Fue la época de los crímenes más atroces y los asesinos más sanguinarios, hasta convertir a Chicago en una ciudad sin ley, pero el tiempo y la mitificación del cine han convertido a sus titulares, los gansters, en personajes legendarios, hasta el punto de que el turismo local lo ha aprovechado y rentabilizado. Si vas a Chicago sabes que te espera “el tour del crimen”, visitando los lugares donde se produjeron, en la década de los 20 y los 30 del pasado siglo, las matanzas más famosas y los hechos más significativos de los más relevantes matones, como Dillinger o Al Capone. En cualquier caso, Chicago es una ciudad imponente de obligada visita.

El skyline de Chicago al anochecer Viajo

a Chicago en junio pasado, dentro de un tour que realizo con mi mujer, por las ciudades históricas de Estados Unidos, y enseguida me llama la atención que el pasado virulento de la ciudad en la época del gansterismo no es solamente un vivero para el cine negro. En las tiendas de regalos y souvenirs abundan todo tipo de objetos decorados con los más famosos asesinos de tiempos de la Ley Seca y de la Gran depresión, especialmente Dillinger y Al Capone. A las autoridades locales no les hace ninguna gracia que se mitifique a estos personajes y se remueva en el pasado más negro y virulento de la ciudad, pero el negocio es el negocio, y el turismo ha encontrado en esto un filón y trata de conseguir la mayor rentabilidad posible. Las imágenes de Al Capone y escenas de gansterismo ilustran ceniceros, llaveros, vasos, jarras, tazas, camisetas, bolígrafos y un largo etc.

Souvenir estampado con imágenes del gansterismo

Pero lo que más me sorprende es constatar que varias agencias han montado tours exclusivos para visitar los lugares donde se produjeron los más famosos crímenes, las muertes más relevantes o los hechos más destacados relacionados con las bandas del crimen organizado. Dos de las más famosas agencias se llaman “Chicago Crime Tour” y “The Untouchables” (en alusión a los famosos Intocables de Elliot Ness), te cobran 30 dólares y en autobuses de época y hasta con empleados vestidos a la vieja usanza, hacen un recorrido de 90 minutos por los puntos culminantes del gansterismo. Así, paran en el cementerio católico de Mount Carmel, donde, bajo una gran lápida con una cruz y el escueto nombre de Capone, reposan los restos del también conocido como Scarface (Cara cortada) por las tres grandes cicatrices que cruzaban su cara. Otra parada es la del teatro Biograph, donde John Dillinger, el más famoso atracador de bancos, cayó fulminado en 1934 por los disparos de los agentes del FBI cuando salía del cine con su novia. No podía faltar la parada en Union Station, el lugar donde se produjo el gran tiroteo entre los hombres de Elliot Ness y los matones de Al Capone en la película de Los Intocables.

Uno de los tours sobre gansters y crímenes

Finalmente, la guinda y fin del tour es el punto donde se produjo la matanza del día de San Valentín de 1929, tantas veces llevada al cine, y en la que fueron acribillados siete miembros de “Bugs” Moran, la banda rival de Scarface, y llevada a cabo por unos falsos policías que, aunque nunca se demostró, todo apunta a que eran de la banda de Al Capone o sicarios a sus órdenes disfrazados de policías. Sin embargo, el objetivo principal, que era abatir al jefe de la banda, fracasó porque la orden de abrir fuego se dio antes de que llegara “Bugs” Moran. Es una visita un tanto virtual, ya que nada queda del garaje original donde se produjo la masacre. Como pagar 30 dólares por apenas 90 minutos de tour me parece excesivo, visito algunos de los lugares míticos del gansterismo por mi cuenta.

La Union Station es el lugar del famoso tiroteo de Los Intocables

Pero hay que decir, y con gran énfasis, que Chicago es mucho más que la ciudad que aún recuerda su turbulento pasado. Así, es considerada la ciudad del origen de los rascacielos, y todavía hoy es la que tiene los edificios más altos del mundo si se obtiene la altura media de sus diez inmuebles más elevados. Además, cuenta con 1.125 rascacielos, por lo que sólo la supera en número Nueva York. Una visita obligada es la Willis Tower, edificio que llegó a ser el más alto del mundo con sus 442 metros sin contar las antenas, y que hoy es el segundo de Estados Unidos, sólo por debajo del One World Trade Center de Nueva York, construido en la Zona Cero. Aunque obtengo los billetes por internet, no puedo evitar una cola de casi una hora hasta subir en el ultrarrápido ascensor que en menos de un minuto te sube hasta el observatorio en la planta 110. La panorámica es impresionante y te permite tener una imagen real de la megalópolis de Chicago y su proliferación de rascacielos. Además, es foto obligada la de situarte sobre el balcón del mirador con el suelo de cristal, en el que ya sea de pie, sentado o tumbado, parece que estés flotando sobre el vacío.

Chicago desde el lago Míchigan con el edificio Willis despuntando

Existe otro mirador destacado, el del edificio John Hancock, que tiene 344 metros sin las antenas. Está situado en la parte norte de la ciudad y ofrece una vista distinta del Willis.

Rascacielos de Chicago con el Hancock en el centro

Además de los rascacielos, uno de los atractivos más destacados de Chicago es de nueva creación, ya que fue inaugurado en 2004. Se trata del parque Millenium, una auténtica joya en pleno centro y convertido en un icono de la ciudad. A destacar la decisiva contribución a esta popularidad del escultor español Jaume Plensa, que con el diseño de la fuente Crown ha conseguido el aplauso y la admiración de todo Chicago. Se trata de dos torres de 16 metros cada una separadas por una lámina de agua y en las que aparecen continuamente caras de ciudadanos anónimos de Chicago, y de cuyos labios, en un momento dado, surge un chorro de agua que hace las delicias de los niños. Dado el gélido clima de la ciudad en invierno, la fuente sólo funciona desde mayo a octubre. El reconocimiento al artista catalán ha provocado que su presencia en el parque se haya ampliado con cuatro gigantescas cabezas, tres de ellas metálicas y una de polvo de mármol, que se ubican alrededor de la fuente y que permanecerán allí hasta fin de año a modo de exposición temporal.

La fuente del parque Millenium diseñada por el español Plensa

Junto a la fuente, el elemento más famoso del parque es la escultura denominada “La Nube”, y que popularmente es conocida como “la habichuela” porque esa es la forma que tiene. Se trata de una gigantesca pieza construida con acero inoxidable pulido que refleja, cual un espejo, todo su entorno, incluyendo a quienes se aproximan a ella, y a todos los edificios que rodean el parque. Se ha hecho tan popular que siempre está atestada de gente, la mayoría para hacerse fotos y selfies. El inmenso parque Millenium tiene también un gran auditorio, donde los espectadores pueden elegir entre las gradas de pago y el césped gratuito, con capacidad para 7.000 personas y con un espectacular escenario.

La "Habichuela" se ha convertido en el icono de Chicago

Las calles de Chicago también lucen otras destacadas obras españolas. Así, en la plaza Daley, a escasos metros del edificio del Ayuntamiento se encuentra desde el año 1966 una gran escultura de Pablo Picasso, de 15 metros de altura y 147 toneladas de peso. Se dice que el pintor malagueño aceptó el encargo porque estaba trabajando en otra escultura para Marsella y quería estar representado en las ”dos ciudades de gansters del mundo”.

La escultura de Picasso está situada en el corazón de la ciudad

Muy cerca de la escultura de Picasso, junto a un edificio de la misma plaza, se encuentra la escultura de Joan Miró “El sol, la luna y una estrella”, de más de 12 metros de altura. Fue instalada en 1981, el mismo día que el artista cumplía 88 años.

Joan Miró también tiene su escultura en Chicago

Y asimismo de visita obligada, para ver distintas obras de artistas españoles pero también una de las más impresionantes colecciones de la pintura impresionista y contemporánea, es el Instituto de Arte de Chicago, recientemente considerado, por votación popular, como el mejor museo del mundo. Aunque tal clasificación pueda resultar discutible, es evidente que se trata de un museo impresionante.

Autorretrato de Van Gogh en el Instituto de Arte de Chicago

Y no te puedes marchar de Chicago sin contemplar su skyline, uno de los más famosos del mundo por la gran profusión de edificios altos. Las mejores vistas del mismo son desde el lago Míchigan, el quinto más grande del mundo y en cuya orilla se asienta la ciudad. Se puede hacer un paseo en barco por toda la bahía por seis dólares, cruzando todo el frente marítimo. El recorrido es desde el puerto de barcos (Navy Pier), hasta el acuario o a la inversa. Cuando anochece el punto ideal para contemplar los rascacielos iluminados es precisamente el Paseo que bordea el mar junto al acuario.

El skyline de Chicago desde el acuario

Otro tramo en barco aconsejable, aunque también se puede hacer perfectamente caminando, es el paseo por el sector del río Chicago que atraviesa el centro urbano. Impresiona navegar por el río bordeado de grandes edificaciones y cruzado por las avenidas más comerciales.

El río Chicago por el centro de la ciudad

El transporte público cuenta con una amplísima red de metro. Lo peor es que cuando se construyó, hace más de un siglo, se cometió el error de hacer una parte aéreo, mediante unas gigantescas plataformas metálicas que prácticamente inutilizan las calles por las que discurre su trazado, sometidas a una permanente penumbra y al insoportable temblor y ruido que provoca el frecuente trasiego de trenes. Nada que ver con el moderno monorraíl de ciudades como Tokio y Sidney. Las vetustas estructuras del metro aéreo de Chicago son hoy más un estorbo y en nada contribuyen a mejorar su imagen urbana.

El histórico Teatro Chicago

Si caminas por el centro de Chicago seguro que te tropiezas con algún grupo musical que utiliza distintos espacios urbanos como improvisado escenario para mostrar su categoría. Entre los que más me llaman la atención durante mis paseos por la ciudad destaca un grupo de percusión que sólo se sirve de cubos de plástico para crear un ritmo contagioso y excelente.

Banda callejera de percusión con cubos de plástico

También me tropiezo con un grupo de amish, una comunidad religiosa que algunos llaman menonitas y que se caracterizan por rechazar el mundo moderno, conservando tradiciones y costumbres del siglo XVIII. Descienden de inmigrantes suizos y alemanes, y su lengua es el alemán. Hay más de una veintena de comunidades amish en Estados Unidos y pese a su aislamiento también hacen turismo. Eso sí, todos llevan sus vestidos tradicionales y en público los hombres y mujeres nunca se mezclan.

Amish o menonitas visitando Chicago

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO