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Necrológica

El político elegante

El político elegante

Intento buscar entre mis recuerdos pero no logro encontrar ninguna imagen en la que Miguel Barceló esté con corbata. Y, sin embargo, era el símbolo de la elegancia. El foulard siempre anudado al cuello y el pañuelo sobresaliendo del bolsillo superior de la chaqueta. Lo que en otro político hubiera sido signo de pretenciosidad, en Miguel Barceló era una segunda piel que se adaptaba a él con una naturalidad tal que nunca parecía fuera de lugar ni de tiempo.

Desde ese personaje que él mismo construyó movió durante años los hilos de la derecha en Benidorm y fuera de allí: en Alicante, en València, en Madrid. No como factótum, pero sí como alguien cuya voz había necesariamente de tenerse en cuenta, lo mismo en las filas de UCD, como en el Partido Demócrata Liberal, en Alianza Popular o finalmente en el PP. Era tozudo, correoso, duro en las batallas, pero sabía escuchar y dialogar, algo de lo que hoy tantos políticos carecen.

Fue capaz de tejer alianzas con rivales de todo signo, aunque la que finalmente daría al PP el poder en Benidorm y catapultaría a un miembro de su familia a las más altas magistraturas de la Comunidad y el Estado la vivió personalmente como una derrota. Él no pudo ser alcalde de su pueblo mientras que su más mortal enemigo, Vicente Pérez Devesa, sí lo fue con el paso del tiempo gracias a aquella paz forzada por Eduardo Zaplana. A partir de ese día, con el salto primero de Zaplana a la Alcaldía, de la Alcaldía (que cedió a Pérez Devesa, como estaba pactado) a la presidencia de la Generalitat y de ésta al Consejo de Ministros, Miguel Barceló comprobó otra cosa: que en política, al contrario que en matemáticas, el orden de los factores sí altera el producto. Así que Zaplana dejó de ser el yerno de Barceló al mismo tiempo que Barceló se convertía en el suegro de Zaplana. Lo que parece igual, pero no es lo mismo.

Con todo y con eso, Miguel Barceló siempre fue autónomo. Ni en lo más alto de su poder Zaplana logró que se plegara. El senador jamás dejó de actuar según su propio criterio y sin miedo a las consecuencias. Tanto fue así, que cuando Zaplana se empeñó en sacarlo de la Cámara Alta y del Madrid villa y corte del que tanto disfrutaba para hacerlo síndico de agravios la jugada le duró sólo hasta las siguientes elecciones, en las que su suegro movió Roma con Santiago para volver a la lista y recuperar su escaño, y lo consiguió. Y que cuando Camps y Zaplana se declararon enemigos a muerte, Barceló se puso del lado de Camps hasta que la situación se hizo insostenible y las aguas volvieron a su cauce. Pero mientras no lo hicieron, aquello fue una guerra civil de la que don Miguel supo sacar provecho: pocos casos hay en los que un nieto hereda el escaño del abuelo, pero Agustín Almodóvar Barceló ocupó en 2008, con todos los parabienes del PP de Valencia y de Madrid, el sillón que durante veinte años y hasta ese momento había sido propiedad de Miguel Barceló en el Senado. El abuelo se retiró y el suplente era el nieto, que desde entonces y hasta hoy, elección tras elección, ha ido renovando la plaza.

Habíamos quedado a comer este jueves. Porque con 94 años que parecían como poco veinte menos, Miguel Barceló seguía manteniendo la misma curiosidad por todo, las mismas ansias de informarse y opinar y las mismas ganas de exprimir la vida que siempre le caracterizaron. Decidió irse antes y lo hizo este lunes de forma discreta. Con la misma elegancia que siempre supo lucir.

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