Series que quieren parecer películas de diez horas. Películas que son miniseries de cuatro y cinco horas. Series que estrenan sus episodios en la pantalla grande, como Juego de Tronos. Otras que tras su final se quedan en el cine, como Dowtown Abbey o la misma Star Trek. Y ahora rizamos el rizo con películas que aspiran al Oscar y que no llegan a todos los cines porque se estrenan directamente en la llamada caja tonta. Pasó el año pasado con Alfonso Cuarón y Roma y ahora la historia se repite con El irlandés de Martin Scorsese. Con el estreno de la última de Scorsese en Netflix y sus 210 minutos de duración, era inevitable que algunos la vieran como una serie de cuatro episodios. Incluso señalando los momentos en que se debe hacer la pausa para diferenciar un capítulo de otro. Cada uno la verá en su casa administrando los descansos como buenamente pueda o quiera, pero el propio cineasta ya se ha pronunciado: El irlandés es una película para ver de una sentada y funciona como una unidad. A ser posible en una pantalla de formato grande y no en el móvil.

Scorsese tiene claro bastante claro la diferencia que hay entre una película y una serie de televisión. De hecho, el cineasta ha estado embarcado para HBO en Boardwalk Empire, donde además de dirigir el episodio piloto fue productor ejecutivo de esta serie que nos narraba la historia del crimen organizado en Atlantic City durante los años de la Ley Seca. Y también fue responsable de la fallida Vinyl, sobre la industria discográfica de Estados Unidos durante los setenta. El problema de Vinyl es que el apabullante episodio piloto de casi dos horas de duración hacía innecesario el resto de los capítulos. Y además ya está trabajando en una miniserie con Leonardo di Caprio titulada The Devil in the White City, que cuenta la historia de un asesino en serie de mujeres en Chicago a finales del siglo XIX y que tenía todo un hotel lleno de cámaras secretas donde torturar a sus víctimas. Por no hablar del porrón de series documentales que ha puesto en marcha, o de su papel tras las cámaras en otros títulos de antología como Cuentos Asombrosos. Así que, sí, Scorsese tiene clara la diferencia entre un medio y otro. Si El Irlandés fuera una miniserie, habría durado más de diez horas. Los tiempos y los ritmos no son igual en el cine que en la televisión.

La intención del director siempre fue que El Irlandés pudiera disfrutarse en las salas de cine, pero ha sido la billetera de Netflix la que le ha permitido sacar adelante su proyecto. Quizá de ahí venga la tirria que le ha cogido al cine de superhéroes. Con este estreno, Netflix sigue queriendo poner su granito de arena en la producción de cine de calidad, por mucho que en su catálogo abunden comedias pésimas de Adam Sandler. El irlandes huele a Oscar y callará muchas de esas bocas que dicen que las películas para Netflix no son cine.

Supongo que a Robert de Niro, ni a Al Pacino tampoco les debe hacer mucha gracia que se equipare la película con una serie de televisión. Durante años han estado renegando del medio televisivo, mirándolo por encima del hombro. Hace pocos años en una entrevista, el propio De Niro confesaba que nunca había visto ni un solo episodio de Los Soprano. Y eso que muchas de las muecas que James Gandolfini ponía cuando interpretaba a Toni Soprano estaban inspiradas en la gesticulación del propio De Niro. Durante estos años, tanto Al Pacino como Robert de Niro han sido capaces de protagonizar auténticas birrias con tal de no rebajarse a descender a trabajar para la caja tonta. Pero nadie duda de que El Irlandés es CINE con mayúsculas, que nos lleva a los mejores trabajos de Scorsese. Es la oportunidad de ver a un equipo de estrellas de primera fila y una manera de entender el cine que parece estar quedando atrás. Está a la altura de Uno de los nuestros y de Casino, los dos títulos de la obra del cineasta más próximos a este último trabajo. Y es que Scorsese siempre se ha movido como pez en el agua con las películas de gángsters. Hay quien ha definido El Irlandés como la obra maestra de este director, aunque yo tengo mis reservas de que sea mucho mejor que las dos que he citado anteriormente. El tiempo tendrá que ponerla en el sitio que le corresponde. Me parece más acertada la frase de que la película es un homenaje a todo su cine.

El género de gángsters nunca fue el mismo desde el estreno de Pulp Fiction de Quentin Tarantino y desde la llegada a HBO de Los Soprano. Scorsese vuelve a las historias de la mafia italoamericana en las que siempre se ha movido como pez en el agua, con un estilo similar al que se usaba antes del estreno de estos dos títulos que pusieron patas arriba el género. En su último trabajo, Scorsese repasa más de treinta años de trayectoria del crimen organizado de su país, dando respuestas a uno de los mayores misterios de la historia reciente norteamericana: ¿qué pasó con Jimmy Hoffa? Pacino encarna al líder sindicalista desaparecido en 1975. Mientras que De Niro encarna a Frank Sheeran, el matón que inicialmente era uno de los guardaespaldas de Hoffa, que se convirtió en uno de sus colaboradores de mayor confianza y que en el año 2004 confesó haber sido el autor de su muerte.

La única pega que le he visto a la película es el sistema CGI para rejuvenecer a sus personajes mediante ordenador. Cuando veía a De Niro joven de nuevo tenía la sensación de estar viéndole con una careta de goma. Esto de la animación por ordenador, daría para otro debate, ahora que alguna productora pretende resucitar a James Dean digitalmente para una nueva película, después de que esa técnica se usara para dar vida mediante esta técnica a Peter Cushing como Moff Tarking en Rogue One la precuela de Star Wars. No sabemos hacia dónde nos llevarán todos estos adelantos, o si las películas serán reemplazadas por las series. Lo que si sabemos, es que El irlandés es una gran película y hay que distrutarla.