Con el inicio de curso se convierte de nuevo en el fruto más temido para los alumnos: la calabaza. Y cuanto más grande peor. José Álvarez Moya es un agricultor de l'Alfàs del Pi, su finca se ubica por la zona de Carbonera y una de sus pasiones es el cultivo de calabazas gigantes. Para ello pone en práctica las enseñanzas de su padre y así compartir el fruto de la tierra con familia y amigos.

Todos los años consigue calabazas que llegan a superar los 50 kilos de peso, como las que ha cosechado en esta ocasión. De hecho, en este año ha obtenido cuatro calabazas con esas características. Una pesa en torno a 45 kilos, otra de ellas pesa 48 kilo. y tiene otras dos que pesan 52 y 54 kilogramos. La más grande de ellas mide 50 centímetros de altura y 170 centímetros de circunferencia.

José Álvarez afirma que no tiene secretos: riego abundante, tierra abonada y, lo más importante, mucho cariño a la planta. El resultado se nota a primera vista. Por cierto, hace hincapié en que "a pesar de su tamaño se pueden comer y que además tienen muy buen sabor".

Su pasión por el campo no se reduce a las calabazas, también cultiva tomates, uvas, aceitunas y naranjas. En ninguno de esos casos obtiene resultados de esa magnitud, pero no duda en asegurar que todos ellos "tienen un sabor sin igual".

Este alfasino cuenta que la historia de estas calabazas se remonta a una generación atrás, cuando era su padre el que trabajaba esa tierra. Recuerda que "hubo un año en el que cosechó una calabaza gigante y conservó las semillas para poder plantarlas al año siguiente". Desde entonces las guardan y las vuelven a plantar cada vez que llega la temporada de siembra.

José manifiesta que no tiene ningún interés comercial, solo quiere mantener viva la tradición familiar. De hecho. las calabazas que produce las suele regalar. Ahora, a esperar a esperar que lleguen las notas... Y Halloween.