El Monasterio de Gracanica, lo más destacado de Kosovo

Estoy atrapado en Kosovo. Los militares serbios me impiden acceder a su país, me cierran el paso al vehículo de alquiler que conduzco y me obligan a dar la vuelta. La situación me parece casi desesperada ya que esta anocheciendo y al día siguiente temprano parte desde el aeropuerto de Belgrado mi avión de regreso. Por mucho que insisto, todo es en vano. ¿Por qué tan drástica decisión de prohibirme entrar en Serbia?.

La bandera del país siempre ondea en Kosovo junto a las de Albania, Estados Unidos, Europa y la OTAN

Así me lo trata de justificar un soldado serbio: un sello que figura en mi pasaporte demuestra que he entrado en Kosovo, que es 'una provincia de Serbia' según me insisten, por un supuesto paso fronterizo con Montenegro que el gobierno Serbio no reconoce y, por tanto, ¡no puedo salir de un país en el que oficialmente no he entrado!. De nada sirven mis lamentos desesperados y ni siquiera mis referencias a que España es uno de los pocos países europeos que no reconoce la independencia de Kosovo. Ni por esas. El paso a Serbia me lo cierran a cal y canto. La situación, nunca mejor dicho, es auténticamente kafkiana.

Vista parcial de Pristina, la capital de Kosovo

A la vista de que los uniformados no ceden, les pregunto qué puedo hacer para poder salir de Kosovo y no quedarme allí de por vida. La única opción que me dan es salir por otra frontera distinta a la Serbia, incluyendo la de Montenegro, en donde me pusieron el sello que me ha provocado el conflicto. La solución me parece una locura, ya que supone atravesar todo Kosovo en dirección contraria a Belgrado, cruzar la frontera a través de Montenegro, de noche, por una carretera estrechísima de montaña, y con un palmo de nieve en pleno mes de mayo como había podido comprobar esa misma mañana, para luego atravesar todo el territorio Serbio por terreno muy montañoso y, además, a toda pastilla, ya que tengo que llegar de madrugada a Belgrado para poder embarcar en el vuelo a España vía Bucarest. Sólo pensarlo me parece una locura.

En Kosovo todavía se ven imágenes tan bucólicas como esta

Les pregunto por otra salida, con el mapa en la mano, y me indican que en vez de dejar Kosovo por Montenegro, puedo hacerlo también por otro país limítrofe, Macedonia, desde donde el camino hasta Belgrado es más llano. La distancia es también un poco menor, pero son alrededor de 600 kilómetros, la mayoría de ellos por carreteras muy sinuosas y estrechas, salvo unos 100 kilómetros de autopista. Todo un disparate cuando apenas estoy a 150 kilómetros de la capital de Serbia. Como no puedo perder más el tiempo ya que lo tengo muy justo, y los soldados no ceden ni un ápice, me lío la manta a la cabeza, doy media vuelta y enfilo la carretera con un gran reto: atravesar todo Kosovo, parte de Macedonia y casi toda Serbia para llegar antes de las 6 de la mañana al aeropuerto de Belgrado.¡Y todo por el maldito sello fronterizo de Montenegro!.

Para los Kosovares es una provocación desplegar en su país una bandera de Serbia, como hacen las monjas del monasterio de Gracanica

Para colmo de males cuando por fin salgo de Kosovo y cruzo Macedonia para entrar en Serbia hace acto de presencia una lluvia pertinaz y molesta que me obliga a moderar al máximo la velocidad. Paso por Skopie, la capital de Macedonia y sólo paro para repostar y comprar unas galletas con las que engañar al estómago, ya que estoy sometido a una carrera contra reloj y no puedo perder ni un minuto. Como debo conducir toda la noche para poder llegar a tiempo, decido parar sólo para tomarme algún café si me entra sueño. El tiempo me parece que pasa volando pero la carretera se me hace interminable.

El monasterio y las monjas de Gracanica están bajo la protección de soldados de la KFOR bajo la dirección de la OTAN.

Por fin, sobre las 3 de la madrugada alcanzo la autopista que conecta con Belgrado y una hora más tarde ya estoy en la capital serbia. Entre el agobio y el nerviosismo he conseguido vencer al sueño y respiro tranquilo cuando llego al hotel donde tenía la reserva para esa noche. Apenas tengo tiempo para darme una ducha y hacer la maleta. Tras devolver el coche alquilado en el aeropuerto me dirijo a facturar el equipaje mientras rememoro la pesadilla vivida y me congratulo de haber superado tan dura prueba.

El interior del monasterio medieval de Gracanica, declarado Patrimonio de la Humanidad, es digno de ver

Ahora me pregunto si valió la pena tanta tensión a cambio de visitar Kosovo, y no lo tengo muy claro ya que, este país para unos, y provincia rebelde de Serbia para otros, tiene muy poco encanto, incluyendo Pristina, la capital, una ciudad rematadamente fea. Lo único por lo que valió la pena esta visita fue por Gracanica, un monasterio cercano a Pristina declarado, merecidamente, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, aunque no fue nada fácil poder contemplarlo dada la animosidad de los kosovares con las monjas que lo regentan.

La guerra que sufrió Kosovo a finales del siglo pasado destruyó numerosos edificios entre ellos una mezquita que ahora se reconstruye

Este histórico monasterio ortodoxo de Gracanica ha sido habilitado como convento por un grupo de monjas que no ocultan su filiación serbia y así lo patentizan desplegando ostentosamente las banderas de este país, toda una provocación para los kosovares, un pueblo de mayoría albanesa que nunca ha congeniado con la población serbia y de cuyo país se autoexcluyeron en el año 2008 con una declaración unilateral de independencia que muchos países han reconocido, pero no España ni la propia Serbia, aunque en los últimos meses las tensiones con sus vecinos son menores. No obstante, ante esta actitud de las monjas, la OTAN se ha visto forzada a trazar un plan de defensa del monasterio con la ayuda de soldados de la KFOR, que con sus armas y con alambradas sobre los muros del recinto, protegen su integridad.

Otro edificio religioso en reconstrucción en el centro de Pristina

Afortunadamente, esta vez no tuve problemas para convencer a estos soldados, de nacionalidad sueca, para que me dejaran ver el interior del recinto religioso de origen medieval, de gran belleza, especialmente por las pinturas murales que embellecen las paredes del templo y sus salas aledañas. La amenaza que se cierne sobre esta edificación ha motivado que la Unesco lo haya incluido dentro de los bienes del patrimonio mundial 'en peligro'. Este monasterio es casi lo único, realmente relevante, que vi en todo mi recorrido por este país, donde no faltan edificios ruinosos por los daños sufridos por la guerra que asoló este territorio a finales del siglo pasado.

Una gran nevada, a mediados de mayo, me sorprendió en la frontera entre Montenegro y Kosovo

Todas las imágenes: Manuel Dopazo