Este domingo pasado, ha entrado en el parlamento andaluz la viva encarnación del odio al diferente, del odio a quien no ha tenido la suerte de nacer en algún país avanzado y en paz como el nuestro, pero, aún así, no se resigna y trata de mejorar su vida viniendo a Occidente.

Yo hoy voy a intentar explicar, QUE NO JUSTIFICAR, por qué el odio a los que no son iguales está triunfando en algunos sectores de nuestra sociedad.

Hace muchos miles de años, las conductas de hostilidad hacia los diferentes eran adaptativas. Cuando vivíamos en pequeños grupos en las cavernas y un individuo de otra tribu venía a la nuestra, era rechazado con contundencia y agresividad para evitar una invasión, para evitar que nuestra tribu fuera destruida por otra tribu.

Hoy en día, esta conducta se puede explicar desde muchos ángulos: sociológico, político, económico,… Y supongo que todas las explicaciones son insuficientes por sí mismas, puesto que se trata de un tema muy complejo, que seguro que abarca muchas dimensiones. Pero yo quiero enfocarlo desde una perspectiva diferente.

Desde la ciencia, podemos por ejemplo explicarlo desde un punto de vista endocrino. La oxitocina, la mal llamada “hormona del amor”, es en realidad la hormona del apego. El apego implica querer estar con una persona o un grupo en concreto. Pero la cara negativa de este sentimiento, que a priori es positivo, es el etnocentrismo y la xenofobia. Quiero estar con este grupo, y rechazo a cualquier individuo que no pertenezca a él.

Este comportamiento de rechazo al de fuera también lo podemos analizar desde un punto de vista neurocientífico: y es que la xenofobia y el etnocentrismo también tienen que ver con las neuronas espejo. Este tipo de neuronas facilitan la empatía emocional. Es decir, por ejemplo, yo veo a un amigo triste y me pongo triste también. Doy una respuesta emocional adecuada a la emoción que veo en el otro. Esto lo puedo hacer porque en mi cabeza simulo lo que le está pasando a esa persona (gracias a las neuronas espejo), que es lo que se llama la teoría de la simulación. Y simularé mucho mejor cuantos más datos tenga sobre lo que le pasa a esa persona y sobre la persona misma. Pero también simularé mucho mejor con personas que se parezcan a mí, con las que comparta valores, cultura, idioma, etnia y color de piel, que con personas que no tengan nada que ver conmigo.

¿Y qué tiene que ver Vox en toda esta explicación?

Se trata de un partido que ensalza el patriotismo como valor principal. De hecho, su Presidente, Santiago Abascal, ha llegado a decir que le gusta que se defina a su partido como “partido patriótico”. Vox apela a unos ideales muy concretos que implican la pertenencia a un grupo, el de los españoles. Con esto, está favoreciendo el apego a ese grupo por encima de cualquier otro. Y esto tiene como consecuencia directa el odio al diferente, apelando a los instintos más primitivos: “vienen los extranjeros y violan a nuestras mujeres, se quedan con nuestros trabajos y además nos matan”. Como cuando cazábamos mamuts y venía un rival de otra tribu a quedarse con lo nuestro. Muy básico todo.

Sin embargo, hoy en día, este tipo de pensamientos, justificable en cierto modo hace miles y miles de años, no tiene ningún sustento objetivo sobre el que ampararse, y no es más que la clara demostración de que nuestro cerebro (el de unos más que el de otros, también hay que decirlo), por muy evolucionados que nos creamos, en muchas ocasiones, se limita a querer cubrir determinadas necesidades muy de las cavernas. Pues eso es lo que hace Vox.