Si creíamos que ya se había investigado todo lo investigable, no podíamos estar más equivocados. En Neurociencia se estudia todo tipo de comportamientos. Y el “Espíritu de la Navidad” no iba a ser menos. La Neurociencia es una de las cuatro disciplinas en las que se basa la Comunicación No Verbal Científica.

Un estudio publicado hace unos días por neurólogos del Hospital Rigs de Helsinki (puedes leerlo pinchandoaquí) ha demostrado que hay una red neuronal del Espíritu de la Navidad, que se activa en las personas que celebran estas fechas al mostrarles imágenes navideñas. En personas que no celebran la Navidad, estas áreas no se activan.

De este estudio, aunque preliminar, pues sólo se han estudiado veinte personas en total (diez que celebraban la Navidad y diez que no la celebraban), podemos extraer algunas conclusiones.

La primera es que la separación que se hace en muchas culturas y religiones entre cuerpo y alma no se ajusta a la realidad. Como véis, la actividad cerebral se plasma en imágenes de resonancia magnética funcionales. El “alma”, que, en Neurociencia se denomina el “yo” es un “producto de la actividad metabólica y eléctrica del encéfalo y el resto de estructuras del sistema nervioso. Al perder la consciencia, el “yo” no se va a ninguna parte: simplemente deja de ser generado por la actividad neuronal. Se desvanece.” Así lo explica el neurocientífico Xurxo Mariño en su más que recomendable libro de Neurociencia divulgativa “Neurociencia para Julia”. El neurocientífico holandés Dick Swaab se explaya durante varios capítulos de su libro “Somos nuestro cerebro” explicando incluso las llamadas ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte) desde un punto de vista científico. Pero vamos, que la mayoría de libros de Neurociencia explican el tema de qué ocurre tras la muerte, la separación entre cuerpo y alma, etc.

La segunda conclusión que podemos extraer es que, dado que la celebración de la Navidad es algo que hacemos por cultura y no por genética, podemos entender así perfectamente el concepto adaptabilidad; es decir, la capacidad que tenemos las personas de adaptarnos a las situaciones nuevas, a generar nuevos comportamientos, a cambiar nuestra forma de pensar, etc.

Cuando mi gata se lima las uñas en el sofá y mi hija comienza a reprenderle, siempre le digo: “déjala, no puede evitar ser un gato, no le puedes reñir por ser lo que es”. Porque lo que para nosotros es una travesura, para mi gata es algo absolutamente inocuo, y no puede evitar hacerlo. Está en su genética.

Sin embargo, nosotros somos capaces de modificar nuestras conductas, de moldear nuestra actividad cerebral. Y esto, bien empleado, nos permite ser mejores cada día, vencer nuestros miedos y nuestras discapacidades, superarnos a nosotros mismos, luchar incluso contra nuestra carga genética. Una persona tímida puede llegar a ser extrovertida a base de cambios en su comportamiento. Por el contrario, está estudiado que hay diferencias en la actividad de los cerebros de los terroristas (lo explica el neurocientífico José Ramón Alonso en “La nariz de Charles Darwin”). El cerebro se puede, hasta cierto punto, claro está, moldear. Y eso aumenta nuestras posibilidades casi hasta el infinito.

Una última conclusión, y ésta ya es una opinión personal, es que todos necesitamos hacer, de vez en cuando, borrón y cuenta nueva. Me hubiera gustado que les preguntaran a los individuos del estudio que no celebraban la Navidad si, aún así, se hacían propósitos para el Año Nuevo. Las Fallas de Valencia tienen su origen en la quema de los trastos viejos que, a través del fuego purificador, daban paso a la primavera. Las Navidades son unas fechas en las que los sentimientos de paz, amor y nostalgia dan paso a una nueva oportunidad de hacer bien las cosas. Los buenos propósitos son tan clásicos en Navidades como los polvorones. Nos apuntamos al gimnasio, nos ponemos a dieta, comenzamos un curso de inglés, etc. En mi caso, he vuelto por fin a Valencia, mi ciudad, mi gente, mi entorno. Todos sentimos la necesidad de volver a empezar y no hay nada más eficaz que que nos marquen una fecha concreta para hacerlo. Como dice el refrán, “año nuevo, vida nueva”.