Miembros de la tribu de los mursi, en el sur de Etiopía

Sí sí, las que contagian la enfermedad del sueño y llegan a provocar hasta la muerte. El ataque se produjo en el sur de Etiopía mientras circulaba con otros dos viajeros y el conductor en un todoterreno que no tenía aire acondicionado, por lo que no había más remedio que bajar el cristal de las ventanillas para no asarnos con el sol africano del mediodía.

Los mursi viven en una zona de Etiopía donde la enfermedad del sueño es endémica

Nos dirigíamos al territorio de una de las tribus más emblemáticas de África y no exagero si digo que del mundo: los mursi, famosos por el plato con el que las mujeres se acicalan para parecer más hermosas a los ojos de sus pretendientes. Un plato que sujetan con el labio inferior y que les confiere un aspecto insólito.

Una pareja de jóvenes mursi

Fue de improviso, cuando el vehículo apenas circulaba a unos 40 kilómetros por hora, por un sendero de tierra muy accidentado. De pronto oímos fuertes zumbidos en el interior. Se habían colado por la ventanilla varios insectos voladores. 'Cuidado', advertí, 'son avispas', porque así me lo parecieron por el aspecto y tamaño, mientras una de ellas se posaba sobre el cuello del conductor, que de un manotazo la aplastó con gran celeridad, dejando una mancha de sangre sobre su piel.

Las mujeres mursi adultas ya tienen el labio muy dilatado por la anchura del plato

'No son avispas', me rectificó, y aclaró que eran 'flies', moscas, lo que contribuyó a tranquilizarnos a mi y al matrimonio austriaco con el que compartía el tour, mientras varias revoloteavan por el interior del vehículo. La tranquilidad duró apenas unos segundos y dio paso al pánico cuando el chófer añadió, con toda la tranquilidad del mundo, que eran moscas, sí, pero 'moscas tse tse'. Son 'las mismas que transmiten en África la enfermedad del sueño, que llega a provocar la muerte si no se trata a tiempo', pensé en mi interior, aterrorizado, mientras buscaba cualquier objeto que me sirviera de arma defensiva para ahuyentar y aplastar a tan malditos insectos, al igual que hacían mis acompañantes.

Apenas es un niño y ya porta una AK-47. Detrás, el vehiculo varado

Finalmente, tras unos 15 minutos de 'arduo combate', pudimos cantar victoria sin recibir ningún picotazo. Sabía poco de la enfermedad del sueño en esos momentos, salvo que podía ser mortal, pero más tarde he sabido que hay casi 60 millones de africanos infectados en 36 países y que si no es tratada a tiempo produce lesiones que conducen a la muerte. En fin, cómo para tomárselas a broma, como hizo el conductor.

Pasar por algunos puentes en aquella ruta al sur de Etiopía era una temeridad

Apenas recuperados del susto, llegamos a un punto en el que el sendero se cortaba por el curso de un riachuelo que arrastraba bastante agua y corriente. El conductor del todoterreno nos asegura que no es ningún problema cruzarlo con el vehículo, y así lo hace, pero cuando estamos a punto de alcanzar la orilla opuesta, nos quedamos varados y por mucho que lo intenta no consigue sacarnos del atolladero.

Dos mursi adolescentes

Nos vemos obligados a echar una mano desde el lecho del río, con el agua casi por la cintura, pero ni por esas. Parece que cuando más empujamos, más lo hundimos. No hay más remedio que buscar a voluntarios para que nos ayuden, y eso en África no es ningún problema. No se sabe cómo pero en cualquier parte que te pierdas siempre encontrarás a alguien. Así sucedió y minutos después ya había casi una multitud presta a colaborar. Me llama la atención que uno de los voluntarios apenas es un niño y ya porta un temible fusil AK-47 como si fuera un juguete. Una auténtica atrocidad. No fue tarea fácil pero una hora más tarde pudimos rescatar el vehículo y reemprender la marcha.

Los mursi se prestan a posar a condición de una propina

Poco después de este incidente llegamos al territorio de los mursi, sin duda la tribu más carismática del valle el río Omo, al sur de Etiopía, una de las zonas étnicas más importantes por la gran cantidad y variedad existentes. Una vez en su territorio los mursi no se hacen de rogar y en cuanto oyen un vehículo se acercan a él. Pese a haber visto otras muchas tribus también llamativas y originales, contemplar a los mursi, y en concreto a sus mujeres con el plato labial, resulta impactante.

Tres niñas de la etnia Hamer, asentada al norte del río Omo

Lo primero que explican, con gestos, es que 'nada de fotografías' sin previo pago de una propina por cada una que hagamos. Es una de las escasas posibilidades que tienen de obtener algunos ingresos para poder adquirir, fundamentalmente, un fusil AK-47, el arma anhelada por este pueblo que todavía se dedica al pastoreo y cuya población ronda el número de 9.000, según los últimos cálculos.

Todavías es un adolescente y ya porta su fusil con la canana

El plato labial es el elemento distintivo de las mujeres mursi. Su diámetro crece progresivamente hasta alcanzar el máximo en las mujeres adultas. Pero también portan otros de menor tamaño en las orejas y se colocan otros ornatos. Todo ello contribuye a convertirlas en una de las tribus más asombrosas. Tras un par de horas por la zona, reemprendemos la ruta para visitar otras tribus por estos parajes perdidos de África que han conseguido preservar las características fundamentales de las mismas.

Las etnias de Etiopía presentan aspectos muy distintos

Todas las imágenes: manuel Dopazo