Al contrario de lo que dice la letra de una canción que ya es historia de la música española, la vida no sigue igual. Ni para Julio Iglesias ni para el pequeño municipio de costa que en aquellos días era todavía Benidorm. Ayer, 17 de julio, se cumplieron cincuenta años desde aquella noche en la que la ahora capital turística de la Costa Blanca vio nacer a uno de los artistas españoles más legendarios. «Siempre hay por qué vivir, por qué luchar». A pesar de ello, el Ayuntamiento de Benidorm, promotor del ya extinto certamen, no celebró ningún acto para rememorar la «Sirenita» más sonada y más exitosa de cuantas se han entregado en las 39 ediciones del Festival Español de la Canción, aunque la efeméride fue ayer recordada en la intimidad y en público por muchos de los que vivieron aquella mágica noche.

Corría el verano de 1968 cuando un joven y casi desconocido Julio Iglesias se alzó por sorpresa con la Sirenita de Oro ante cientos de espectadores que abarrotaban la plaza de toros de la localidad. El evento, que había nacido nueve años antes de la mano de Pedro Zaragoza, el alcalde que lo inventó casi todo, y del periodista Juan Carlos Villacorta, director del gabinete de prensa de la Secretaría General del Movimiento, se había convertido en esa década en uno de los principales trampolines para todo aquel que quisiera probar suerte en el mundo de la música. Monna Bell, el Dúo Dimámico, Bruno Lomas, Los Gritos, Emilio José, Dyango o Donna Hightower fueron algunos de los nombres propios que participaron en este certamen como plataforma para apuntalar su carrera musical. Pero en ninguno de ellos el éxito fue tan fulgurante e inesperado como en el caso de Julio Iglesias.

Recuerdan quienes asistieron aquellos días al Festival que Julio Iglesias llegó a Benidorm sin «padrinos» y que en ningún momento estuvo entre las quinielas de los favoritos. Su historia es conocida por la mayoría: tras sufrir un accidente de tráfico que dañó gravemente su columna, no tuvo otra que abandonar su sueño de ser portero de fútbol con el Real Madrid y probar suerte en otras lides. Durante su largo ingreso hospitalario, un enfermero, Eladio Magdaleno, quien años después también asentaría definitivamente su residencia en Benidorm, le regaló una guitarra para que recuperara la movilidad de sus manos. Y allí, entre intervenciones y sesiones de rehabilitación, acabó componiendo «La vida sigue igual».

Diez mil pesetas de premio

Diez mil pesetas ganó Julio Iglesias como recompensa por alzarse con el primer puesto en el Festival. Era la primera vez que actuaba en público y algunas fuentes rememoran que no sabía apenas ni qué hacer con las manos mientras cantaba. «Se habló, incluso, en coserle los bolsillos del pantalón para que no pudiera metérselas», relatan con añoranza algunos de los amigos que hizo en Benidorm y con los que sigue manteniendo algún contacto.

A partir de ahí, todo fue meteórico. Tras este Festival, su primer gran hito internacional fue el Festival de Eurovisión de 1970 con «Gwendolyne». Acabó en cuarto lugar, pero logró grabar la canción en cuatro lenguas distintas y coronar las listas de ventas de varios países. Muy poco después contraería matrimonio con su primera mujer, Isabel Preysler, episodio romántico que le hizo saltar también a todas las páginas de la prensa rosa y que coincidió con una agenda de compromisos cada vez más apretada, con actuaciones hasta en Japón.

Julio se convertiría también en el galán latino por antonomasia y su popularidad alcanzó tal punto que llegó a actuar en foros tan importantes como el Royal Albert Hall de Londres, el Carneggie Hall y el Madison Square Garden de Nueva York o, incluso, frente a las pirámides de Egipto en 1980. Según los cálculos más recientes de Sony Music, de los que ayer se hizo eco la agencia Efe, de sus más de 80 álbumes se le estiman unas ventas de más 350 millones de discos en diversos idiomas. Ostenta el «Guinness» al artista latino que más discos ha vendido en el mundo.

A sus 74 años, Julio Iglesias sigue sin haber olvidado que su «nacimiento» artístico fue en Benidorm, ciudad a la que en más de una ocasión ha reconocido que le debía prácticamente todo. Ahora, temporalmente retirado de los escenarios, es una incógnita saber si volverá a actuar en público. Pero, como ya cantó entonces, «los buenos quedan, los demás se van».