ALAMBRADAS ELECTRIFICADAS RODEAN EL CAMPO DE EXTERMINIO NAZI DE AUSWICHTZ

Me encuentro en Cracovia en un recorrido con un coche alquilado por el sur de Polonia. Tras tres días en tan bella ciudad enfilo la carretera en dirección a Auswichtz, uno de los lugares calificados como de los más siniestros de la historia de la humanidad, y tras visitarlo, doy fe que no se exagera ni un ápice. Precisamente estos días se cumplen los 70 años de la liberación por las tropas soviéticas de los últimos presos de este campo de exterminio nazi en el que murieron alrededor de un millón de presos, en un 90 por ciento judíos. También se calcula en unos 5.000 los fallecidos españoles.

ARCO DE ENTRADA A AUSWICHTZ CON EL ROTULO DE ·EL TRABAJO HACE LIBRE"

En apenas una hora llego a mi destino. Antes de entrar a las instalaciones hay que pasar por una gran sala donde se encuentran las taquillas. Me llama la atención que los carteles informativos están escritos también en judío, además del polaco como lengua local y el inglés. Es el mes de junio y hay cientos de visitantes en la entrada, con las consiguientes colas en las ventanillas porque hay que pagar si quieres obtener los cascos que sirven de guía informativa o hacer la visita en grupo acompañado de guías en distintas lenguas. Opto por hacerlo en solitario, no solo porque es gratis sino también porque tengo un libro bien documentado y hay carteles explicativos en todos los lugares y dependencias.

GARITAS Y TORRES CONTROLABAN TODOS LOS RINCONES

Nada más entrar atravieso el tristemente famoso arco de acceso al tétrico lugar, coronado con una frase en alemán que dice “el trabajo hace libre”. Es, sin lugar a dudas, la imagen emblemática de tan terrible lugar y hay aglomeración para inmortalizar la visita. Aunque soy muy poco amigo de salir en las fotos e incluso de algunos viajes no puedo demostrar haber estado allí porque no aparezco en ninguna, en esta ocasión espero pacientemente a que se despeje un poco la zona y cedo la cámara a un visitante para poder recordar esta singular visita.

EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN ESTABA PRÁCTICAMENTE BLINDADO

Al cruzar el arco pienso en los más de un millón de seres humanos que entre 1940 y 1945, los años de su existencia, hicieron lo propio para, en la mayoría de los casos, nunca más salir de este campo de exterminio. En el interior, recorro grandes edificios de ladrillo que albergan lo que considero el museo de las más grandes atrocidades cometidas por el hombre. Así como en el exterior no hay limitaciones para la fotografía, en el interior los carteles recuerdan constantemente que está prohibido. Confieso que muchas veces y en numerosos lugares me he saltado estas prohibiciones cuando hay poca vigilancia, pero eso sí, siempre sin utilizar el flash. Esta vez, quizá por el horror y el impacto que me produce lo que estoy viendo, ni siquiera lo intento.

EL PAREDÓN DE FUSILAMIENTO SIEMPRE TIENE RAMOS DE FLORES

En los distintos pabellones se acumulan las fotografías de presos, unos vivos y otros muertos y amontonados cual desechos, pero todos ellos con un denominador común y es su imagen cadavérica, fruto de las condiciones infrahumanas que sufrían y de las que vejaciones que soportaban. Hay salas espeluznantes, en las que se pueden contemplar montañas de los cabellos que cortaban a los internados, zapatos de tofo tipo y tamaño, maletas con las que llegaron al campo con escasas pertenencias y otros objetos de macabro recuerdo.

EL HORNO CREMATORIO DONDE SE INCINERABAN LOS CADÁVERES

Aunque ya había estado en otro campo de concentración también de nefasto recuerdo, el de Mathausen, en Austria, no por ello la impresión que me causa Auswichtz es menos terrible. El listado de los horrores no acaba ya que a continuación visito una cámara de gas en la que metían a los presos con el engaño de que eran duchas y donde los mataban intoxicados con el gas letal zyclon B. Se dice que en ocasiones fueron asesinados simultáneamente hasta 3.000, hacinados en estas cámaras de la muerte. En mi recorrido por el exterior constato que hay un lugar con ofrendas florales. Es un muro negruzco y deteriorado que parece de cemento y situado sobre una pared de ladrillo. No es un muro cualquiera, se trata del paredón, el lugar para los fusilamientos, otra forma de asesinato también utilizado por los guardianes del campo. Familiares y descendientes de los que allí murieron depositan flores como homenaje.

ALREDEDOR DE UN MILLÓN DE PERSONAS PERECIERON EN EL MAYOR CAMPO DE EXTERMINIO NAZI

Me acerco a la zona limítrofe de Auswichtz y me tropiezo con una gigantesca alambrada de espinos y electrificada, de forma que quien intentara escapar quedaba electrocutado. La desesperación de muchos internos era tal, por las duras condiciones de vida, que no fueron pocos los que optaron por suicidarse abalanzándose sobre la misma. Hay informes que aluden a que sólo 300 presos consiguieron escapar con vida durante el lustro de existencia del campo. A mí aún me parecen muchos dadas las extremas medidas de seguridad existentes, con las garitas de control distribuidas por todo el perímetro, la valla electrificada y la gran abundancia de guardianes, ya que su número se cifra en 6.500 durante todo el tiempo de funcionamiento. Sigo la visita y llego a otro de los edificios más siniestros, el horno crematorio, donde eran incinerados los miles de cadáveres que a diario fallecían víctimas de la atrocidad nazi.

EL 90 POR CIENTO DE LOS RECLUSOS DE AUSWTICHTZ ERAN JUDIOS

Auswichtz es en realidad un complejo de instalaciones, ya que se distribuía en tres zonas. La mayor de ellas es la conocida como Auswichtz II, que llegó a contar hasta con 100.000 prisioneros hacinados en barracones de madera. Todos los reclusos llegaban a Auswichtz en trenes y una vez allí se hacía una selección y el reto, especialmente, mujeres y niños, eran generalmente exterminados de inmediato. En total, en los cinco años de existencia se calcula que este campo albergó a millón y medio de presos, de los que alrededor de un millón salieron sin vida, un 90 por ciento de ellos judíos. De los tres jefes de la SS que tuvo el campo, dos de ellos fueron capturados y ajusticiados tras el final de la guerra, pero uno de ellos logró escapar durante casi 20 años, hasta que fue detenido en 1964 y condenando a correr la misma suerte.

MILES DE VISITANTES ACUDEN A DIARIO A AUSWICHTZ

En 1979 la Unesco declaró Auswichtz Patrimonio de la Humanidad, una distinción de la que discrepo abiertamente, ya que no se puede dar a este abominable lugar la misma calificación que a las obras artísticas más destacadas del hombre. Le cuadraría mucho más el de patrimonio de la Inhumanidad o de la barbarie. Termino la visita entre conmovido y deprimido tras constatar hasta dónde puede llegar la barbarie del ser humano. Sin embargo, no sólo no me arrepiento sino, todo lo contrario, lo considero una cita obligada. Me dirijo al vehículo y reemprendo la marcha por el sur de Polonia con la impronta de unas imágenes que todavía me producen un gran impacto cuando las recuerdo.

AUSWICHTZ SE ENCUENTRA A UNA HORA EN COCHE DESDE LA BELLA CIUDAD DE CRACOVIA

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO