Una pequeña toallita húmeda que se tira al váter que acaba convirtiéndose en el «monstruo de las cloacas». Este es el problema con el que se encuentran ciudades como Benidorm en el subsuelo de sus calles y que acaba costando recursos, tanto económicos como técnicos, a las empresas que tienen que enfrentarse a estas montañas de papel húmedo que parecen madejas de hilo que no se deshacen.

En la capital turística, la empresa concesionaria del agua y alcantarillado, Hidraqua, lucha cada mes por limpiar las tuberías y filtros de este producto, algo que también va acabando con la vida útil de las redes de saneamiento. En concreto, sólo en 2017, se sacaron 368 toneladas de restos de estas toallitas higiénicas, de bebé o desmaquillantes, entre otras.

En 2018, el problema persiste. El «monstruo» se hace grande y sólo en lo que va de año se han desincrustado más de 200 toneladas de este producto que se vende como degradable pero cuya realidad es otra. De hecho, a diario, según explicaron desde la mercantil, la estación depuradora de Benidorm se tiene que deshacer de «madejas y madejas de fibras textiles que atascan los filtros de la maquinaria» por la que pasa de forma continua el agua de los alcantarillados de la ciudad.

Y es que, cuando una de estas toallitas se lanza por el inodoro acaba convirtiéndose en una masa que parece una tela. Una transformación que se debe a la composición de las mismas es de fibras textiles y en muchas ocasiones también lleva plásticos. Es decir, un producto que «no se degrada fácilmente» a pesar de que los envases marcan que sí lo hacen; lo cierto es que tienen que pasar años para que se desintegren.

Este «monstruo» obstaculiza y produce atascos diarios en el trabajo de saneamiento afectando especialmente a las estaciones de bombeo de aguas residuales, según las mismas fuentes. Una vez el agua llega a la estación depuradora se «inicia la fase de pretratamiento» en la que, a través de diferentes rejas, se «eliminan las partículas que cuentan con un tamaño superior a 3 mm»; y ahí es donde se generan los atascos.

Así se requieren «limpiezas constantes», con las consecuentes molestias de olores y ruidos que esto ocasiona a los vecinos de la zona donde se ubiquen las bombas. «Algo que debía ser una excepción, se ha convertido una rutina diaria para el personal» de Hidraqua, alegan.

Concienciación

El remedio para evitar males mayores y que estas madejas dejen de existir es fácil: no tirarlas al váter. Para ello entra en juego la concienciación. Así que se lanzan campañas de uso responsable sobre todo en los meses en que Benidorm cuenta con más afluencia de público, los de la temporada estival. Además de trasladar algunos consejos para hacer un uso eficiente de este recurso, se incluye la necesidad de no arrojar toallitas, colillas o medicamentos. Esta campaña contempla cartería para las asociaciones de vecinos y la inclusión de estos consejos en el reverso de las facturas del agua. Incluso en algunos hoteles ya se ven carteles en los baños que alertan de esta práctica.

No sólo toallitas

Pero el «monstruo» de las toallitas húmedas no es el único que está afectando a los sistemas de alcantarillado. El vertido de medicamentos a la red, es decir, directamente al váter, es otro de los causantes de los problemas de depuración del agua, según explicaron fuentes de la empresa. Algo que se podría evitar depositando los medicamentos en los puntos específicos para su retirada, los denominados puntos Sigre. Al tirar medicinas por el váter, los equipos particulares de tratamiento del agua instalados en las viviendas, tales como descalcificadores, generan problemas por el «aumento de la concentración de sales» ya que estos equipos vierten «elevados volúmenes de salmueras». Éstas no deberían verterse al alcantarillado, si no «ser recogidas y gestionadas correctamente».

Además, los aceites y pinturas también contaminan el agua y generan problemas en la depuración pero no sólo en la red de alcantarillado pública, sino en las instalaciones interiores de saneamiento de los edificios de viviendas afectando a los vecinos. Así que la solución es clara: el váter no es una papelera.