Netflix quiere que The Witcher sea su propia Juego de Tronos. La primera temporada de la serie se ha estrenado durante estas navidades en la plataforma. Aunque ha barrido en audiencia, entre la crítica no ha convencido demasiado. Al igual que la famosa producción de HBO, se trata de una obra de fantasía medieval basada en una saga literaria de culto, cuyos seguidores seguramente irán creciendo si la serie acaba siendo el éxito que promete ser. Sin embargo, ha sido a través de los videojuegos la vía por la que esta obra realmente empezó a tener proyección internacional, más allá de las fronteras de Polonia, el país originario de su creador, el novelista Andrzej Sapkowski.

El actor Henry Cavill, que ha interpretado a Superman en las películas de Zack Snyder para la gran pantalla, encarna a Geralt de Rivia, un brujo que va de pueblo en pueblo cazando monstruos. La inexpresividad del actor ha sido una de las grandes críticas que ha recibido la serie. No es mucho más expresivo de lo que puede haber sido Jon Nieve (Kitt Harington), aunque Geralt va de tío duro y luce una melenita rubio platino que le hace más parecido a un miembro de la casa Targaryen. Paralelamente se nos va contando la historia de otros dos personajes. Por un lado, está la princesa Cirilla (Freya Allan) cuyo personaje equiparan con Arya Stark (Massey Williams). La joven adolescente ve cómo su familia cae en desgracia y salta del trono en el primer episodio, por lo que se pasa la temporada huyendo del enemigo. Por otro lado, está la hechicera Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra), que pertenece a la hermandad del gremio y que al inicio de la serie usa sus poderes para dejar atrás sus deformidades y convertirse en una atractiva mujer. El precio que debe pagar es la pérdida de la fertilidad.

Las tramas de los tres personajes se nos van narrando en paralelo. Cuando uno cree que la historia que se nos está contando es lineal, de repente vuelven personajes que habían fallecido en el capítulo anterior y sin que se nos haya insinuado nada sobre su resurrección. Pronto se deduce que las tres tramas están situadas en momentos temporales diferentes y hay hasta setenta años de distancia entre una y otra. De hecho, la serie se encamina hacia su arranque definitivo en el momento en el que parece que los tres personajes van a unir sus destinos.

El último deseo y La espada del destino son los dos libros que arrancan con las andanzas de Geralt de Rivia. Entre medias se sitúa Estación de Tormentas, que sirve como precuela de la historia. Estos primeros libros consisten en relatos cortos que nos van narrando las aventuras de Geralt cazando demonios y criaturas malignas, por lo que no se trata de una saga literaria al uso, como pueden ser El señor de los Anillos de Tolkien o Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin. Por ser la adaptación de estos relatos cortos e independientes, esta primera temporada parece una serie procedimental de toda la vida, en la que hay un monstruo nuevo para cada episodio. Como si fuera un Hércules o Xena la princesa guerrera, pero con más sangre y sexo por medio. Entre estos relatos se van intercalando las historias de Yennefer y Ciri. De hecho, parece que el argumento como tal no va a arrancar hasta que toque adaptar el cuarto libro, titulado La sangre de los elfos y cuya trama se prolonga durante otros cuatro tomos más (Tiempo de odio; Bautismo de fuego; La torre de la golondrina; y La dama del lago). El último libro es otra colección de relatos titulada Camino sin retorno sin que la historia de Geralt haya continuado.

Los videojuegos, que son los que dieron a conocer la saga en todo el mundo, transcurren cronológicamente después de las novelas con un Geralt mucho más maduro. Los posibles problemas de continuidad fueron solucionados con la fórmula de la amnesia, por la que el brujo mercenario había olvidado sus aventuras pasadas. Así se evitan contradicciones, ya que la historia para este medio no fue desarrollada por el novelista. El escritor considera los juegos una adaptación libre de su obra y, como no es una actividad que le interese demasiado, tampoco se ha mostrado entusiasmado con ellos en las entrevistas que ha concedido. Y ello a pesar de que son estos juegos los que han hecho triunfar sus libros en todo el mundo. Quizá se deba a que en su día malvendió los derechos por la cantidad de 9.500 dólares. El año pasado, el escritor demandó a la compañía CD Projekt Red para reclamarle 14 millones de euros por los derechos de la tercera entrega de la saga. Según su versión, el contrato firmado en su día sólo afectaba a la primera parte. Los videojuegos de rol acumulan ya tres entregas, cada una más exitosa que la anterior. El aspecto visual que en ellos se da a los personajes es el que ha tenido en cuenta la serie para su caracterización, aunque para el argumento se han basado estrictamente en los libros. Es de suponer que por la venta de los derechos a Netflix, Sapkowski habrá obtenido una cantidad mucho mayor. La historia ya tuvo una horrible adaptación al cine en su país, que seguramente muchos querrían enterrar.

El problema de esta primera temporada es que da la sensación de que todo es un prólogo para la verdadera historia que aún está por llegar. De hecho, el desenlace se produce justo en el momento en el que (y esto puede ser considerado spoiler) Gerald y Ciri se encuentran por fin cara a cara y se disponen a irse a buscar a Yennefer. La temporada no está a la altura de lo que se espera de ella, pero sienta las bases de lo que puede ser una gran serie cuando cuajen todos los personajes ¿Saltarán directamente al cuarto libro en la siguiente temporada? De las declaraciones de la showrunner Lauren S. Hissrich parece que van a tomarse su tiempo para contar la historia, ya que asegura que en las novelas tienen material suficiente para veinte temporadas. Algo bastante poco probable porque en Netflix no son muy dados a hacer más de seis.