Altea revivió anoche la época de dominación árabe durante la Entrada Mora que discurrió por las calles Filharmònica, Pont de Montcau, Jaume I y Raspall con la participación de más de dos mil «festers» que fueron los protagonistas de un espectáculo donde se recreaban escenas guerreras en las lejanas tierras de África, sensuales bailes de las Mil y Una Noches, espectaculares escenarios del Medio Oriente, o demostraciones de poderío con animales salvajes amaestrados y aguerridos guerreros que escoltaban al rey Víctor Cerulus, de Moros de Bèrnia.

Antes, por la mañana, se celebró la misa en honor al patrón San Blas y al mediodía tuvo lugar la Embajada Cristiana donde las tropas de la cruz, comandadas por la embajadora Selina Krijt, reconquistaron el castillo-fortaleza ubicado en lo más alto del pueblo.

A las 20:30 horas se iniciaba la Entrada Mora con las reinas y damas de honor del Cristo del Sagrario y el estandarte del 40 aniversario de las fiestas de Moros y Cristianos de Altea.

Detrás de ellos, la abanderada de la Federació de Moros i Cristians Sant Blai, María Luisa Artiles, de la filà Berebers, abría paso a su filà y los miembros de Moros d'Arsem, y Cora d'Algar que precedían a los Moros Malvins y la simpática alférez de ojos verdes Nirvana Zaragozí, de Moros Malvins, que iba montada sobre una carroza que representaba la Gran Mezquita Azul de la ciudad de Estambul.

A ella le acompañaba el mismo ballet «los caballitos», de la alcoyana Ana Botella, que llevó su tío Juan en 1991, y los otros tres alféreces que ha tenido su «filà».

Llega el rey Víctor I de Bèrnia

El desfile de las tropas moras llegaba al ecuador con las filaes Mitja Lluna, Tuareg y Sarraïns que anunciaban la llegada de los Moros de Bèrnia y su rey Víctor Cerulus. Apareció convertido en Califa como Víctor I de Bèrnia, después de que 21 años atrás tuviera que huir de tierras alteanas cuando era alférez de Bèrnia.

El boato que acompañaba al monarca de las huestes de la media luna y que recorrió las calles, formado principalmente por un poderoso ejército curtido en mil batallas a lo largo de estos últimos 40 años, mostraba con danzas tribales hindúes, fastuosos animales de la sabana africana, y ricos tesoros por doquier su poderío para recuperar el esplendor de antaño antes de salir hacia el exilio.