Quedan pocas horas para que las familias se reúnan en una mesa para celebrar la Nochebuena. Sin embargo, dos jóvenes de Finestrat pasarán esta fecha y hasta el 4 de enero a 3.000 kilómetros de distancia. Son Carmen Climent y Miguel Sellés, dos jóvenes de Finestrat que partieron este fin de semana hacia la isla griega de Chios a uno de los campamentos de refugiados más numeroso que existe para llevar a los niños más de 600 juguetes.

Estos dos jóvenes pertenecen al grupo activista de «Balloona Matata» formado por personas de la Comunidad Valenciana. Su aventura forma parte del proyecto «Derecho a soñar». Esta iniciativa comenzó hace unos meses con la venta de papeletas, principalmente en Finestrat aunque también en otros puntos de la Comunidad Valenciana, con las que recaudaron más de 2.000 euros para adquirir los juguetes. Las papeletas, según explicaron, tenían un precio de cinco euros y el número de cada papeleta no era para entrar en un sorteo, sino que equivale al que lleva cada juguete; una forma de que los que adquirieron uno sean padrinos o madrinas de uno de esos pequeños que recibirán uno de ellos.

Carmen tiene 32 años y es profesora; Miguel tiene 21 y es estudiante. Ambos explican que hacía tiempo que «queríamos hacer algún proyecto juntos en el Sahara o Grecia». Finalmente se decidieron por este último ya que, además, el grupo no tenía a nadie allí actualmente. «Queríamos saber lo que pasa en estos campos por nosotros mismos».

El pasado puente de diciembre lo dedicaron a comprar por internet esos juguetes, adaptados a las franjas de edades que van desde los 0 a los 16 años, en una tienda de la misma isla. Esos regalos llegarán directamente a la «casa donde nos alojaremos esos días. Una vez que lleguemos, los empaquetaremos y clasificaremos y los repartiremos personalmente a los niños el 31 de diciembre.

El campo «Vial» de esta isla griega estaba previsto para unas 800 personas pero actualmente superan las 2.500 entre las que hay muchos niños. En ellos hay refugiados de países como Siria, Irak, Irán, Libia, Somalia, el Congo o Mozambique, entre otros países. Las infraestructuras no son las adecuadas y necesitan todo tipo de ayuda. Así que el dinero que han seguido recaudando desde el 6 de diciembre hasta que han emprendido el viaje de avión lo han empleado en comprar algunas cosas y otras que les han dado como medicamentos o gafas, entre otros.

Pero su función no acabará ahí. Cuando lleguen también encontrarán un contenedor lleno de ropa que esta organización ha logrado reunir a través de aportaciones «ya que no recibimos ninguna ayuda directa ni financiación», apuntaron. Su trabajo también será de organizar toda esta ropa por packs en los que habrá «una camiseta, un pantalón y una muda así como unos zapatos para aquellos que no tengan», explicaron. Pero además, por las noches, «estaremos en un centro de menores no acompañados donde prepararemos la cena y atenderemos a los niños hasta que lleguen las cuidadoras», afirmaron los jóvenes.

Por ahora, su iniciativa ya ha llamado la atención del Ayuntamiento de Finestrat que les ha ofrecido colaborar con ellos en el futuro. Su tesón y ganas de ayudar son muchas y su gesto lleva un poco de esperanza a aquellos que dejaron sus casas y apenas tienen nada, sólo el derecho a seguir soñando.