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Benidorm

Adiós a medio siglo tras el mostrador

Uno de los quioscos de prensa con más historia a sus espaldas baja la persiana por jubilación

Cierran en el mejor momento, cuando por fin han conseguido que los coches no transiten por Tomás Ortuño, donde siempre ha estado su negocio, y los peatones vuelvan a ser los «amos» de la calle. Sin embargo, ni por esas han conseguido esquivar a la edad de jubilación, la causante del cierre de un negocio enclavado en pleno centro de Benidorm y con más de medio siglo de historia a sus espaldas. Un cierre que, pese a todo, Miguel Llorca, «el Golondro», y Rosa Pérez reciben con optimismo.

La historia de la Papelería Llorca comenzó en el año 1963 de la mano de Pedro, el padre de Miguel. Y lo hizo casi de carambola. «El marido de una prima falleció muy joven y ella quedó viuda y con una hija que aún estaba por nacer. Pedro Zaragoza entonces era alcalde y le consiguió un estanco, que ella abrió en la calle Alicante. Pero por allí pasaba poca gente y mi padre le ofreció venderle tabaco aquí, en la que era nuestra casa». Así, una de las habitaciones de la planta baja de la antigua vivienda familiar comenzó a ser utilizada como estanco.

Aquí vendría la segunda parte de la historia: «Después, un callosino que se llamaba Gregori y tenía una imprenta le ofreció traer periódicos para que los vendieran. La cosa fue bien y, al cabo de los años, empezó a comprar directamente a los distribuidores. A partir de 1970 ya fue oficialmente un quiosco de prensa y papelería. Mi hermano Domingo lo llevó también un tiempo y, cuando él se fue al supermercado, ya me lo quedé yo», relata Miguel.

Durante más de una década, «el Golondro» compaginó su puesto como concejal del Ayuntamiento de Benidorm, primero con el PP y luego con los Liberales, con su trabajo en la papelería. Al contrario que Rosa, que siempre, año tras año, ha atendido con su entrañable sonrisa detrás del mostrador. Allí se criaron sus tres hijas, Ana, Rosmar y Raquel, la primera de las cuales «heredó» el gusanillo de la prensa y se hizo periodista. «Ellas tienen sus trabajos y no han querido seguir con el negocio, es lógico», reconocen ambos. «Miguel se jubiló hace unos años y ahora me toca a mí. No hay otra que cerrar», apostilla Rosa.

Admiten que la irrupción de internet, la prensa digital y la crisis económica han hecho mella en el negocio del papel: «Antes venía una clienta y se llevaba cuatro o cinco revistas y ahora preguntan para llevarse la que vale un euro».

La jubilación no será para ellos un retiro. Acaba nacer su primera nieta, Carla. Ahora se estrenan en el «negocio» de ser abuelos; para muchos, el mejor trabajo del mundo. Enhorabuena.

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