En la tercera temporada de Westworld, los personajes han abandonado el parque temático en el que comenzó todo. La serie de HBO ha dejado el ambiente de western. Los polvorientos desiertos y las tabernas donde se enfrentaban los pistoleros han dejado paso a un mundo futurista con rascacielos domotizados, tecnología de diseño y vehículos sin conductor. Muchos de los seguidores del blockbuster televisivo creado por Jonathan Nolan y Lisa Joy habrán reconocido la Ciudad de las Artes y las Ciencias en València como escaparate de ese futuro. El célebre edificio de Santiago Calatrava es el escenario elegido para ser la sede de Delos, esa corporación que controlaba el parque y que se había convertido en el enemigo.

Durante la primera temporada, asistimos al inicio de la revolución de las máquinas. Los robots de un parque temático ambientado en el salvaje oeste se rebelaban contra las perrerías que les hacían diariamente sus visitantes, los humanos. La segunda finalizó con la salida de algunos de los androides al exterior dispuestos a iniciar su misión de venganza. Y finalmente en la tercera, nos han contado el desarrollo de esa batalla en el mundo real. O al menos todo lo real que puede ser algo en esta serie, que ha jugado desde el principio con desconcertar al espectador con giros inesperados. Entre ellos, descubrir que tal personaje era un ser artificial o que la historia que nos estaban contando no se desarrollaba de manera lineal, sino en diferentes fases temporales. Así que, con estos precedentes, ¿quién nos decía que no seguíamos dentro del parque viviendo otro elaborado engaño? Como la serie sigue abierta, no sería algo para descartar en un futuro.

Dolores Abernathy (Evan Rachel Wood) había resultado ser el equivalente en la versión televisiva a lo que en la película de los 70 era el pistolero intepretado por Yul Brynner. Colgó su recatado y virginal vestido al estilo de La Casa de la Pradera, se puso elegantes vestidos de color de negro y empezó a liarse a tiros fuera. Había iniciado un camino de fuego, muerte y destrucción dentro del parque y ahora iba a continuar su labor en el exterior. O al menos eso parecía. La gran revelación de esta última temporada es que Dolores no ha venido en busca de venganza, sino para liberar a la Humanidad. Resulta que los seres humanos de la vida real están tan oprimidos como los robots del parque del que ella ha escapado. Un sistema informático bautizado como Rehoboam mantiene subyugado al mundo sin que éstos lo sepan. Los algoritmos de comportamiento, el big data, predefinen desde el principio cuáles son las capacidades de una persona y determina el lugar que va a ocupar en la sociedad durante toda su vida, sin posibilidad de que eso cambie. Sin saberlo, el sistema de castas persiste, sólo que controlado por una inteligencia artificial. Pasamos de Parque Jurásico a Matrix, con mimbres de Blade Runner. De una historia en que las criaturas de un parque temático se rebelan contra sus dueños a otra donde la Humanidad lucha contra el dominio por parte de las máquinas.

Se plantea una pregunta similar a la que flotaba sobre la atmósfera de Devs, ¿somos realmente libres o nuestro libre albedrío es una mera ilusión que controla una inteligencia artificial?, ¿son las máquinas los nuevos dioses? Las referencias bíblicas están servidas, ya que el sistema toma el nombre de Roboham, el hijo del Rey Salomón cuya mala gestión por apartarse del camino de su padre causó que su dinastía fuera apartada del poder. Las reflexiones metafísicas sobre el libre albedrío se combinan con trepidantes escenas de acción. Tiros a mansalva, patadas, ataques con catana y persecuciones, mientras se reflexiona bajo la lluvia que uno ha visto cosas que jamás creeríais. Nolan y Joy han vuelto a la guerra entre inteligencias artificiales, como ya pasó en Person of Interest. Allí la historia arrancaba con la creación de un sistema informático que predecía cuándo alguien iba a cometer un delito a base del espionaje masivo de todos los sistemas de comunicaciones y a través de complicados logaritmos de comportamiento. Arrebatando el libre albedrío se reduce la posibilidad de la incertidumbre.

El juego de engaños al que ha jugado Westworld desde el principio continúa durante esta tercera temporada. Dolores ha hecho varias copias de su inteligencia artificial y las ha depositado en distintos anfitriones. Ahora cualquiera puede ser Dolores, incluso sin que ellos lo sepan. Aaron Paul ha sido el fichaje de esta temporada, tras haber retomado hace unos pocos meses a su personaje de Jesse Pinkman en la película epílogo de Breaking Bad. El actor encarna a Caleb, un exmilitar marcado por un trágico pasado, y a quien Dolores recluta para que convertirle, sin que él lo sepa, en el líder de la revolución para liberar a la Humanidad.

El instrumento que usa el sistema para intentar frenar a Dolores es Maeve (Thandie Newton), su antigua aliada en el parque. Los guionistas buscan la motivación para ponerla en el bando contrario a Dolores, por lo que las escenas más esperadas y espectaculares son los duelos entre ambas. Los dos enfrentamientos que sostienen en el tramo final de la temporada tienen un desenlace inesperado. A Vincent Cassel le toca hacer las veces del gran de villano de turno, el hombre que mueve los hilos. Pero en el episodio final descubrimos que no es más que una herramienta de Rehoboam. Ni siquiera sus frases son suyas, sino que repite exactamente lo que el sistema quiera que diga.

En esta temporada no abandonamos el parque del todo. Durante estos episodios tenemos la oportunidad de conocer dos nuevas secciones más, aparte de la archiconocida ciudad del lejano oeste. En la segunda temporada ya vimos una dedicada al Japón de los samuráis y en esta tercera otra dominada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, así como un campo de entrenamiento que sirve para que los militares practiquen tácticas de combate con los androides como conejillos de indias. Seguimos contando con Ed Harris, como William, conocido como el Hombre de Negro, así como con Bernard (Jeffrey Wright). Aunque sus tramas aquí parecen más dedicadas a mantener a sus personajes en barbecho para asignarles misiones más elevadas a partir de la cuarta temporada. Porque sí, la serie ha sido renovada para una nueva entrega. La revolución contra la tiranía de las máquinas ha empezado y se han puesto sobre la mesa muchos interrogantes que deberán desvelar los nuevos episodios. El más importante de todos: ¿Volveremos a ver a Dolores? Porque su personaje ha terminado muy mal parado y la escena que se han reservado para después de los títulos de crédito, en lugar de dar respuestas, deja abiertas nuevas líneas argumentales respecto al futuro de William y de Bernard. Y deja claro que El Hombre de Negro seguirá siendo el gran enemigo, aunque de manera distinta a la de como lo hemos conocido.