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Benidorm, con los ojos del corazón

Quico Saval, un joven invidente de la ciudad, muestra cómo es la realidad de vivir en un lugar turístico plagado de barreras como las terrazas de los bares y cafeterías

Quico, paseando junto a la playa de Levante, ayudado de su bastón y del sonido del mar. CARLOS BRENDEL

Benidorm es un icono mundial del turismo y por ello se suele mirar solo bajo la óptica de una ciudad enfocada al ocio y a los visitantes. Esta ciudad llena de matices, por fortuna, admite muchos puntos de vista. Uno de ellos es el de los residentes que vivimos durante todo el año aquí, vecinos que también hacemos una vida alejada de los tópicos con los que algunos intentan, a veces, atacar al municipio.

Uno de los muchos benidormenses que miran a su ciudad con el corazón es Quico Saval, invidente «desde la incubadora» y colaborador activo en la vida del municipio. El joven de 31 años ha ayudado recientemente a elaborar un mapa turístico accesible y actualmente, dentro del «Taller de Empleo VI», trabaja en la recepción del ayuntamiento.

Basta dar un paseo con Quico por el centro de Benidorm para comprobar que existen muchas realidades en la ciudad y una de ellas implica a las personas con algún tipo de discapacidad. Desde hace años, el municipio está trabajando por mejorar la accesibilidad (recientemente Benidorm ha sido elegida como el Destino Turístico Accesible más votado de la Comunidad Valenciana en una campaña nacional), con medidas como rebajar las aceras o instalar semáforos adaptados, pero, tras una hora caminando por el casco antiguo con Saval, descubrimos que aún queda mucho por hacer.

Nuestra ruta parte de la calle Alameda y pronto nos topamos con el primer obstáculo, las terrazas que prácticamente ocupan toda la calle. Mesas y sillas que, además, cambian frecuentemente su disposición. Según explica Quico, aunque cuenta con la ayuda de su bastón y de referencias como las paredes, una misma calle puede cambiar, simplemente dependiendo de la hora a la que intentes cruzarla.

Una vez superadas terrazas y turistas, nos dirigimos hacia la Playa de Levante, vía Martínez Alejos. Nuestro plan inicial era marchar en dirección al ayuntamiento, pero varias obras hacen imposible acceder a la plaza sin tener que callejear. De camino a la playa, nos topamos con uno de los mayores problemas a los que se enfrentan cada día las personas con diversidad funcional, la falta de educación y de civismo ciudadano. Saval relata cómo hay gente que «no se fija cuando andan por la calle» y obstaculizan a otros caminantes. El joven invidente admite que todavía hay quien no sabe cómo desenvolverse en estas situaciones y quien se sorprende de que un ciego pueda hacer algo tan simple como abrir una cerradura: «Hasta que no tienes un problema o una dificultad, no eres consciente de tu nueva realidad. Es importante hacer ver que, si realmente necesitas ayuda, la persona necesitada te dirá cómo acercarte correctamente a ella».

Llegados a la playa de Levante, los sentidos auditivos de Quico se agudizan para identificar de manera clara un sonido, el de las olas del mar. Y es que, elementos como el número de bancos o papeleras o referencias como el sonido del agua o de los coches, resultan fundamentales para que un invidente pueda llegar a su destino sin incidentes. Estas técnicas son practicadas junto con personas especializadas en organismos como la ONCE; entidades que también inciden en la importancia de implicar al entorno de la persona con discapacidad visual: «Lo importante es tener una referencia y saber en qué dirección quieres ir. También hay que asumir que no siempre puedes ir en línea recta, por lo que debemos jugar con varios puntos y elementos como las texturas del suelo».

Superando barreras

Tras un bonito paseo junto a la playa, nuestra ruta con Quico finaliza en el edificio del Torrejó. Tras varios minutos caminando y sorteando obstáculos como palmeras o las pizarras de algunas terrazas, ayudado solo de su bastón y de alguna pequeña indicación, todavía tiene tiempo para recalcar su optimismo. Saval insiste en que, tener algún tipo de carencia no implica dejar de hacer cosas, ya que «solo hay que buscar la manera de hacerlas». A falta de más semáforos y de más pasos de peatones adaptados, agradece al Ayuntamiento que apueste por rutas que sirvan para que todos puedan conocer su ciudad, sin ataduras. La mejora de la señalización y la escena urbana, claro está, son asuntos que dependen en última instancia de instituciones y ayuntamientos. Tras compartir una tarde con él, la lección que nos deja este vecino de Benidorm, amante de las nuevas tecnologías, es que todos, como ciudadanos, podemos hacer algo para eliminar prejuicios y mirar, a las ciudades y a las personas, con otros ojos. Quizás sea cierto, como decía la novela «El principito», que «solo se ve bien con el corazón, mientras que lo esencial es invisible a los ojos».

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