“Venid, venid, palomitas”, fueron sus últimas palabras antes de comenzar a lanzar gritos de pavor ante la agresividad con la que se abalanzaron las aves sobre ella. La joven lo estropeó aún más ya que presa del pánico se le cayeron los granos de pienso por el vestido provocando una lluvia de picoteos por los hombros, brazos y pecho. Parecía que las palomas se habían vuelto locas y la iban a devorar. Fue en San Juan de Puerto Rico en un día que no olvidaré.

Las palomas se abalanzan sobre la joven presa del pánico

Septiembre de 2016. Me encuentro recorriendo las calles del “Viejo San Juan”, nombre con el que se conoce el centro histórico de la bella ciudad colonial de la isla caribeña. Uno de los lugares recomendados por las guías es el Parque de las Palomas, que decido visitar porque me pilla de paso ya que, al contrario que a mucha gente, no me hacen mucha gracias estas aves urbanas, casi siempre repletas de parásitos. La verdad es que si finalmente voy es por la esperanza de obtener alguna foto armónica de sus vuelos en grupo.

Numerosas aves picotean a la muchacha

Cuando llego al parque no hay nadie pero muy pronto veo que se aproxima una chica joven con una gran bolsa de comida ya que, aquí en Puerto Rico, no sólo se permite sino que se fomenta que los ciudadanos alimenten a estas aves. De inmediato, la chica, de habla española y que parece nativa de la isla, comienza a esparcir el grano al tiempo que les pide que se acerquen. No tiene que esforzarse ya que parece que hoy los visitantes han sido muy parcos en alimentarlas y un enjambre de palomas aparentemente famélicas se abalanza en tropel hacia ella. La chica se pone tan nerviosa de ver lo que se le viene encima que desparrama por todo su cuerpo la comida provocando que las palomas más osadas se lancen sobre ella y la picoteen por todas partes en busca de los granos.

La mujer comienza a dar gritos y reclamar auxilio

Los alaridos de la muchacha, mezcla de expresiones de dolor y gritos de socorro, me obligan a dejar de hacer fotos y a prestarle ayuda inmediata. Con mis ademanes consigo ahuyentar a las palomas más agresivas. Pronto recibo la ayuda de un barrendero del parque, que acude esgrimiendo su escoba y consigue espantar a las más recalcitrantes, aunque la joven sigue con la expresión de pavor en sus ojos. Instantes después, ya con la muchacha más serena, constatamos con alivio que los daños que le ha infligido el ataque son casi insignificantes, con apenas unas rojeces en la piel pero sin ninguna herida. No obstante será difícil para mí, y mucho más para ella, olvidar tan desagradable episodio. Además, desde entonces se ha acentuado mi recelo hacia las palomas, por mucho que se les identifique con la paz.

Todo comenzó con un inocente reparto de comida

No será el único evento negativo en Puerto Rico. Así, tras una semana recorriendo la isla, me traslado a la vecina República Dominicana y a Cartagena de Indias, regresando de nuevo a San Juan 10 días más tarde para coger el vuelo de regreso a España. Es el fatídico 21 de septiembre de 2016, una fecha negra para la isla. Así, mi avión aterriza en el aeropuerto internacional de San Juan sobre las 10 de la noche. De inmediato constato que las dependencias aeroportuarias están en penumbra y sus salas vacías, deparando una imagen un tanto fantasmagórica para unas instalaciones que reciben miles de pasajeros a diario.

Una bella calle del Viejo San Juan

Paso el control de aduanas y todo sigue igual de vacío, apenas un par de policías efectúa la revisión de pasaportes. El mostrador de prepago para los taxis está cerrado y cuando salgo a la parada no hay ninguno, ni nadie esperando. Aguardo unos minutos pero sólo pasa, de tarde en tarde, algún vehículo privado, pero ningún taxi. Por fin observo una persona a lo lejos que al verme se aproxima y me indica que es tarde y que los taxis ya no funcionan, pese a que apenas son las 22,15 horas. No obstante se presta para llamar a uno mediante una especie de walkie talkie. Diez minutos más tarde respiro con alivio al ver aproximarse a un taxi. Rápidamente, el vehículo enfila la carretera en dirección al Viejo San Juan, en donde me alojo. Me sorprende la total oscuridad reinante en las calles. Si no hubiera estado diez días antes en la ciudad y hubiera constatado su ritmo nocturno habría deducido que estaba en una ciudad muerta. El taxista, por fin, me aclara la situación: La ciudad y toda la isla está a oscuras ¡por un apagón!

Las primeras páginas de los diarios las acapara al apagón

Llego al hotel, situado en un edificio colonial en el centro del Viejo San Juan y, como me temía, todo está a oscuras y subo las escaleras a ciegas, ya que la recepción está en el primer piso. Lo primero que me dicen es que nada funciona por la falta de energía: ni aire acondicionado, ni agua caliente, ni alumbrado, ni wifi , ni internet. Me dan la opción, eso sí, de anular la habitación sin cargo por si quiero ir a alguno de los pocos hoteles de lujo que disponen de generadores que suministran energía. Son las 11 de la noche y no me parecen horas de empezar a buscar hotel, así que opto por quedarme. Con una especie de quinqué me alumbro para llegar y desenvolverme por la habitación. Pronto constato que la situación es aún peor pues no tengo ni agua corriente ya que giro el grifo y apenas cae un lento goteo. Abro las ventanas de par en par para paliar el calor de las cálidas noches puertorriqueñas y me tumbo en la cama para intentar conciliar el sueño. Despierto a la mañana siguiente sorprendido de haber dormido de un tirón pese al calor y compruebo, decepcionado, que seguimos sin luz.

"Esto se jo...(dío)" exclama un diario sobre el gran apagón

Explico al recepcionista del hotel que no me he podido ni lavar por falta de agua y me indica que en las habitaciones de las plantas más bajas sí hay agua y me ofrece la opción de utilizar el baño de una de ellas si al dejar el hotel, al mediodía, continúa la falta de luz, cosa que le agradezco. Como el hotel no tiene comedor me dirijo a una cafetería cercana donde desayunaba en mi estancia anterior. Tampoco hay suerte, está cerrado por el corte de energía. Lo mismo sucede con otros cercanos. Pregunto a un policía y me informa que sólo funcionan dos cafeterías en la zona colonial, las únicas que disponen de generadores. Me dirijo a la más cercana, en la Plaza de Armas, junto al Ayuntamiento. Desde lo lejos adivino el lugar por la cola de gente, que se prolonga varios metros por la acera. Me armo de paciencia y tras 20 minutos de plantón ya puedo echarme algo a la boca.

Colas para desayunar en uno de los dos bares abiertos

En la cafetería ojeo los periódicos del día y todos ellos, obviamente, ocupan sus portadas con el apagón. Uno de ellos es contundente y en grandes caracteres proclama, junto a la imagen de una linterna, que “Esto se jodió”, aunque las tres últimas letras las cambia por puntos suspensivos para evitar el exabrupto, y atribuye lo sucedido a la crisis de la AEE (Autoridad de Energía Eléctrica), la empresa suministradora de energía en Puerto Rico.

Los restaurantes, como este, están cerrados por falta de luz

Otro periódico se inclina por el titular informativo y habla del ”mayor apagón en 36 años”, y que por primera vez toda la isla se queda a oscuras. Atribuye el corte de energía a una avería, que achaca a la “vulnerabilidad” de las instalaciones eléctricas. Otro diario abre proclamando que todo el país se queda “como boca de lobo”.

Este diario denuncia que la isla está "como boca de lobo"

Tras el desayuno, que ante la situación existente me sabe a gloria, me dirijo a visitar lo poco que me quedó pendiente de mi recorrido por San Juan 10 días antes. Ante mi sorpresa compruebo que todo está prácticamente cerrado y que la normalmente concurrida ciudad colonial está desierta. Ni bares, ni tiendas, ni bancos, ni ningún tipo de comercio funciona. Apenas encuentro un par de locales de venta de regalos abierto con la ayuda de generadores alquilados, y eso que ha llegado un crucero repleto de turistas. Pregunto si hay previsiones para el restablecimiento de la luz pero me indican que previsiblemente no será posible hasta el día siguiente. Con todos los problemas que provoca la falta de luz, para mí el más grave es el calor en el interior de los locales por la falta de aire acondicionado ya que en septiembre el calor húmedo del Caribe te hace sudar a menudo. En fin, sólo celebro que la avería se haya producido ahora y no en los días en que recorrí Puerto Rico.

Personaje de San Juan mezcla de revolucionario y creyente

A mediodía regreso al hotel con la intención de darme una anhelada ducha y recoger las maletas para el vuelo de regreso de esa noche. El recepcionista ha cambiado y ahora hay una mujer que dice ser la gerente. Le pregunto por la habitación para poder ducharme y me responde, categóricamente, que no hay agua en ninguna habitación y que no me puedo duchar. Pese a que el recepcionista anterior me indicó que en las habitaciones bajas sí había agua, ella insiste en que no, y rechaza toda opción. Recojo las maletas y antes de irme voy al aseo de la planta de recepción. Veo que dispone de ducha, por lo que abro el grifo y, sorpresa, el agua mana fluidamente en cantidad suficiente para poder disfrutar de un refrescante baño. Sin ninguna cautela me dirijo hasta la maleta que tengo delante de recepción y ante los ojos de la gerente cojo una muda limpia y vuelvo a entrar en el aseo, sin que la recepcionista abra la boca. Un cuarto de hora después salgo como nuevo, tras una vivificante ducha, recojo el equipaje y dejo el hotel “Da House”, un mediocre establecimiento, no sin antes despedirme de la gerente, que sigue callada, con un “hasta la vista”. Como dice el dicho, “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”.

Calle típica del Viejo San Juan

Y ya centrándome en la visita, hay que reconocer que el Viejo San Juan es una bella y cuidada zona urbana con sus armónicas casas coloniales pintadas, en su mayoría, en tonos pastel de todos los colores. Lo mejor es patearse las callejuelas del centro del Viejo San Juan y descubrir la belleza de sus calles y rincones. Lo único negativo es la molestia que provoca la circulación de vehículos, ya que son muy pocas las calles cerradas al tráfico.

Otra de las atractivas calles de casas coloniales de San Juan

Entre sus grandes edificaciones destaca el castillo colonial de San Felipe del Morro, muy bien restaurado y conservado, y la fortaleza de San Cristóbal, también relevante.

El castillo de San Felipe del Morro

Durante mi visita al Capitolio, la sede de los representantes políticos y un edificio imponente, me acerco a un jardín situado frente al mismo donde se encuentra el Paseo de los Presidentes, en el que se reproducen estatuas a tamaño natural de los únicos siete de los 44 presidentes de Estados Unidos que visitaron la isla. Me llama la atención que la mayoría de visitantes se hacen fotos con uno de ellos e ignoran al resto. Me acerco para saber de qué presidente se trata y descubro que es Barack Obama. A la guía de un grupo de turistas parece que no le gusta esta popularidad del primer presidente negro de USA y espeta que “a ustedes les gustará pero hay muchos a los que no le gusta su política”. No soy un fanático de Obama pero si lo comparas con otros presidentes, para mi gusto gana por goleada, por lo que no me puedo callar y le replico que “a mí no me incluya en la lista de detractores”.

La estatua de Obama acapara las fotos de los turistas

Es recomendable visitar la Casa de España en Puerto Rico, un edificio con obvias referencias a la arquitectura de la metrópoli que incluye hasta una reproducción del Patio de los Leones. Su interior también vale la pena y, además, es fácil de localizar ya que se encuentra muy cerca del Capitolio.

La Casa de España en San Juan de Puerto Rico

Para los que buscan playas caribeñas en la capital de Puerto Rico la mejor zona para pernoctar es la de Condado, muy próxima al Viejo San Juan y repleta de grandes y modernos hoteles, alguno de ellos como el Hilton, con una playita privada.

Playa en el barrio de Condado, en San Juan

Cerca hay una playa pública muy agradable con la arena salpicada por cocoteros y unas aguas de color turquesa. No es una playa paradisiaca pero para estar dentro del ámbito de la capital de Puerto Rico no está nada mal.

Otra playa caribeña en San Juan

Otra visita recomendable en Puerto Rico es la de Ponce, la segunda ciudad más importante del país y situada al sur, a 117 kilómetros de San Juan, por lo que se puede llegar en poco más de una hora por autopista, aunque es más agradable circular por carreteras secundarias. Ponce es famosa por su histórico parque de bomberos, una nave de franjas de chillones colores rojas y negras.

El famoso Parque de Bombas en la ciudad de Ponce

El otro punto más famoso Puerto Rico es el de su bosque El Yunque, el único de carácter tropical en el territorio de Estados Unidos. Tiene senderos para hacer distintas caminatas y visitar sus lugares más relevantes, entre los que se encuentran distintas cascadas. Está situado a menos de una hora en coche de San Juan.

Una cascada en el bosque tropical de El Yunque

Para los que quieran visitar Puerto Rico tienen que saber que la seguridad del país está controlada por Estados Unidos y que para entrar se requiere el visado de la Esta, que es muy fácil de obtener al instante por internet. Puerto Rico es un “Estado libre asociado”, lo que supone ciertas dependencias de USA aunque dispone de un parlamento soberano y no puede participar en las elecciones norteamericanas. El inglés es lengua cooficial pero es español sigue siendo, a pesar de las muchas presiones, la lengua materna de los puertorriqueños.

Como en Cuba, en Puerto Rico hay afición al dominó

TODAS LAS IMÁGENES: MANUEL DOPAZO