«He aprendido que no se puede cambiar el mundo, pero se puede hacer un poco más bonito». Miguel Sellés resume lo que ha vivido en las últimas dos semanas y Carmen Climent ha hecho suya esta frase para resumir la experiencia en la isla griega de Chios. Allí se ubica uno de los campamentos de refugiados más numeroso que existe y allí viajaron para entregar a los niños 500 regalos además de para ayudar en todo lo que han podido.

«Ha sido un antes y después en nuestra vida», explicaron a este diario ambos jóvenes de Finestrat sólo unas horas después de aterrizar y llegar a sus casas. «Nos hemos dado cuenta que aquí lo tenemos todo: familia, casa... Allí hay gente con una buena posición económica en sus países que han tenido que dejarlo y llegan sin nada y huyendo de una guerra», afirmó Miguel.

Estos dos jóvenes pertenecen al grupo activista de «Balloona Matata». Su aventura forma parte del proyecto «Derecho a soñar» con el que recaudaron más de 2.000 euros para adquirir los juguetes que compraron en una tienda de allí por internet. El pasado día 31 fue el día en que entregaron los regalos a los niños refugiados. Al final 500 paquetes con juguetes que despertaron la sonrisa de los más pequeños. «De la previsión que teníamos de casi 600, al final entregamos menos pero los hemos dejado allí para que los den en cumpleaños», explicaron los jóvenes. No sólo se repartieron los paquetes allí sino durante el resto de día que estuvieron en Grecia, también en «algunos pisos que la ONU en los que viven personas con necesidades especiales» como personas embarazadas o niños con alguna enfermedad.

En las dos semanas que han estado en el campo de refugiados «estuvimos trabajando con gente del grupo de rescate Feox», una organización que trabaja en la costas desde 2015 donde, desde la playa, reciben a aquellos que llegan a tierra desde las pateras, explicó Carmen.

Solidaridad a la inversa

Miguel y Carmen no sólo han llevado la solidaridad a ese campo de refugiados sino que han recibido la de aquellos que residen allí y que cuentan con lo mínimo. «Las necesidades básicas están difícilmente cubiertas, pero las tienen»; el problema, según cuentan los jóvenes, es que no tienen nada más. «Están atrapados en esos campos. No saben qué les espera». Pero a pesar de todo, «te dan todo lo que tienen». Carmen cuenta que el día de Navidad, el 25 de diciembre, una familia palestina que lo dejó todo en su país, desde una casa hasta buenos trabajos, «nos invitaron a comer con lo poco que tenían».

En su viaje también formaron parte de un centro de menores no acompañados llamado «Metadrasi». «Allí hay niños sólos. Había una niña de 10 años que había llegado sola con un chico de 20 desde Mauritania, cruzando fronteras». Cada «historia que tienen detrás impresiona porque hay madres que ponen a sus hijos en barcas sin saber si van a sobrevivir». Miguel y Carmen coinciden en que «conoces la situación pero hasta que no llegas allí no la sabes realmente».

Los dos jóvenes de Finestrat se plantean volver a realizar alguna campaña parecida. «Aún no sabemos si volveremos al mismo sitio o a otro pero estamos dispuestos a repetir cuando podamos», añadieron además de indicar que «no podemos dar la espalda a lo que hemos visto». Los dos apuntaron que «una parte de nosotros se ha quedado allí así que seguiremos en contacto con Balloona Matata para ayudarles en lo que podemos», además que tienen en mente colaborar con otra entidad como «Niños en paz» que está inmersa en un proyecto para reploblar municipios abandonados con refugiados.

A Miguel y Carmen viajar a 3.000 kilómetros para llevar regalos a los que no tienen nada les ha cambiado. Ahora apuntan que van a descansar y digerir lo sucedido pero que en su mente está seguir intentando hacer un poco más bonito el mundo para otros, como reza la frase de Miguel. Seguro que pronto se embarcan en otra aventura.