Al menos de eso presumió en el programa El Hormiguero al día siguiente del debate a cuatro: de haber sido el más alto. No sé hasta qué punto presumir de eso es políticamente correcto, y más delante de una persona especialmente bajita como es Pablo Motos. Pero lo cierto es que la altura, y, en general, la buena planta, sí dan un punto a favor en cuanto a la primera impresión. Sin embargo, sólo se convierte en ventaja competitiva cuando todos los demás parámetros son iguales. Es decir, si Pedro Sánchez tuviera la dialéctica de Albert Rivera o la mente rápida de Soraya Sáenz de Santamaría o la estrategia dominante verbal y no verbal de Pablo Iglesias, su altura, y, por qué no decirlo, su buena presencia, su atractivo, serían un punto a su favor.

Este hombre alto, tanto en los mítines como en los debates, carece de naturalidad. Y ésa es una cualidad que los ciudadanos exigimos a nuestros políticos. Que nos hablen desde la emoción, desde el sentimiento. La mayoría de ellos, a fuerza de repetir una y otra vez, y hasta la saciedad, el mismo discurso, las mismas ideas, incluso las mismas frases, como si de un mantra se tratase, pierden esa frescura del discurso verdadero, del discurso emocionado. Un truco: cuando queráis decir una mentira y que no se os note, repetidla hasta aburriros. La emoción acaba desapareciendo y la decís de forma automática. Así es más difícil pillar las mentiras (ojo, para las personas entrenadas en comunicación no verbal científica es más difícil, pero no imposible ;-) ).

En el caso de Pedro Sánchez, este fallo en la naturalidad toma unas dimensiones proporcionales a su estatura. Podemos ver una gran diferencia en cuanto a su paralingüística (todo lo relativo a la voz, excepto las propias palabras) entre los debates y mítines, y otro tipo de intervenciones, como la del martes pasado en El Hormiguero. Ahí sí estaba siendo él mismo; su risa era verdadera, nada que ver con la sonrisa nerviosa que exhibió en el debate, propia de quien no tiene la respuesta a algo que no le gusta y su último recurso es reir.

Fijaos la diferencia entre estos dos vídeos:

¿Notáis la diferencia de voz cuando es natural y cuando está siguiendo un guión?

En las grandes citas electorales, el estilo comunicativo de Pedro Sánchez no está tan claramente definido como el de Albert Rivera (puedes leerlo pinchando aquí). Quizá ello es debido a que está demasiado enfrascado, artificial. Sin embargo, podemos ver cómo es en formatos sin corsés, distendidos. Ahí vemos a una persona con un estilo de comunicación conquistador bajo positivo. Es conquistador por el tipo de gestos que hace, al igual que Albert Rivera. Es muy buena señal para un político de primer nivel como Pedro Sánchez tener un estilo conquistador, porque es con el que mejor se transmite. Sin embargo, es conquistador bajo, porque escucha más que habla. Si fuera conquistador alto, como lo es Albert Rivera, tomaría la palabra más a menudo. De hecho, en el gran debate a cuatro del lunes pasado, pudimos ver en la ya famosa “sala del tiempo” que era el que menos había hablado de los 4 candidatos. Pero un punto muy a su favor, es que es conquistador positivo; es decir, permite que los demás brillen. Al contrario que Albert Rivera, que sufre cuando no es él que tiene la palabra, Pedro Sánchez deja hacer a los demás.