Hace ya diez años que en HBO terminó The Wire. Una década después, su creador David Simon sigue poniendo en marcha nuevas series para la plataforma y cada vez que se estrena una es como si llegara una nueva temporada de su mítica obra. Da igual que la trama transcurra en un gueto de Baltimore, en el barrio de Tremé de Nueva Orleans, o en las calles de The Deuce de Nueva York, en todas ellas tendremos la sensación de estar viendo la misma serie y tienen el sello de calidad de este autor. En The Deuce, Simon sigue narrando la historia del origen del cine porno, pero desde el punto de vista de los habitantes de este barrio neoyorquino del que salieron algunas de las prostitutas que empezaron a trabajar en las primera películas pornográficas. La segunda temporada, que ha terminado esta semana en HBO, ha dado un salto en el tiempo respecto a la anterior. De los primeros setenta en los que la pornografía era clandestina en Estados Unidos y se estaba gestando su legalización, la acción avanza hasta el año 1977, en plena época de lo que se conoce como la Edad del Oro del Porno.

Eran años en los que el cine pornográfico llegó a proyectarse en salas convencionales y hasta había movimientos de vanguardia que, con ánimo transgresor, se sumaban al nuevo género. Tras el éxito de Garganta profunda en 1972, surgieron otras con pretensiones más artísticas como Tras la puerta verde (1972) o Devil in Ms. Jones (1973), o bien se buceaban en clásicos literarios y del cine para hacer su propia parodia picante. Aunque algunos de sus personajes están basados en personas reales, en The Deuce no veremos la historia de las primeras estrellas pornográficas, sino que se nos cuenta cómo era la vida en el barrio junto a Times Square del que salieron las primeras prostitutas que se prestaron a cobrar por practicar el sexo en la pantalla y cómo se adaptaron sus vecinos a los nuevos tiempos. El porno empieza a celebrar sus primeras galas de premios y aquellas que triunfan en el mundillo saben que tarde o temprano tendrán que marcharse de Nueva York para establecerse en Los Ángeles. Algunas de las prostitutas se sorprenden que entre las nuevas actrices porno hay jovencitas que no empezaron en la calle como ellas, sino que su carrera ha arrancado directamente en la pantalla. Como todas las series de David Simon, estamos ante una serie coral, en la que a través de los personajes se nos reconstruye la vida cotidiana de este barrio neoyorquino. No sólo vemos la historia de las prostitutas, sino también de sus proxenetas, la mafia intentando sacar tajada, policías corruptos y honrados, y empresarios del mundo de la noche y los locales de ocio. Desde discotecas clandestinas habilitadas en viviendas a los locales dirigidos a una clientela específicamente homosexual, pasando por cabinas Peep show con bailarinas en vivo.

En el reparto brilla con luz propia Maggie Gyllenhaal, cuya interpretación es sin duda la mejor de la serie. En la primera temporada era Candy, una prostituta que apuesta por lanzarse al mercado del porno para abandonar la calle. En esta segunda temporada, su actividad está más detrás de las cámaras y pretende conseguir reputación y un nombre en el mundo del cine a través del porno. No quiere hacer meras escenas de mete y saca, sino que sus pretensiones son más artísticas y quiere aportar a la pornografía el punto de vista femenino. Esto le provoca no pocos encontronazos con su productor, que tiene muy claro que quien se sienta ante una película porno lo que quiere es ejercitar la mano viendo escenas de sexo y que el principal público potencial es el masculino. Pero los títulos de crédito ponen a James Franco como el protagonista prinicipal, haciendo un doble papel con una pareja de hermanos gemelos. Desde el principio me ha parecido un poco gratuito este doble papel, pero por lo menos en esta segunda temporada se han hecho más esfuerzos para que el espectador pueda diferenciarlos, haciendo que cada uno lleve looks totalmente diferentes. Uno, sufrido trabajador y empresario del mundo de la noche; otro, vividor y jugador para el que la vida es una fiesta y es fuente de problemas para todos.

La segunda temporada ha subido el listón respecto a la primera y promete que la cosa puede mejorar aún más en una tercera. David Simon le ha empezado a coger el pulso a sus personajes y quienes lo seguimos ya sabemos lo que eso significa.