Cuando una pareja heterosexual tiene un encuentro sexual, en el reparto de papeles el hombre suele ser un actor silencioso y la mujer tremendamente escandalosa. Entre los suspiros, los gemidos y los gritos parecería que la parte femenina se encontrara en una representación teatral o ensayando para un musical de Broadway. Pero, ¿por qué es así?, ¿por qué la mujer es tan ruidosa? ¿Es real?, ¿es cultural?, ¿finge? Y si finge, ¿por qué lo hace?, ¿se trata de alguna razón inconsciente y de carácter evolutivo, o bien para manipular el comportamiento del hombre?.

La mujer, el 95% de su tiempo en la Tierra, ha vivido en un contexto en el que tenía relaciones con varios hombres en cada ciclo reproductivo. Es decir, que la mujer de la prehistoria podía tenía cinco o más amantes en la misma noche. Su manera de hacer llamadas para atraer a otros machos era a través de los gemidos. Ahí podría estar parte de la clave de que la mujer de hoy parezca insaciable en el sexo. Es decir, que le cuesta arrancar más que al hombre, pero una vez metida en harina, necesita más candela. Pero este no es el tema que hoy nos ocupa, sino el papel de las llamadas 'vocalizaciones copulatorias'.

La verbalización del placer en el sexo no es sólo patrimonio de los humanos. Los gemidos también son característicos de las hembras de primates promiscuos como los chimpancés y los bonobos (lo más cercanos a nosotros), y tienen como función atraer a más machos para obtener los mejores espermatozoides y aumentar la posibilidad de quedar embarazadas. Sin embargo, esto no pasa con las hembras de primates que son monógamos como los gibones o los gorilas. Curioso, ¿no? No sólo es curioso, sino que este hecho no hace más que reforzar el misterio, pues si la mujer de hoy no necesita llamar la atención de otros hombres para que la fecunden en una misma jornada sexual, ¿a qué vienen estos suspiros, jadeos y alaridos femeninos que acompañan habitualmente a las relaciones sexuales?.

Hay tres corrientes de estudio que se entrelazan. Los que señalan que se trata de una respuesta fisiológica al placer, los que explican que es algo cultural, y los que apuntan que es una manera de guiar al hombre. Lo cierto es que la función de las vocalizaciones copulatorias sigue siendo una incógnita -una incógnita para el hombre, claro-. Normalmente, dichos gemidos se emiten durante el inicio, la copulación o incluso durante el orgasmo, y el papel de las mismas es enigmático. Sin embargo, sus efectos son múltiples y extraordinariamente beneficiosos: le sirve de indicativo al hombre de que la mujer está sintiendo placer, le sirve a la mujer para exitar a su pareja o propiciar su eyaculación, puede servir para la sincronización del orgasmo femenino y masculino, e, indudablemente, sirve para elevar la autoestima del hombre. De hecho, qué mujer no ha fingido con tal de dejar conforme y bien parado, por extraño y contradictorio que suene, a su hombre. Todas sin excepción.

Según explica el sexólogo y psicólogo, Antoni Bolinches 'los gemidos son una expresión psicofísica del placer, aunque también pueden utilizarse para reforzar determinadas conductas, para guiar a la pareja durante el acto amatorio'. Se gime como una manera de asentir ante el placer. De la misma opinión es el neurocientífico Barry Komisaruk, quien señala que 'las expresiones faciales que a menudo acompañan al orgasmo están relacionadas con la respiración profunda que también ocurre durante el clímax, por lo que podemos decir que los gemidos son inherentes al aparente esfuerzo', pero no se cierra a que los factores culturales influyan al momento de intimar. Para Francisca Molero, directora del Instituto de Sexología de Barcelona 'la vocalización del orgasmo tiene mucho sentido porque es una forma de acoplarse a la pareja. Entre dos personas que se gustan, el deseo aumenta cuando ves la excitación del otro'. La experta cree que 'no siempre los gemidos son conscientes, se trata de una respuesta normal durante una relación. Además, muchas veces son anticipatorios del orgasmo y suelen producirse como forma de interacción con el otro'. Los jadeos forman parte de la simbología del encuentro sexual.

Existen numerosos trabajos que han examinado los efectos fisiológicos y psicológicos del orgasmo femenino, pero son escasos los estudios sobre la vocalización copulatoria, cuyos datos resultantes determinan algo descorazonador: que todas las mujeres realizan gemidos y gran parte de ellos bajo un control consciente, tratando de influir en su pareja o manipular su comportamiento. Las investigaciones de Gayle Brewer y Colin Hendrie se suman con un ensayo que demuestra que los ruidos de la mayoría de las mujeres cuando practican sexo son intencionados, puesto que 'el momento del orgasmo y los jadeos están disociados, no hay una sincronía, lo que indica se realizan en parte bajo control consciente'. De hecho, las mujeres que participaron en el estudio señalaron que tenían más probabilidad de vocalizar durante el orgasmo o el acercamiento al clímax de su pareja, así como el 25% de las mujeres informó que gemían cuando no habían alcanzado el clímax 'más del 90% del tiempo'. En definitiva, los estudios sobre vocalización copulatoria determinan que el 92% de las mujeres admite que es una manera de impulsar la autoestima del hombre, de que su pareja se sienta seguro de su atractivo y desempeño sexual, y el 66% lo usaba para acelerar el proceso y propiciar la eyaculación, porque, sencillamente, se aburría durante el acto sexual. Por tanto, los gemidos femeninos 'no son siempre expresión directa de la excitación sexual, sino que en la mayoría de los casos, se emplean para manipular el comportamiento del hombre', detallan los autores en sus conclusiones.

Ya saben, caballeros. No se dejen llevar por el entusiasmo auditivo femenino, porque tal vez los gemidos de sus parejas durante las relaciones sexuales no signifiquen que estén gozando o hayan alcanzado el clímax, sino que quieren que se sientan seguros de su masculinidad o, algo contradictorio en sí con los gritos del placer: que acaben ya de una vez. Sea como sea, me temo que el resultado de estos estudios dará que pensar a más de uno.

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