De todos las emociones que gobiernan el cerebro, son los celos los que arrastran peor reputación. Son sentimientos que todo el mundo niega pero todos padecen. Un estado de ansiedad que nace ante el miedo de perder algo que se cree se 'posee', una alerta que se activa ante la aparición de un rival. Pero, ¿por qué los negamos con tanta pasión? Muy sencillo. Porque son el resultado de una debilidad, el reflejo de nuestros miedos, esos que cuidadosamente ocultamos para protegernos. Pregunta al que tienes enfrente si es celoso y lo negará. Es el sentimiento más negado, el que más vergüenza nos produce, y el que más veces y con más intensidad se siente a lo largo de una relación.

Sin embargo, los celos son naturales. Es una emoción universal e innata en el ser humano que se siente por el simple hecho de amar. Los celos son incluso útiles en la pareja, actúan como un activo de energía y erotismo. Si el otro es atractivo para tí, también lo puede ser para el intruso. Son estos celos los que renuevan el código de fidelidad existente en la relación. Son saludables y constructivos. Y en pequeñas dosis, pueden ayudarnos a potenciar el amor. Sin embargo, arrastran desde siempre una inmerecida mala prensa. La muchedumbre los abuchea al pasar.

Pero, ¿por qué existen los celos?, ¿por qué se encuentran presentes en todas las culturas? Porque son un sentimiento natural, como la alegría o la tristeza. 'Son los que permiten la construcción de una relación monógama con una fidelidad de calidad, porque funcionan como un mecanismo de defensa de permanencia de la relación', dicta la pisología evolutiva. Los celos la protege de terceros.

Y, ¿tú qué haces ante una situación que te produce celos?, ¿montas una 'escena'?, ¿sometes a tu pareja a un interrogatorio?, ¿o te controlas? Antes se registraba el bolso de la mujer o la cartera del hombre; ahora se mira el móvil o la cuenta de facebook. Lo que determinará que los celos sean patológicos o normales es su intensidad y el hecho de que se deban a una causa justificada o infundada. Sólo cuando los celos son enfermizos nublan la razón de quien los padece, e impide que cumplan el fin para el que evolutivamente están diseñados los celos. Los motivos por los que somos celosos son los corrientes: por inseguridad, por experiencias negativas del pasado o, sencillamente, ante sospechas reales de infidelidad, pero fundamentalmente, son consecuencia de la experiencia vital de cada uno y nuestra forma de entendernos a nosotros mismos y a nuestro entorno.

Los celos normales aparecen en escena ante un viaje o una fiesta a la que sólo asiste una de las partes, o cuando ves que tu pareja se arregla más de la cuenta cuando queda con alguien. Estos celos sólo dan buena cuenta de que la otra persona te importa, la encuentras atractiva y temes perderla. Expresar ligeramente los celos puede resultar tierno, incluso fascinante, una prueba de amor si la situación no va a más, porque los celos también pueden llegar a convertirse en una patología, en un 'sinvivir', y en relaciones que derivan en la peor de las tragedias.

El amor de pareja se basa en el respeto y admiración mutuos. Las partes contribuyen a la felicidad del otro teniendo ambos su parcela de independencia, pues si no hay libertad, no es amor lo que se tiene, sino posesión. Y el amor no se posee. Por eso los celos, que se las saben todas, aprecian el amor del otro sin darlo siempre por supuesto, y no como hace el amor, que no sólo es ciego sino un maravilloso ingenuo.