En un decrépito caserón de Staten Island (Nueva York), entre apolilladas alfombras y candelabros llenos de telarañas, vive la comunidad de vampiros más divertida de la televisión. Los chupasangres de Lo que hacemos en las sombras acaban de terminar su segunda temporada (en España en HBO) y han sobrevivido con nota a la experiencia, pese a su condición de no muertos. La serie es una adaptación a la televisión de la película neozelandesa que en 2014 rodaron Taika Waititi y Jemaine Clement. Un falso documental en el que asistimos a las incidencias de la vida cotidiana de un particular grupo de criaturas de la noche, amantes de la hemoglobina. Lo que en la película estaba en estado embrionario, aquí se expande y promete seguir dando mucho juego para unas cuantas temporadas más. El escenario se traslada de la isla del continente oceánico a la populosa Nueva York. Los protagonistas siguen siendo vampiros de toda la vida en un mundo que no es el suyo. La serie es una de esas comedias televisivas que conjugan terror y comedia, como ya hicieron con grandes resultados en los 60 Los Monsters o La Familia Addams. Y de paso marca distancias con las fantasías romanticonas de Crónicas Vampíricas y las hormonas desatadas de True Blood.

Su creador, Taika Waititi, está viviendo uno de sus momentos profesionales más dulces tras haber sido nominado al Oscar por su trabajo tras las cámaras en Jojo Rabbit y ser uno de los directores más cotizados en ese gran conglomerado que forman Marvel y Disney para quienes ya realizó Thor Ragnarok, algún episodio de The Mandalorian y prepara Thor: Love and Thunder, así como un proyecto aún por desvelar para la gran pantalla ambientado en el universo cinemático de Star Wars. El propio Waititi fue el realizador de tres episodios de la primera temporada de Lo que hacemos en las sombras. Con este padrino de lujo, no era raro que los resultados no defraudaran.

El jefe de la comuna vampírica es Nandor el Implacable, interpretado por Kayvan Novak, y que está inspirado en los antiguos mitos del conde Drácula. El de toda la vida. Ese Vlad El Empalador que durante las Cruzadas regó caminos con la sangre de los infieles. Por cierto que el nombre de Nandor es uno de los clanes creados por J. R. R. Tolkien para los elfos en la mitología desarrollada para El señor de los anillos. ¿Coincidencia? No hay que olvidar el origen neozelandés de Peter Jackson, el director que llevó al cine ese universo literario. A Nandor le acompañan Nadja (Natasia Demetriou) y Laszlo (Matt Berry), una pareja de amantes que lleva más de 300 años juntos y para quienes la vida sigue siendo una fiesta. Nandor en cambio es dado a caer en la nostalgia y la melancolía, mientras que ellos son más extrovertidos. Todos ellos representan distintas caracterizaciones del vampiro que hemos visto en el cine clásico de toda la vida. Les acompaña Colin Robinson (Mark Proksch), un vampiro psíquico que es uno de los mejores personajes de toda la serie. Bajo la apariencia de un gris y tedioso oficinista se esconde una depredador implacable, capaz de absorber la energía mental de su víctimas. Los agota de aburrimiento. Y por último está Guillermo (Harvey Guillen) en el papel del devoto mayordomo de la familia y que aspira a que su amo le convierta en vampiro algún día. Uno de los momentazos de la serie llega cuando (cuidado que viene un spoiler, el que no quiera saberlo puede cambiar de párrafo) descubre que está emparentado con Van Helsing, el mítico cazador de vampiros que aparece en la novela de Bram Stocker. Así que su dilema está en continuar el legado que le viene por herencia genética o permanecer junto a su familia de hecho.

A través del formato del falso documental, los personajes cuentan a cámara sus problemas cotidianos, como vimos en la película. Ser un vampiro chapado a la antigua en el siglo XXI puede ser algo muy complicado. Hay algo maravillosamente decadente en ese acento al hablar característico de la Europa del Este. Muy a lo Bela Lugosi.Y también despiertan una gran ternura al ver cómo su mirada se ha quedado totalmente obsoleta para entender cómo funciona hoy el mundo. Un vampiro de cierta edad es imposible que pueda integrarse en la sociedad. No estamos en un mundo que pueda tolerar su "peculiares" hábitos y los retos virales pueden ser para ellos algo mucho más aterrador que lo que pueden suponer para un adolescente que se las sabe todas para moverse en el mundillo digital. Y mucho cuidado con los hombres lobo, que esas peleas las carga el diablo.

Lo que hacemos en las sombras está llena de guiños al género vampírico, desde los grandes clásicos a otras películas más actuales. Con los cameos con los que ha dejado boquiabiertos a sus fans parece como si esta serie fuera el elemento que las conecta a todas. Desde el Lestat de Ann Rice a Buffy Cazavampiros, pasando por la melancólica mirada con la que revisitó el género Jim Jarmusch en Sólo los amantes sobreviven y, sobre todo, la literatura gótica de Bram Stocker. En la primera temporada hizo un cameo Tilda Swinton, retomando el mismo papel que hizo en el filme de Jarmusch. También tuvimos a Evan Rachel Wood (Westworld) que ya aparecía en True Blood, a Danny Trejo a quien Robert Rodriguez elevó al estrellato con Abierto hasta el Amanecer y hasta a Wesley Snipes, que en el universo cinemático de Marvel encarnó a Blade el cazavampiros. En este segunda temporada no hemos descansado con los cameos, ya que hemos tenido a Mark Hamill, el mítico Luke Skywalker, y a Haley Joel Osement, el niño de El sexto sentido en un papel muy diferente con el que el que debutó en el género del terror. El Teatro de los Vampiros, que ha hecho acto de presencia en el desenlace de la temporada, seguramente lo recordarán los seguidores de las novelas de Ann Rice, ya que era allí donde se escondían en París Armand (Antonio Banderas) y su grupo en la película Entrevista con el vampiro. Este grupo tenía un particular método de ajusticiar a quienes cometían la deslealtad de acabar con uno de los suyos. ¿Alguien recuerda el dramático final de Kristen Dust en el film de Neal Jordan?

Dos temporadas de diez capítulos cada una, con una media de duración de veinte minutos por episodio. De ésas que se ven de una sentada y en la que cada semana sorprenden con una trama novedosa y original para un género muy trillado y en el que pensábamos que ya habíamos visto todo. Tanto para hacer terror como para parodiarla. Lo que hacemos en las sombras se mantiene como una de las propuestas más refrescantes de la televisión. ¿Convencerán a Sarah Michell Guellar para que haga un cameo como Buffy el año que viene? Al fin y al cabo, ya lo hizo el año pasado para el final de The Big Bang Theory. Mientras lo negocian, esperemos que el equipo de producción siga sorprendiéndonos todas las semanas.