Siempre me ha llamado la atención los aplausos en el Congreso de los Diputados. Estamos acostumbrados a ver aplaudir a los asistentes a un concierto, a una conferencia... Pero los aplausos en esos casos suelen ser del conjunto del auditorio. En el Congreso, sin embargo, al igual que en los partidos de fútbol o de baloncesto, sólo aplauden al de su equipo. Y lo mejor de todo, le aplauden diga lo que diga. Aunque se esté dedicando a leer un discurso que ni siquiera ha escrito él mismo. Ahí difieren con un partido de cualquier deporte. Estuve hace poco en el primer partido del Valencia en la Liga y cuando los jugadores valencianos no lo hacían bien, la afición pitaba en lugar de aplaudir. ¿Por qué aplauden entonces los políticos? ¿Y por qué sólo aplauden al de su propio partido?

El origen de los aplausos es muy antiguo. Se sabe que los griegos ya aplaudían en los espectáculos y el teatro para expresar su aprobación. El aplauso, que es un gesto que realizamos de forma consciente, exterioriza quizás la necesidad que tenemos las personas de expresar nuestra opinión, unida a la sensación de estar participando.

Pero si los griegos ya aplaudían, los romanos se vinieron arriba con esto de los aplausos. Nerón tenía 5.000 plausores contratados. Eran personas a las que se pagaba para que aplaudieran sus apariciones públicas. Además, había diferentes tipos de aplauso, según el grado de satisfacción: desde el chasquido de dedos, cuando el espectáculo no había gustado mucho, el aplauso con la palma hueca (denominado imbrex), el aplauso con la palma plana (testa) y, cuando el espectáculo había gustado mucho, se agistaban las togas.

Esto de contratar gente para que aplaudiera lo utilizaron siglos después determinados empresarios para animar los espectáculos, ya que está demostrado el efecto de imitación que se produce al aplaudir. Le denominaron "claque", que en francés significa golpear, hacer ruido. De hecho, en muchas ocasiones, sustituímos el aplauso por unos golpes sobre la mesa o sobre las piernas, con el mismo objetivo de producir ruido en señal de aprobación.

Y con esto que os he contado, ¿no os da la sensación que no hemos avanzado mucho desde Nerón? Al menos en el Congreso... Personas que, entre sus funciones, está la de aplaudir a su "jefe", diga éste lo que diga, elimando su propio criterio (digo yo que no siempre estarán todos de acuerdo con lo que dice el "jefe") y que nunca aplauden al del otro partido, diga éste lo que diga (que supongo que alguna vez dirá algo que les parezca razonable, aunque sea de otro partido).

Y para que no nos quedemos con mal sabor de boca, aquí os dejo al hombre que aplaude más rápido del mundo.