Las pasadas navidades la redacción de noticias televisivas de The Newsroom, la última serie de Aaron Sorkin, echaba el cierre y su creador decía adiós a la televisión. Su final me ha recordado a aquella escalofriante imagen en la que, tras el fin de las emisiones de CNN plus en España, el logo de Gran Hermano ocupaba toda la pantalla para anunciar las emisiones del reality show más veterano durante las 24 horas del día. La pésima noticia de la cancelación de The Newsroom llegaba tras las críticas recibidas en el final de la segunda temporada. Los responsables de la ficción televisiva decidieron que en la tercera terminarían de atar cabos sueltos y poner punto y final a la historia. Al ser una trama cerrada y de 25 episodios, The Newsroom se convierte en una de esas series perfectas para disfrutar de un tirón en verano y decidir si eres de sus detractores o sus defensores. Aunque admito alguno de los fallos que se le reprochan, me declaro entre los miembros del segundo grupo. Aaron Sorkin sigue siendo uno de los guionistas más elegantes de la industria audiovisual norteamericana y sus rápidos y ágiles diálogos beben de las fuentes de un gran clásico como es Billy Wilder.

La serie nos cuenta las vivencias de la redacción de periodistas de una cadena de televisión norteamericana, a cuyo frente está Will McAvoy (Jeff Daniels), un presentador que durante años se ha caracterizado por ser el busto parlante perfecto y mantenerse en la cumbre sin significarse demasiado políticamente para tener a todos contentos. La escena con la que arranca es una de las más recordadas y en ella vemos cómo durante un debate en una Facultad de Periodismo una estudiante le pregunta a nuestro protagonista “¿Por qué América es el mejor país del mundo?” Pues mire usted, es que no lo es. La respuesta supone el momento en el que todo se lía. En medio de esta crisis personal y profesional, McAvoy decide dar un cambio en su carrera y se compromete con un periodismo veraz . Uno consistente en dejar que sean los hechos quienes hablen y mostrar cómo muchas veces lo que dicen los políticos no se corresponde con lo que hacen. En suma, desenmascarar hipócritas, ya que la verdad no es siempre algo con lo que está cómodo todo el mundo. Muchas de las noticias que los protagonistas en la ficción cubren son reales, con lo que en las tramas de la serie vemos hechos de la reciente historia norteamericana como el incendio de la planta petrolífera BP, el ascenso del Tea Party, la ejecución de Bin Laden, los atentados de Boston o el escándalo de Wikileaks.

Algunos reprochan a Sorkin que ofrece una visión del periodismo demasiado idealizada y que no tiene nada que ver con la realidad. Creo que este idealismo es más una virtud de la serie que un defecto. En El ala oeste de la Casa Blanca, Aaron Sorkin nos mostraba a uno de los mejores presidentes norteamericanos de la ficción, Josh Bartlet, mientras en la realidad el país estaba en manos de George W. Bush, posiblemente uno de los personajes más detestados del reciente siglo XXI. Si aquella era la visión utópica de la política norteamericana con la que sueña el guionista, The newsroom es la del periodismo televisivo.

Durante la primera temporada, el blanco de los ataques de la serie fue el ultraconservador tea party y la audiencia disfrutaba viendo cómo nuestros periodistas les metían caña y les dejaban en evidencia. Sorkin nunca ha ocultado su preferencia por el Partido Demócrata. Sin embargo, a partir de la segunda temporada, los argumentos se meten por otros derroteros y empieza a dejar caer mensajes que posiblemente no harían demasiada gracia a la administración que hoy está al frente de la Casa Blanca, ni tampoco al público potencial de la serie. Las tan criticadas maneras de afrontar la guerra contra el terrorismo de la Administración Bush no sólo han continuado con Obama sino que se ha profundizado en ellas. Se nos cuenta cómo el actual gobierno que está dispuesto a meter a periodistas en la cárcel para que revelen sus fuentes. También en algún momento se nos deja caer que algunas de las decisiones políticas que nos llevaron a la crisis económica cuyas consecuencias aún sufrimos se remontan a la etapa de Clinton, también del Partido Demócrata. Sorkin da un repaso a todo lo que ha sucedido en su país en los últimos años y nos da su opinión de la boca de sus personajes. Ni siquiera el movimiento indignado, que en Estados Unidos se llamó Ocupa Wall Street, se libra de que le den cera. De esta manera, las historias de actualidad se entremezclan con tramas propias de comedia romántica entre los miembros de la redacción y la presión de los directivos de la cadena para que los contenidos de los informativos no irriten demasiado a los anunciantes.

Algo que ha molestado a los detractores es que es muy fácil hablar de estas cosas a toro pasado, dos años después y cuando ya se disponen de todos los datos. Así que quizá para compensar estas críticas, en la segunda temporada los guionistas nos contaron la historia de cómo al equipo de redactores les cuelan un falso escándalo que deja por los suelos toda su credibilidad.

La tendencia de Sorkin a opinar absolutamente de todo parece es uno de los mayores reproches que le hacen los detractores de The Newsroom, mientras que otros le reprochan que el propio guionista parece formar parte de esa casta a la que pretende criticar. Yo personalmente, me interesan más las opiniones de Sorkin, las comparta o no, que las de cualquier trol de Internet con ganas de berrear