto por las terrazas de cafeterías. Tampoco hay que olvidarse de la torre de Guinigui, desde cuya arbolada cima, tras una fatigosa subida por una larga escalinata, se obtiene una bonita vista de la ciudad. Te cobran cuatro euros por la subida.

La torre de Guinigui, en Lucca

Desde Lucca la próxima etapa es la de Pisa, tras un breve recorrido de 20 kilómetros, apenas media hora. El alojamiento que selecciono es un apartamento en un lugar ideal, a apenas 5 minutos andando de la Torre Inclinada pero fuera de la zona histórica, con estacionamiento gratuito en la calle sin ningún problema. Llego al anochecer a Pisa y rápidamente me dirijo a la zona monumental a través de una de las puertas de la muralla. En cuanto llego al Campo de los Milagros, la gran plaza que acoge al excepcional conjunto arquitectónico que incluye la Torre Inclinada, sufro una gran decepción por la mortecina iluminación nocturna, totalmente insuficiente e impropia de un lugar tan relevante declarado Patrimonio de la Humanidad.

Vista nocturna de la catederal y la Torre Inclinada de Pisa

A la mañana siguiente vuelvo al Campo de los Milagros para visitar detenidamente su conjunto. Me llama la atención los 18 euros de coste para subir a la Torre Inclinada, un precio excesivo para tan solo subir los casi 300 escalones y llegar a la terraza para contemplar el panorama. Si además quieres visitar el camposanto y el tesoro de la catedral, el precio se dispara a 34,90 euros. La otra opción es gratuita y permite entrar en la Catedral y el Baptisterio. No lo dudo y opto por el coste cero ya que no considero relevante pagar tanto por subir a una torre cuyo mayor atractivo es poder contemplar su inclinación, cosa que desde donde mejor se aprecia es desde su cercanía y no desde su terraza.

La Torre Inclinada de Pisa

La inmensa mayoría de turistas ven este conjunto monumental y luego abandonan Pisa, lo que provoca colapsos de gente hasta primera hora de la tarde y una desbandada general a partir del atardecer. Creo que es un error limitar Pisa a la Torre y su entorno ya que la ciudad tiene otros atractivos destacados que merecen una estancia más prolongada. La gran afluencia turística también ha desbordado los precios en Pisa en los restaurantes y algo menos en los alojamientos. Por la noche la avenida que desde el Campo de los Milagros se encamina hacia el centro urbano, repleta de restaurantes, está casi vacía por lo que los camareros se dedican a atraer a todo el que pasea por la calle con pinta de turista, especialmente si te detienes un momento a mirar la carta. Los platos, salvo excepciones, suelen ser rutinarios y los precios exagerados.

Conjunto de edificios del Campo de los Milagros en Pisa

De pisa destaco como lugares con encanto la plaza del Cavalieri, rodeada de edificios singulares, incluyendo dos palacios, una iglesia y la gran Torre del Reloj. También es muy agradable el río Arno y los palacios y bellos edificios que lo flanquean, incluyendo la encantadora iglesia de Santa María de la Espina, considerada una obra maestra del gótico pisano, una pequeña edificación con una prolija decoración exterior, repleta de agujas, esculturas, tabernáculos y otros elementos. Al atardecer, el entorno del río Arno se cubre de un dorado crepuscular que se extiende a las edificaciones que lo bordean.

Atardecer sobre el Arno atravesando Pisa

Desde Pisa me dirijo hacia San Gimignano, a 80 kilómetros. Es una localidad pintoresca conocida como el Manhattan medieval por las elevadas torres, que se levantan en su núcleo urbano y que, desde la lejanía, dan la sensación de rascacielos. Es otra de las grandes atracciones turísticas de La Toscana, con multitud de autobuses turísticos que efectúan fugaces excursiones de unas pocas horas, especialmente desde Siena. Esta avalancha en una localidad cuyas principales atracciones se centran casi exclusivamente en su avenida principal y su plaza principal, provoca grandes aglomeraciones humanas.

San Gimignano, el Manhattan del Medievo

Por supuesto que el casco urbano de San Gimignano está cerrado al tráfico, por lo que decido estacionar en un gran aparcamiento situado junto a la puerta principal de la muralla, en el que encuentro un hueco por casualidad. Desde allí penetro a una localidad volcada al turismo, con todos sus bajos habilitados como comercios de regalos y de productos típicos, que incluyen el vino. El pueblo se sitúa sobre la loma de un monte, todo en fuerte pendiente y apretujado en una escasa superficie, lo que explica su crecimiento en altura.

La plaza principal de la pequeña localidad de San Gimignano

La plaza de la Cisterna, el interior de la catedral para cuya visita hay que pagar 9 euros, algunos palacios y la especial singularidad de sus fuertes pendientes, unido al absoluto respeto a la morfología medieval urbana, justifican el gran gancho turístico de San Gimignano. Para conseguir la mejor imagen del conjunto urbano, con su famoso skyline, hay que salir de la ciudad y buscar cualquier sitio elevado desde sus proximidades.

"Rascacielos" de la localidad de San Gimignano

Desde San Gimignano me dirijo a Volterra, a 31 kilómetros, igualmente situada sobre la cumbre de un cerro y rodeada de murallas. Menos turística que San Gimignano, es otra pequeña localidad digna de visitar en La Toscana, en la que destaca especialmente la plaza del Priori, con varios palacios que incluyen el habilitado como Ayuntamiento. La catedral también es digna de ver con un precioso interior de visita de gratuita.

Interior de la catedral de Volterra

Volterra tiene un imponente castillo habilitado actualmente como cárcel, unas robustas murallas, alguna de cuyas puertas es de origen etrusco, y varias iglesias dignas de ver. También destaca por sus dulces típicos. De entre todos sus palacios el más destacado es el de los Priores, el primero de origen público de toda La Toscana y cuya imagen ha servido de modelo para muchos palacios de la región.

El Palacio de los Priores de Volterra inspiró el Palacio Viejo de Florencia

Desde Volterra enfilo la carretera rumbo a Siena, una de las grandes atracciones de La Toscana, situada a 55 kilómetros. Sigo la misma norma y me alojo extramuros de la ciudad histórica, en un hotel de nueva construcción con zonas ajardinadas y estacionamiento propio gratuito. En Siena voy a pernoctar dos noches dados sus grandes atractivos. Para la visita de la ciudad arranco desde la puerta Camollia, por la que penetro a la zona histórica. Prosigo por la vía del mismo nombre que pronto cambia y pasa a llamarse vía Montanini. Hago una primera parada en el precioso palacio Salimbeni y poco después en la plaza Tolomei para contemplar el sobrio y atractivo palacio del mismo nombre y la fachada de la iglesia de San Cristóforo.

Vista parcial de la Plaza del Campo con el Palacio Público, en Siena

Prosigo mi recorrido peatonal por Siena por el mismo vial, que vuelve a cambiar de nombre y ahora se llama vía Banchi di Sopra y en unos 15 minutos desde mi partida llego a la plaza del Campo, el corazón de la ciudad, dominado por el Palacio Público y su imponente torre. En este amplio espacio abierto se celebra cada año la Logia, una de las carreras de caballos más singulares y famosas de todo el mundo y que atrae a miles de turistas. El perímetro de la plaza está repleto de terrazas de bares y restaurantes, obviamente a precios astronómicos, pero es difícil resistirse a tomarte aunque sea un piscolabis en este encantador escenario.

El Palacio Público con su espigada torre, en Siena

Tras un amplio recorrido por la plaza y su entorno retomo el vial principal que atraviesa el casco antiguo, que ahora se llama vía di Città y en menos de 5 minutos llego a la plaza del Duomo en la que se levanta la imponente catedral gótica, para mi gusto con la fachada más bonita del país, en la que a la gran riqueza arquitectónica se une el colorido de los bellos mosaicos que rematan sus tres pórticos. El precio de la entrada oscila entre los 12 y los 20 euros en función de las dependencias que incluyas, aunque con la de 12 euros tienes acceso al interior de la catedral, la espectacular biblioteca, el precioso interior del baptisterio y la terraza anexa desde la que se tiene una bonita vista del conjunto de la catedral y de la ciudad.

La Catedral de Siena

La visita de la catedral me ocupa prácticamente mediodía por lo que cuando la concluyo ya está comenzando a oscurecer. Otra visita destacada de Siena es la del Palacio Público de la plaza del Campo, con su torre de más de cien metros y 505 escalones, con una espectacular vista desde la cima aunque tengas que desembolsar 10 euros. Si además quieres ver el museo del Palacio Público puedes conseguir una entrada combinada por 15 euros.

Interior del Baptisterio de Siena

Al día siguiente salgo de Siena rumbo a Arezzo, ciudad con la que concluyo mi periplo por La Toscana. Situada a 70 kilómetros de Siena, llego a la ciudad en la que se rodó la inolvidable película de “La vida es bella” con una ligera llovizna, tras casi dos semanas de un tiempo soleado y con temperatura primaveral. El casco antiguo es de modestas dimensiones y su espacio central es la plaza Grande, rodeada de bellos edificios entre los que destaca el museo y el ábside de la iglesia de Santa María. Desde a la plaza, cuesta arriba, se pasa por la fachada del palacio Pretorio, atiborrada de los escudos de armas de destacados próceres de la ciudad. Prosigo unos pocos metros más cuesta arriba y llego a un amplio parque en cuyo lateral se levanta la bella catedral de Arezzo, de gran belleza interior por lo que sorprende que el acceso siga siendo gratuito.

La Plaza Grande de Arezzo

La visita de Arezzo la completo con la entrada a la iglesia de San Francisco, en la que se encuentran los célebres frescos de Piero della Francesca, y un recorrido por el resto de su zona histórica que incluye un par de iglesias destacadas, la torre almenada de su Palacio Comunal, la casa de Petrarca y el teatro del mismo nombre. Desde Arezzo regreso a Florencia, que se encuentra a 78 kilómetros concluyendo así mi circuito por La Toscana, una región monumental y posiblemente la más genuinamente italiana de todo el país.

Ábside de la iglesia de Santa María y museo de Arezzo

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