Podemos estar de acuerdo o no con las políticas que ha emprendido el Partido Popular durante estos últimos cuatro años de gobierno. Pero hay una brecha evidente entre el nivel comunicativo de Rajoy y el del resto de candidatos a la presidencia del gobierno. Eso lo percibimos todos, no hay que ser experto en nada. Si bien, ya lo he dicho en alguna ocasión, el voto debería ser racional, y votarse en función de programas y expectativas de cumplimiento de ese programa, lo cierto es que, al igual que cuando compramos, votamos por emoción. Votamos a quien nos hace sentir mejor, bien porque nos inspira seguridad, bien porque nos da sensación de esperanza o de libertad por romper el status quo, o hasta porque nos parece más guapo o con la voz más bonita, etc. La emoción es la que domina muchas veces este tipo de decisiones. Y en este sentido, la comunicación no verbal tiene mucho que decir. ¿Pero, en el caso de Mariano Rajoy, qué gestos son los que crean esa percepción de distancia con él?

En primer lugar, me llama la atención el hecho de que hace poco gestos, y estos son rectilíneos. Utiliza casi siempre la mano derecha para argumentar. Es decir, su discurso no es espontáneo, no nace de la emoción sino de la razón, de lo aprendido. Nuestro lado derecho del cuerpo y de la cara es nuestro lado más racional, mientras que el izquierdo es más emocional (esto es debido a las distintas funciones de los dos hemisferios cerebrales). En su intervención de ayer pudimos ver buena muestra de ello. Rajoy hablada desde el raciocinio, incluso tocando temas tan sensibles como la violencia de género, la discapacidad, etc. No había emoción.

Mira muy poco a su interlocutor, probablemente porque necesita apartar la mirada para poder ordenar sus pensamientos. Si lo normal es mirar a nuestro interlocutor en un 80% del tiempo cuando escuchamos y en un 60% del tiempo cuando hablamos nosotros, en Rajoy, estos tiempos se reducen sensiblemente, sobre todo cuando habla. Y no sólo aparta la mirada, sino que mira hacia abajo, lo cual le resta autoridad, dominio de la situación.

Si a esto, le unimos un sagital inferior (mentón hacia abajo) muy marcado en numerosas ocasiones, la sensación de falta de seguridad en sí mismo se potencia. Y si no doy sensación de confianza en mí mismo, me resto confiabilidad.

Sonríe muy poco. Un estudio de la Universidad de York de julio de 2014 demostró que la percepción de la accesibilidad de una persona viene determinada en buena medida por la amplitud de su sonrisa. Albert Rivera sonríe mucho, y Pablo Iglesias se está poniendo la pilas con la sonrisa (seguramente, alguien se lo ha aconsejado, porque ha habido un cambio bastante drástico respecto a sus primeras intervenciones). Pero a Rajoy le cuesta mucho. Al menos, en público.

Es muy probable que el carácter introvertido de Mariano Rajoy le pase factura en los platós y en los mitines. No sé hasta qué punto es exigible el que un candidato conquiste con su comunicación no verbal. En cualquier caso, Mariano Rajoy tiene esa asignatura pendiente.