Anoche, las calles de Altea vibraron con la espectacular Entrada Mora que ofrecieron las ocho filaes del bando de la media luna de las fiestas de Moros y Cristianos con el gran boato de los Berebers y su rey Pedro Parra al frente que causó la admiración de más de 8.000 espectadores congregados en el recorrido desde la calle Filarmónica y acabó en la Plaça dels Esports. Por otro lado, al mediodía tuvo lugar en la plaza de la Iglesia el alardo y la Embajada Mora con la batalla entre los dos bandos y la posterior lucha dialéctica entre la reina de Cristians d'Altaia, María Lloret, y la embajadora mora de Berebers, Rosa Cano, hasta que finalmente las tropas de la media luna conquistaban el castillo.

A las 20 horas se inició la Entrada por la abanderada de la Federació de Moros i Cristians Sant Blai, Encarna Plaza, que iba subida a una carroza. Tras ella desfilaban Moros d'Arsem, y a continuación seguían las escuadras de Moros Malvins y Cora d'Algar. Estos anunciaban la llegada de su alférez Alejandro Calderón escoltado por los miembros más veteranos de su filà. La avenida Rei Jaume I ya estaba repleta de festeros y músicos cuando en la misma entraban las escuadras de la Mitja Lluna, filà que junto a Sarraïns y Moros de Bernia celebran este año el 40 aniversario de su fundación. Le siguieron Tuareg y las otras dos filaes que también cumplen 40 años. Y acto seguido le tocó el turno a los Moros Berebers, que ostentan el reinado moro este año.

Su aparición fue apoteósica desde el momento en que se vio montado a caballo el abanderado de la filà anunciando la llegada de sus máximos representantes, el abanderado Pere Blázquez, la embajadora Rosa Cano y el rey Pedro Parra. Camellos y caballos amaestrados, danzarinas sin ropa con el cuerpo pintado al estilo «body paint», guerreros y cofres llenos de riquezas eran parte del boato-espectáculo que presentaron los bereberes contando una historia de éxodo desde el desierto con reatas de camellos, oasis y travesías por mar hasta la tierra prometida, Altea, con la «illeta» como símbolo. Blázquez manejaba un camello como un experto jinete precedido por una carroza donde montaban sus hijos. Rosa Cano iba en una carroza a modo de oasis, mientras que el rey montaba con sus dos pequeñas sobrinas sobre otra detrás de las desaparecidas torres moras de Altea, derrumbadas en 2001.