Iba a escribir este artículo por San Valentín. Pero entonces pensé que a muchos lectores les parecería una aguafiestas. Así que he dejado pasar el tiempo hasta encontrar otra excusa para escribir sobre el amor: la primavera. Ya lo decía mi abuela, muy fan de los refranes y las frases hechas: "la primavera la sangre altera". Pues sí. Parece que con el buen tiempo y el solete estamos más predispuestos al flirteo, a enamorarnos, a eso del amor, vamos.

Bueno, pues una vez que tengo la excusa, me dispongo a explicaros lo que dice la ciencia, en concreto la neurociencia (podéis leer a Swaab si queréis profundizar sobre el tema), sobre el enamoramiento. ¿Creías que era cosa del corazón? Pues no. Todo está en el cerebro.

Supongo que la gran mayoría de vosotros ha estado perdidamente enamorado de alguien alguna vez. ¿Qué ocurre para que nos sintamos así, para que centremos nuestros pensamientos y energía en esa persona? Otra pregunta: ¿se trata de una decisión racional? Y otra más: ¿por qué muchas veces sentimos que nuestra pareja nos ha estado mostrando una forma de ser que, pasado un tiempo, no se corresponde con su aunténtico carácter (lo que da lugar frecuentemente a decepciones en los primeros meses de relación)?

Pues la explicación la debemos buscar en las áreas del cerebro que están relacionadas con el sistema de recompensas. Estas áreas se sitúan en nuestra parte emocional del cerebro, el sistema límbico, gobernado por las emociones. El sistema de recompensas se activa en todas las situaciones placenteras (incluidos el sexo o las drogas), liberando una sustancia, la dopamina, que podríamos denominar "la hormona del placer". Así que cuando nos enamoramos de alguien liberamos dopamina, lo que nos hace buscar la consecución del objetivo: la pareja. Pero también se libera otra hormona, el cortisol. Éste está relacionado con el estrés. Cuando estamos muy nerviosos (por ejemplo, cuando sabemos que vamos a tener que hablar en público), liberamos cortisol. La liberación de estas dos hormonas explica que en esos períodos de enamoramiento nos sintamos por lo general tan frenéticos, tan llenos de energía y tan contentos. Y, por si esto fuera poco, en las mujeres sube el nivel de testosterona y en los hombres baja. La testosterona, típica hormona masculina, está ligada además a la seguridad en sí mismo. Cuando nuestro nivel de testosterona sube, nos sentimos más confiados en nosotros mismos.

Y ¿qué ocurre con el paso del tiempo? Pues que la parte racional del cerebro (en concreto, nuestra corteza prefrontal) vuelve a tomar los mandos de la nave, los niveles de testosterona, cortisol y dopamina se regularizan y volvemos a ser nosotros mismos. Por cierto, que la corteza prefrontal, la zona que toma el control, madura completamente en torno a los 20 años. Eso hace que en los adolescentes todo esto del amor se complique mucho más, porque se encuentran con muchas más dificultadas para tomar decisiones racionales que impliquen una planificación, una organización (tareas que se encuentran ubicadas en esta zona del cerebro).

Conclusión: el enamoramiento nos lleva a un estado de placer y felicidad que, con el tiempo, decae. Aunque es una etapa preciosa, debemos tener esto que os acabo de explicar en cuenta. Ni nosotros somos como solemos ser ni la otra persona está siendo como suele ser. Habría que plantearse por tanto el posponer las decisiones drásticas (irse a vivir con la pareja, tener hijos,...) para cuando se normalicen todos los niveles. Porque si no, corremos el riesgo de equivocarnos de persona, pensando que es como en realidad no es.

Llamadme aguafiestas, pero, si tenéis hijos adolescentes o veinteañeros, yo les enseñaría este artículo.