Una anchura máxima de 40 pies y una eslora que podría ser de 100. Meterse en la piel de un ingeniero romano es lo que ha permitido conocer con gran precisión el tamaño de la manga de la nave del pecio Bou Ferrer; es decir, abandonando las medidas del sistema métrico actual para aplicar las del romano.

Esto es lo que han hecho los investigadores de la última campaña de excavación de este barco romano que permanece hundido a un 16 metros de profundidad y sólo a un kilómetro de la costa de La Vila. El gran mercante romano transportaba una carga principal de ánforas, que contenían salsas de pescado. Algunas ya se encuentran en Vilamuseu donde se está trabajando en su conservación.

Además transportaba un cargamento secundario de lingotes de plomo con las marcas de propiedad del emperador. Durante un viaje desde la actual Cádiz hasta Roma se alejó de su ruta en altamar, probablemente víctima de vientos opuestos o un temporal, y se hundió cuando estaba a punto de alcanzar la playa de ciudad portuaria de Allon (La Vila Joiosa), donde habría podido salvar el cargamento y quizá la nave.

Los últimos trabajos han sido muy precisos y han llevado a conocer uno de los datos que más importancia tiene: el tamaño real de la embarcación que surcaba las aguas y que acabó en el fondo del mar. Esos 40 pies equivaldrían a 11,82 metros y la eslora sería de 29,57 metros (100 pies), aunque habrá que esperar a otras campañas para confirmarlo, según las fuentes consultadas por este diario. La última campaña desarrollada en septiembre para seguir descubriendo detalles de este pecio arrojó otros resultados como poder datar más exactamente la fecha de hundimiento. Así, los estudios de la epigrafía de los lingotes de plomo han permitido establecer una fecha anterior al año 68 para el naufragio, es decir, antes del final del reinado de Nerón, quien se suicidó el 9 de junio de ese año.

Por otra parte, el estudio de unas monedas aparecidas en 2017, realizado por Tomás Hurtado, reveló que el naufragio tuvo que suceder tras acuñarlas en el año 66. Además, según las mismas fuentes, la navegación se realizaba preferentemente en los meses del llamado «mare apertum» («mar abierto», de abril a octubre), por lo que esto dejaría la fecha del hundimiento en un margen de sólo dos años: los posteriores a abril del año 66.

Para datar otros yacimientos

Pero este dato no se queda ahí. Con él, como una cápsula del tiempo, el Bou Ferrer permitirá fechar con precisión todos los materiales arqueológicos del fin de la dinastía Julio Claudia análogos, lo cual ayudará globalmente a las dataciones de muchos otros yacimientos del Imperio romano.

Los trabajos llevados a cabo en septiembre fueron promovidos y financiados por la Dirección General de Cultura y Patrimonio de la Generalitat, dentro del Programa Anual de Actuaciones Arqueológicas, coordinada por la Universidad de Alicante y contó también con financiación del Ayuntamiento de la Vila Joiosa, la colaboración del Club Náutico, así como con el mecenazgo de tres residentes noruegos y de la voluntaria y mecenas británica de Vilamuseu, Elaine Evans, además de las aportaciones económicas de los buceadores de las visitas.

La campaña además arrojó otros hallazgos. En la zona norte del pecio se realizó una cata de sondeo, en la que aparecieron casi a dos metros de profundidad dentro del sustrato un conjunto de materiales diversos relacionados con la alimentación de la marinería. Así podría tratarse de una zona de almacenaje o cocina situada en la popa de la nave, según las mismas fuentes. Su estudio «ayudará a valorar la ruta que solía trazar el barco», así como otras cuestiones, desde el posible número de marineros a bordo hasta incluso relaciones jerárquicas dentro del gran buque.