Si tuviéramos que definir a la fallecida Rita Barberá con una palabra en cuanto a su comportamiento no verbal, sería con la de "liderazgo".

De aspecto contundente y resuelto, la figura de Rita Barberá quedará para siempre asociada a Valencia, a la época de grandes eventos en la ciudad y también a una forma muy peculiar de entender la política.

Pero ¿cómo era el comportamiento no verbal de la ex-alcadesa de Valencia?

Refieriéndonos a su personalidad, podríamos decir que se trataba de una persona con carácter dominante, segura de sí misma, rápida en las decisiones y en la palabra. Contundente en las afirmaciones, agresiva en su comunicación en ocasiones, con voz grave y chispa al hablar.

Tenía la personalidad prototípica de los líderes, proactiva, decidida y con capacidad de convicción. Pero también fácilmente irritable y, en ocasiones, con amenazas veladas a quien se pusiera en su camino. Con el dedo índice, el de la autoridad, el del ego, muchas veces despuntando del resto de dedos.

Rita Barberá era un "animal político", capaz de atraer a miles y miles de votantes. En fin, una personalidad claramente líder.

Tremendamente expresiva, era de sonrisa fácil.

Sin embargo, hemos podido ver en ella en sus últimas comparecencias expresiones faciales de desprecio, de ira y de tristeza. Y eso a pesar de que no renunció a sus colores llamativos a la hora de vestir, a su color rojo, incluso en los momentos más duros; típico de las personas extrovertidas que no temen destacar, ni siquiera en los peores momentos.

Para muchos de nosotros, es la única alcadesa de Valencia que recordamos. Estuvo nada menos que veinticuatro años al frente del Ayuntamiento. Si bien, en los últimos tiempos, los escándalos de corrupción a su alrededor y en los últimos meses sobre ella misma, enturbiaron su imagen, Rita Barberá, en lo que a su comportamiento no verbal se refiere, queda como la imagen misma del liderazgo.