Si Albert Rivera proyecta una imagen de “yerno ideal”, Iñigo Errejón es el “nieto perfecto”. No es el más guapo, ni el más fotogénico, ni siquiera el que más sonríe. Sin embargo, algo más que su rostro infantil le vale la simpatía del público. Y, al igual que Harry Potter luchaba contra el malvado Lord Voldemort, Iñigo Errejón se centra en su lucha contra la casta. No tengo claro si su propio padre pertenece a esa casta o no, pero ése no es el caso.

En estos días de campaña, podemos verle compartiendo vídeos instantáneos en su perfil de Facebook, con el objetivo, según él mismo, de acercar la campaña electoral a los ciudadanos. No sé si cuando te haces un vídeo a ti mismo también se denomina selfie, pero eso es lo que hace. Se graba en vídeo a sí mismo en cada lugar que visita la comitiva electoral de Podemos.

Fijaos en este ejemplo, de ayer mismo. Podéis quitar el volumen, si queréis. Y centraos en su expresión facial.

Si nos centramos en la parte superior de su cara, de cejas para arriba, apreciamos muchísima expresividad. Mueve las cejas contínuamente, y también la frente. Tanto las arrugas horizontales de la frente como las cejas elevadas por el lado interior son características de la expresión de tristeza.

Esa expresión de tristeza suele coincidir con sus referencias a los ciudadanos, sobre todo a quienes lo están pasando mal. Aunque también es cierto que sus cejas están ligeramente más elevadas en su parte interna, con lo cual la expresión de tristeza es muy fácil de ver en él.

Otra cosa es cuando se refiere a sus oponentes o las cosas que según él están mal, e incluso cuando se refiere a sus propios errores.

Las típicas arrugas verticales que aparecen en el entrecejo o glabela cuando nos enfadamos se adaptan perfectamente a su discurso.

Si hay un fallo gordo en comunicación no verbal que tienen prácticamente todos los candidatos es su falta de espontaneidad, su discurso aprendido y por tanto carente de emoción.Quieren llegar a nosotros apelando a nuestra emoción, pero sin conectar con la suya propia. Aunque lo cierto es que no es el caso de este político con cara de niño. Por cierto, que esa cara le ayuda a conectar con nosotros. ¿Cómo? Apelando a nuestros instintos más básicos (no tiene nada que ver con la película de Sharon Stone). Estamos programados para sentir ternura por los bebés y por los niños. Si os fijáis, los pequeños tienen los ojos y la boca más grandes en proporción que los adultos. Eso les sirve para llamar nuestra atención y que les cuidemos. En el caso de los adultos con cara de niños, como en el caso de Errejón, despierta en nuestro subconsciente el instinto materno o paterno.

Al igual que en el mundo mágico de Harry Potter, en el que la capacidad de hacer magia es innata más que aprendida, en el mundo electoral la capacidad de conectar de los políticos pasa por hablar desde la emoción, con gestos innatos más que aprendidos.