Anochece cuando llego a Transilvania, la pavorosa tierra de Drácula y del vampirismo, en mi búsqueda de los truculentos lugares que han forjado la siniestra leyenda del sangriento personaje.

Transilvania es la tierra del Conde Drácula y del vampirismo

Parece que no podía haber elegido un momento más inadecuado para esta visita: la oscuridad empieza a invadir todos los rincones, una densa niebla apenas me deja ver a escasos metros y para postre comienza a llover. “Peor imposible”, me digo a mí mismo mientras circulo conduciendo un modesto vehículo alquilado. La oscuridad es tal y la visibilidad tan escasa que no puedo sobrepasar los 20 kilómetros por hora. Por la carretera no circula nadie, y no vislumbro ni casas, ni lugareños, parece como si yo fuera el único hombre sobre la tierra. La sensación de intranquilidad que me produce el estar en esta zona plagada de leyendas sobre vampirismo se transforma de súbito en auténtico miedo, tengo que reconocerlo, cuando un atronador relámpago ilumina el cielo y me deja entrever una gran construcción amurallada.

El castillo de Drácula es menos tenebroso a plena luz del día

Me acerco sin bajar del coche al muro para saber si se trata de alguna hospedería donde alojarme y ya casi en la puerta distingo un cartel. Lo ilumino con los faros y me quedo petrificado al ver que en el mismo se reproduce un personaje siniestro rodeado de lápidas y tumbas con un cartel que indica, en inglés,: "castillo encantado". De inmediato lo identifico: ¡es el castillo del Conde Drácula! Pleno de nerviosismo doy media vuelta al vehículo y trato de alejarme.

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Un cartel indica la dirección hacia el castillo de Drácula

Conduzco en una situación límite, en medio de una oscuridad total y por un vial impracticable por su mal estado, por lo que no tengo más remedio que parar y buscar un alojamiento para poder pasar la noche con la esperanza de reanudar la marcha al amanecer. Cuando ya me he recuperado algo del impacto, vislumbro unas casas entre la espesa niebla. En una de ellas leo el rótulo de pensión. Dadas las inclemencias del tiempo no tengo otra opción que probar en este tugurio. Llamo insistentemente y por fin me abre una anciana desdentada que con una risa floja y desagradable me dice que pase. El lugar no puede ser más siniestro, reina una casi absoluta oscuridad únicamente amortiguada por unas velas, mientras me indica que "cada vez que hace mal tiempo nos quedamos sin luz", para añadir un "je, je, je, ya estamos acostumbrados" que maldita la gracia que me hace. Estoy tan nervioso y tenso que lo que me pide el cuerpo es huir, salir por piernas, pero, ¿a dónde? No tengo alternativa.

La bienvenida al pueblo de Bran es un tanto siniestra

La vieja me dice que le siga para mostrarme la habitación mientras baja unas escaleras con un candelabro en la mano como única iluminación. Lo que faltaba, mi alojamiento está en un sótano con un pasillo húmedo, frío y tenebroso, y en el dormitorio sólo hay un camastro. Pensar que voy a pasar la noche allí me provoca tal inquietud que opto por tomar precauciones y así, aunque no creo en el vampirismo, por si las moscas... le pido una ristra de ajos a la mesonera. Se burla de mis temores pero al final accede. Ante mi sorpresa, en su lugar, la muy astuta me trae un manojo de ajetes, a sabiendas de que no producen ningún efecto contra el vampirismo. Colérico, los estrello contra la pared. No me queda otra que resignarme a pasar la noche sin ninguna protección ya que lo de los crucifijos no va conmigo.

La vieja de la fonda me da ajetes en lugar de ajos contra los vampiros

Intento conciliar el sueño en aquel antro pero extraños e inquietantes ruidos me lo impiden. A veces los siento tan cercanos como si estuvieran en la misma habitación. Es una noche de perros, o más bien de vampiros, ya que en ocasiones lo que escucho es, mismamente, el revoloteo de espantajos a mi alrededor. Así, embargado por la tensión apenas puedo pegar ojo en toda la noche. Cuando empieza a amanecer lo primero que hago es comprobar que no tengo ninguna herida por el cuello, pero tengo que palparme para constatarlo ya que en toda la maldita pensión no hay ni un puto espejo. Rápidamente pido la cuenta a la vieja mesonera, que mantiene todas las ventanas cerradas como si la luz matinal le molestara, y tras declinar el ofrecimiento de un desayuno porque sólo de pensarlo me produce arcadas, salgo de aquel siniestro lugar con un suspiro de alivio.

Los crucifijos también están a la venta para espantar vampiros

Casi no me puedo creer que abandono por mi propio pie la pavorosa fonda. Ha dejado de llover pero persiste una densa niebla. Me dirijo a toda prisa al coche, que está empapado de humedad. Casi me da algo cuando le doy al contacto y el motor no arranca. Lo intento varias veces más, y ya al borde de la desesperación, por fin se pone en marcha.

Los souvenirs aluden al truculento personaje de Transilvania

Dejo la zona y cuando ya empieza a clarear el día decido buscar por el entorno un lugar para pegar un bocado, aunque en estas tierras de Transilvania lo de “pegar un bocado” tiene un doble sentido truculento. Llego a una aglomeración de casas y celebro ver cierto movimiento de gente. Estaciono el coche y nada más bajarme me veo empequeñecido ante la gigantesca fortaleza que sobresale entre los tejados. Sí, es el baluarte de Bran, mundialmente famoso por su nombre de Castillo del Conde Drácula, el terrorífico personaje que dominó Transilvania en el siglo XV y que tenía como divertimento beberse la sangre de sus enemigos tras someterlos a las más terribles torturas, especialmente el empalamiento. Un método que consistía en atravesar el abdomen de los enemigos que apresaba con un palo de más de tres metros y sin punta para provocar un mayor sufrimiento. Luego el palo lo clavaba en el suelo y su víctima permanecía colgada hasta su muerte. Drácula, cuyo nombre aludía a esta tortura ya que se le conoció como Blad el Empalador, asesinó con este y similares métodos, según las crónicas, a casi cien mil personas. Vamos, lo que se dice un angelito no era.

El castillo despunta entre las casas de Bran

Paseo por las calles que rodean al castillo con numerosas tiendecillas y locales dedicados, todos ellos, a la venta de productos alusivos al siniestro personaje, desde camisetas a jarras y tazas, pasando por llaveros y demás artículos turísticos. Mientras camino por la acera me tropiezo con el cartel de la oficina de cambio de un banco. Por una vez estoy completamente de acuerdo con el anuncio y propongo extenderlo a todos los bancos del mundo ya que refleja el espíritu de todos ellos: es el personaje de Drácula con los colmillos sedientos de sangre mostrando el tipo de cambio de distintas monedas.

Un anuncio bancario que podría extenderse a todo el mundo

Es tal el empacho de Drácula en Bran que no me sorprendo nada cuando entro en un bar para tomar algo y todo alude a vampirismo, desde el café, a los bocadillos y las tapas. Al final consigo un menú tradicional, de tostadas con mermelada y café con leche sin ningún aditivo extraño, al menos así me lo asegura el camarero, aunque no puedo evitar comérmelo con cierta aprensión.

Alrededor del castillo se concentran los comercios

En cuanto salgo del entorno comercial, el pueblo no puede ser más truculento. Mientras me dirijo al vehículo me cruzo con varios lugareños cuya imagen no puedo evitar que me produzcan cierta inquietud. Varios de ellos, con aspecto de personajes de otros tiempos, caminan con la guadaña al hombro y más parecen figuras fantasmagóricas alusivas a la muerte. Tampoco hay vehículos motorizados por estas callejuelas, al menos sólo me cruzo con carros tirados por animales y varios de ellos cargados con maderas, que en tan tétrico lugar no me extrañaría que se destinaran a cajas funerarias.

Me cruzo con tétricos personajes con la guadaña al hombro

Enfilo la carretera y abandono Bran, a la que prometo no volver y convencido de que dejo atrás una pesadilla, sin sospechar que tal pesadilla todavía no ha concluido. A medida que me alejo me voy serenando y a media mañana un rótulo me indica que me aproximo a Sighisoara. Es una ciudad también de Transilvania que tengo incluida en mi itinerario como visita imprescindible ya que está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, justificada porque conserva su impecable estructura medieval.

Aspecto medieval de Sighisoara, la ciudad donde nació Drácula

Me dirijo caminando al casco antiguo, cerrado al tránsito de vehículos, y ya en los aledaños me impresiona la armonía del conjunto urbano, que parece transportarme en una especie de túnel del tiempo, a 500 años atrás. Pocas ciudades europeas tienen parangón con Sighisoara, donde se puede rodar cualquier película de época sin tener que modificar prácticamente nada. Incluso hay residentes que visten a la vieja usanza, con un vestuario propio de otras épocas, sin duda para dar mayor carácter ambiental al entorno.

Muchos vecinos aún visten como siglos atrás

Pronto me encuentro con algún comercio turístico en el que, ¡oh sorpresa!, me tropiezo de nuevo con mi "amigo" Blad el Empalador, o Drácula para sus forofos, reproducido en cualquier articulo susceptible de convertirse en souvenir. Pregunto por tan prolijo despliegue mercantilista del personaje y enseguida me lo aclaran. Resulta que estoy en la ciudad que lo vio nacer, en la que vivió su infancia y en la que, según la leyenda, permanece vivo su espíritu, que vaga por sus calles, según me cuentan. Me tomo todo a chufla y prosigo con mi recorrido por las calles de la ciudad.

Casi todo alude a Drácula en Sighisoara

Llego a la imponente Torre del Reloj, en pleno centro, y a su alrededor se repiten carteles similares a los de Bran en bares, restaurantes y comercios de todo tipo, con reclamos alusivos al vampirismo. Aquí no hay castillo de Drácula pero a cambio está la casa donde nació y donde, según me aseguran aunque no termino de creérmelo, aún viven sus descendientes. En la fachada del inmueble hay una lápida en la que se hace constar que allí nació y vivió su más tierna infancia, si es que este espantoso personaje la tuvo, Vlad Dracul. La verdad es que en la ventana hay asomado un individuo que me mira con cara de pocos amigos cuando disparo la cámara. Me alejo del lugar por si el descendiente ha heredado alguna de las tremebundas "manías" de su antepasado.

Un "antepasado" en la casa natal de Drácula

En mi caminata me llama la atención, a lo lejos, un extraño atuendo que porta un misterioso personaje. Mismamente es la indumentaria de personajes de películas de terror: una volátil capa negra perfilada de rojo que le llega hasta los pies y un sombrero de copa también negro. Lo veo de espaldas ya que camina en dirección contraria, pero picado por la curiosidad me doy media vuelta y me dirijo a toda prisa hacia él. No me resulta nada fácil conseguir verlo ya que camina muy rápido y trata siempre de ocultarse tras su capa. Quienes se cruzan con él lo miran con cara de curiosidad y asombro.

Un extraño personaje recorre las calles de Sighisoara

Logro adelantarlo y ponerme enfrente. Por fin consigo ver su, sin ninguna duda, espantoso rostro, con ojos remarcados por maquillaje negro que le provoca una torva mirada. Para mí está claro, no es el espíritu de Blad Dracul que vaga por la ciudad, según la leyenda, es mismamente su reencarnación, y lo tengo a apenas una decena de metros, así que disparo rápida y repetidamente la cámara enfocando tan espantoso rostro.

La imagen del siniestro espectro deambula por la ciudad

Acto seguido me alejo precipitadamente del lugar sin apenas dar tiempo a que tan truculento personaje reaccione. Ya alejado me paro para ver las imágenes y ante mi incredulidad compruebo que en todas las fotos la cara del enigmático personaje aparece totalmente difusa, imposible de identificar. Me pregunto qué ha podido pasar pero no encuentro explicación lógica ya que recuerdo que he enfocado directamente al rostro y que me apareció en la pantalla muy claro, por lo que tendría que haber salido perfectamente.

Ante mi sorpresa la imagen de la cara sale totalmente difusa

Mientras sigo dando vueltas a lo sucedido compruebo que el malvado espectro, muy enfurecido, se dirige hacia mí, por lo que salgo huyendo a todo correr. Tratando de esconderme entro en la monumental Torre del Reloj y subo por la estrecha y empinada escalera que asciende hasta la terraza, a donde llego, tras superar más de 500 escalones, con la lengua fuera.

La monumental Torre del reloj de Sighisoara

Desde allí hay una amplia panorámica del centro histórico de Sighisoara y me sereno un tanto cuando veo a mi perseguidor que ha abandonado la persecución y se ha quedado en la plaza.

Panorámica de Sighisoara desde la Torre del reloj

Desde la atalaya, que tiene un mirador de 360 grados, no pierdo detalle del deambular de tan siniestro espectro. Pasan los minutos y cuando ya estoy trazando un plan para escapar lo veo que se aproxima en un rincón aislado a un niño al que parece haber hipnotizado ya que permanece inmóvil. Es entonces cuando la bestia le atrapa por los hombros y abre sus fauces para clavarlas en el cuello del adolescente. Grito con todas mis fuerzas para alertar de lo que está sucediendo y mis denodados esfuerzos son escuchados por algunos vecinos que se dirigen al lugar que yo les indico con mis ademanes. Llegan justo a tiempo de ver al personaje desaparecer entre un dédalo de callejones mientras el niño permanece sin reaccionar, como paralizado.

Desde mi atalaya veo con horror el ataque del depravado ser

Bajo de la torre y al llegar a la plaza observo a varios vecinos ostentando grandes cruces. Me dicen que es el procedimiento más efectivo para ahuyentar a los vampiros y me insisten en que "se dejan ver de vez en cuando y tenemos que estar alerta", y admiten que estos vampiros gozan de buena salud y de la simpatía de muchos lugareños.

Los residentes sacan cruces para espantar a los vampiros

Así es y no hay más que recorrer Transilvania para constatarlo. En la misma Sighisoara hay hasta un monumento al personaje original de Drácula, Blad Tepes, y gracias a este ser fantasmagórico, popularizado en todo el mundo por Bram Stoker y su famosa novela sobre Drácula, la región consigue pingües beneficios con el turismo.

Monumento al personaje histórico que originó a Drácula

Al término de la lectura de este relato es muy posible que haya quien crea que lo escrito aquí es pura ficción. Están en su perfecto derecho de así pensarlo. De hecho, a mí, a veces, también me cuesta creer que lo que he contado me haya sucedido realmente.

Los transilvanos creen a pie juntillas en Drácula

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO