Otra de las series de la década acaba de despedirse de nosotros. ¿Para siempre? Homeland ha echado el telón en su octava y última temporada. Una entrega final que se había venido retrasando un año, pero la espera ha merecido la pena. La serie se ha marchado por todo lo alto. Una trama final que ha estado a la altura y que ha colmado con creces las expectativas. Homeland tuvo su gran crisis de audiencia en la tercera temporada, momento en el que muchos de sus seguidores iniciales abandonaron el barco. Sin embargo, la serie supo sobrevivir a la marcha de uno de sus principales protagonistas y, desde entonces, ha venido reinventándose año tras año. Ha habido temporadas mejores que otras, pero siempre ha dado muestras de lo que es televisión con mayúsculas, renovando el género de espionaje. En ella hemos visto la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo en Oriente Medio y las consecuencias de los atentados del 11-S. A lo largo de estos ocho años, la serie ha dado un buen repaso a muchos de los escenarios en los que se ha vivido este conflicto. Desde los agentes durmientes en suelo americano, la lucha a pie de escenario, el poder de las fake news para desestabilizar gobiernos o las acciones de los comandos yihadistas en suelo europeo.

Cuando llega el final, no hay nada como volver a la esencia de los inicios. El título del último capítulo, Prisioner of War, es el mismo que tuvo la serie israelí en la que se inspiró. Carrie Mathison (Claire Daines) arranca la temporada en una situación parecida a la de Brody (Damien Lewis) al principio de la serie. La espía de la CIA acaba de ser liberada tras pasar meses encerrada por los rusos y, entre los suyos, no tienen muy claro si ella puede ser un enemigo infiltrado. Parecía que la capacidad mental de Carrie había quedado tocada para siempre en el momento de su rescate. De hecho, cuando Saul Berenson (Mandy Patynkin) viene a reclutarla para una última misión, ella aún está recuperándose en un psiquiátrico de su cautiverio. Paradójicamente, ésta es la temporada en la que Carrie mayor equilibrio mental presenta. Diría que es la primera temporada en la serie en la que no tiene una crisis mental a causa de su trastorno bipolar, que siempre la dejaba en una situación vulnerable en los momentos más inoportunos. Carrie sabe perfectamente lo que hace y tiene su propia hoja de ruta, aunque eso le suponga tener que enfrentarse a los agentes de su propio país.

La temporada final de Homeland es como un compendio de los mejores momentos de la serie con un escenario que va cambiando. Alguna referencia a Abu Nazir (Nabid Megahban) o a Peter Quinn (Rupert Friend) hubiera sido algo de agradecer. Todo empieza con las negociaciones con las que el gobierno de Estados Unidos quiere sentar en la mesa a los talibanes con el gobierno de Afganistán para poder dar por cerrada la guerra en ese país. Un escenario en el que se recuperan tramas de la cuarta temporada, el momento en el que la serie demostró que no necesitaba al personaje de Brody para salir hacia adelante. De hecho, se había convertido en un lastre. Como ocurre en la mayoría de las temporadas de Homeland, es a partir del cuarto episodio cuando llega ese giro que pone todo patas arriba.

A estas alturas, los seguidores de la serie ya saben ver extrañas conspiraciones por todas partes. Pero si lo que acaba de ocurrir no ha sido algo accidental, podría suponer el inicio de una nueva guerra, en la que el uso de armas nucleares bien podría ser una opción real. Hay gran tensión episodio tras episodio en el apasionante juego de la búsqueda de la caja negra que se convierte en el macguffin que mueve toda la trama y en la que siempre hay un giro inesperado. Aunque hace tiempo que la serie optó por meter a líderes políticos imaginarios en sus tramas, Homeland sigue muy conectada con la actualidad real. En medio del caos, hay quienes se dedican todavía a sacudir el avispero del odio y no dejar cerrar las heridas. Es el lema del cuanto peor, mejor. Del escenario de Oriente Medio, los personajes regresan a Estados Unidos para el tramo final de la temporada y la sombra de la acusación de traidora pende sobre la cabeza de Carrie. Todas sus decisiones y reacciones la llevan a recorrer un camino que sus enemigos habían trazado de antemano. Como si se tratara de uno de los algoritmos de Devs. Sabiendo que es la última temporada y que, a lo largo de sus episodios, Homeland ha demostrado que ninguno de sus protagonistas es imprescindible, uno puede esperar que suceda cualquier cosa. Al final, el camino parece trazado hacia un enfrentamiento definitivo entre Carrie y Saul, una posibilidad muchas veces insinuada y que hasta ahora no había sido tan real. Gane quien gane, perdemos todos, porque los dos han sido la esencia de esta serie durante estas ocho temporadas.

Los guionistas han tenido tiempo de poder cerrar la serie con los honores que le correspondían. No les ha pasado como con Ray Donovan, otra de las series de mayor éxito de Showtime, que ha sido cancelada súbitamente y sin un final cerrado en la séptima temporada. Los episodios finales de Homeland han llegado en plena pandemia del coronavirus, un momento en el que se está dibujando un nuevo escenario en el mundo. Si esto no fuera el final, a lo mejor Carrie cambiaba de misión y hubiera vivido sus siguientes intrigas en un sitio tan ajeno para ella como es el extremo Oriente.

Este es el momento de los spoilers, o sea que quien no haya visto el final queda avisado. Al final de la serie, Carrie se enfrenta a la disyuntiva de que solo una persona muera para salvar la vida de millones. La clásica encrucijada en la que se debe decidir si el fin justifica los medios. Como esa partida que la están obligando a jugar tiene las cartas marcadas, opta por romper la baraja y plantear las reglas que regirán a partir de ahora. Carrie opta por sacrificarse y quedar a los ojos de su país como una traidora, como también lo fue Brody. Pero da con la fórmula para revertir los efectos que la traición había puesto en marcha. Pocos sabrán que ha logrado la redención, pero al menos lo saben las personas que importan.