La Bahía de Río desde el Corcovado

Copacabana, Ipanema, el Pan de Azúcar, el Corcovado, ¡qué maravilla de Río!. Inseguridad, delincuencia, suciedad, cutrerío, precios escandalosos. ¡Qué espanto de ciudad!. Si la presencia policial no fuera tan masiva en las zonas turísticas, daría pánico transitar por ellas. Por supuesto, en las áreas sin presencia de agentes de seguridad, es una grave imprudencia que puede costar caro. Y no se trata de favelas o barrios marginales, en el propio centro de la ciudad pasearse con una cámara fotográfica y pinta de extranjero es una temeridad. Las propias Naciones Unidas han reclamado a las autoridades brasileñas el incremento de las medidas de seguridad de cara al mundial para que el evento se pueda celebrar con cierta normalidad.

El Pan de Azúcar desde la contaminada playa de Botafogo

Acabo de regresar de Brasil cuando apenas faltan dos meses para que arranque el mundial del principal deporte de masas de España, del propio Brasil y de otros muchos países. Este año acoge el principal torneo del deporte rey y en dos años será sede olímpica. Ahí es nada. Durante tres semanas he recorrido parte de su territorio, que presume de ser el quinto en tamaño del mundo, pero en cambio esconde que es uno de los más peligrosos. Las noticias de los medios informativos se encargan de recordarlo cada día.

La niebla a veces dificulta e incluso impide ver la bahía de Río desde el Corcovado e incluso a la propia imagen de Jesús

No todo es negativo, por supuesto, y centrándome en Río de Janeiro, sus encantos son incuestionables. La visita en teleférico del Pan de Azúcar, sus bellas playas, especialmente Copacabana e Ipanema y sobre todo la subida hasta el Corcovado en el tren cremallera para contemplar el gigantesco Cristo Redentor y lo que para mí es mucho más espectacular, que es la vista de una las bahías más hermosas del mundo, si la frecuente niebla o la lluvia no lo impide. Son las únicas zonas relativamente tranquilas de Río para los turistas, gracias a la abundancia de los distintos cuerpos policiales y de unos aceptables servicios urbanos, especialmente la limpieza.

Brasileña con su vestido tradicional en Salvador de Bahía

La concentración de los grandes hoteles, restaurantes y zonas comerciales obliga a un gran despliegue de medios de seguridad. Fuera de estos límites, ya nada es seguro e incluyo el mismo centro de la ciudad, en algunas de cuyas calles la delincuencia campa a sus anchas. La imprudencia se convierte en temeridad si además se visita el centro en días festivos o domingos, donde la presencia humana se reduce al mínimo y la policía, por lo general, no está ni se le espera. Lo más frecuente es tropezarte con indigentes tirados por los suelos con el pavimento como colchón y no muy fácil de constatar que son seres humanos lo que se ocultan tras tanta mugre y suciedad.

El barrio de Pelourinho es de visita obligada en Salvador de Bahía

¿Mi recomendación si se quiere visitar algunos edificios destacados del centro, como la catedral, algunas iglesias y el Teatro Municipal? Muy fácil, guardar todo en la caja de seguridad del hotel y salir a la calle con no más de 30 euros y una cámara fotográfica que se pueda ocultar en el bolsillo. Finalmente, otro aspecto que hay que tener en cuenta para quienes quieran visitar Río durante el mundial es que, al igual que ha sucedido en eventos similares en otros países, hosteleros y restauradores aprovechan la circunstancia para una subida de precios astronómica. Un hotel modesto, de tres estrellas, que ya en temporada normal no suele bajar de 70 euros, ha subido las tarifas a más del doble, y si hablamos de cuatro estrellas ya sobrepasan los 300 euros por noche. Y pese a ello ya son muy pocas las plazas disponibles.

El pavimento de la playa dse Copacabana fue el que 'inspiró' el diseño de la Explanada de Alicante

Comer a la carta es un lujo en Río y difícilmente se podrá hacer en un restaurante aceptable por menos de 50 euros. La alternativa son los restaurantes tipo buffet que pagas la comida al peso y en los que unos 750 gramos de alimentos variados con ensaladas, carnes y postres, más una cerveza, te puede salir por entre 10 y 15 euros. Eso sí, lo primero es pegar un vistazo para comprobar la higiene y aspecto de las viandas, porque en algunos casos no reúne las condiciones mínimas de salubridad requeridas. El sentido de la higiene en Brasil deja, por lo general, mucho que desear.

Las cataratas de Iguazú son un espectáculo único en el mundo

Esta situación de inseguridad no es única en Río. También la sufrí en Salvador de Bahía, salvo en el encantador barrio de Pelourinho, restaurado y convertido en uno de los espacios coloniales más atractivos de latinoamérica, porque la presencia policial es abrumadora, y lo mismo sucede en el entorno del faro y playa de Barra. Más de lo mismo encuentras en Belo Horizonte, la tercera ciudad más poblada del País, donde la zona más atractiva y una de las pocas seguras es la del entorno de la plaza de la Libertad. Lo demás es casi pura jungla que ni la abundancia de policías logra pacificar. Sao Paulo la omito, porque preferí no visitarla. Fuera de las grandes ciudades, la situación ya es, afortunadamente, más pacífica y los atractivos del país se pueden visitar sin tantas cautelas. De los que yo he visitado en este mi último viaje a Brasil destaco Ouro Preto, una de las ciudades coloniales más bellas de Latinoamérica, Mariana, muy próxima a esta, y Congonhas, todas ellas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El esplendor de su pasado, cuando se descubrieron las minas de oro, todavía se refleja en sus edificaciones, bellamente conservadas y restauradas.

Vista general de la ciudad colonial de Ouro Preto en el Estado de Minas Gerais

Mención aparte merece Brasilia, una ciudad construida de la nada hace 54 años, para convertirla en la capital del país. Admito que pueda no gustar aunque a mí me pareció fascinante. Cualquier visita a Brasil no será completa si no se contemplan las cataratas de Iguazú, para mí las más espectaculares del mundo, visitables también desde Argentina pero con más vistosidad desde Brasil. Finalmente, Manaus y el entorno del Amazonas, es otra cita obligada.

La catedral de Brasilia, diseñada por el celebre arquitecto brasileño Oscar Niemeyer

En fin, acabo admitiendo que sí, que Brasil es un país emergente, que se encuentra en pleno desarrollo, que es la sexta economía mayor del mundo, que varios millones de sus ciudadanos han superado la pobreza en los últimos años, pero hay que recordar que tiene más de 200 millones de habitantes y que muchos de ellos viven en la más absoluta miseria, lo que provoca grandes niveles de desigualdad y es causa de estallidos de violencia y de una gran inseguridad ciudadana.

Un tucán en el parque nacional de Iguazú

Todas las imágenes de Manuel Dopazo