El Bou Ferrer era una enorme nave de carga con capacidad para unas 5.000 ánforas que viajaba de Gades (Cádiz) al puerto de Ostia (Roma) con un cargamento cuyo destino, según apuntan todos los indicios, era el propio palacio imperial de Nerón, la Domus Áurea. Pero el cargamento, en el que también había lingotes de plomo con el sello de ese controvertido emperador, jamás llegó a Palacio: el barco naufragó a apenas 1 kilómetro de la costa de La Vila Joiosa, el último puerto romano de la Península Ibérica, la ciudad de Allon. Aquellas ánforas que quedaron sobre la arena del fondo del mar fueron salvadas de las aguas y permanecen en los almacenes de Vilamuseu colocadas cuidadosamente en estanterías que desde hace un tiempo se están elaborando con materiales reciclados mucho más sostenibles.

El director del museo, Antonio Espinosa, explicó a este diario que, siguiendo esa política de sostenibilidad de Vilamuseu, ahora son ellos mismos los que confeccionan las cajas donde esas ánforas milenarias se conservan; y lo hacen con palés de madera reciclados. Con este nueva fórmula «cada una de estas cajas sólo nos cuesta 1,5 euros; si las compráramos hechas nos costarían 60 euros la unidad». Así que con este nuevo sistema se consigue un ahorro para el museo: «Hemos ahorrado más de 1.200 euros»; pero también ser más sostenibles con el medio ambiente porque «también hemos dejado de utilizar gran cantidad de plástico».

Pero la ventaja también es de espacio y conservación. Estas nuevas estanterías recicladas permiten colocar las piezas del Bou Ferrer en una «innovadora posición vertical, más lógica, más segura y que aprovecha mejor el espacio» lo que les ha permitido «aumentado el área de paletizables (estanterías para palés)».

Así, este sistema de almacenamiento permite «triplicar la capacidad del anforario de Vilamuseu optimizando el espacio, de forma que la parte inferior se puede modular para conservar otros objetos de volumen más reducido, como en este caso los lingotes de plomo con sellos imperiales del pecio Bou Ferrer». ¿Y cómo se mueven todas estas piezas con siglos de historia? Pues a través de una máquina elevadora mecánica.

Como en la bodega del pecio

Lo cierto es que, con la nueva colocación de las piezas en vertical y su distribución, la sensación es casi la de estar en la bodega del barco pero en un almacén con la última tecnología. Actualmente ese anforario consta de 49 metros de estanterías de gran carga, con capacidad en estos momentos para 674 ánforas, apuntó el responsable del museo. El resto del almacén «se puede adaptar fácilmente para cientos de ánforas más y tiene capacidad para miles ánforas fragmentadas».

Todo el tratamiento de estas ánforas que salieron del pecio, como el vaciado de fango, su cribado y la primera desalación una vez vacías, se hace en otro espacio con capacidad para tratar simultáneamente 500 ánforas.

La segunda desalación se hace en el laboratorio húmedo de restauración del museo, dotado de una pequeña planta de ósmosis inversa para «producir agua desmineralizada en cantidad, donde finaliza el ciclo de desalación de 32 ánforas a la vez, aunque su capacidad se puede triplicar si es necesario». Estos almacenes y laboratorios permiten que los fondos del mayor pecio antiguo en excavación en el Mediterráneo, el Bou Ferrer, se conserven y restauren en La Vila. Todo un sistema con las más modernas tecnologías para unas piezas con miles de años de historia.