Mucho antes de que Benidorm se convirtiera en la capital turística que es en la actualidad, los vecinos del pueblo marinero que fue en el pasado ya demostraron sus dotes a la hora de acoger gente bajo cualquier circunstancia. Así lo pone de manifiesto el profesor Francisco Amillo en su libro «La Segunda República y la Guerra Civil en Benidorm (1931-1939)», en el que se relata por primera vez cómo se vivieron en la ciudad los años más convulsos del pasado siglo. Una localidad que pese a formar parte de la zona republicana durante la contienda -desatada en 1936- dio cobijo a desplazados de cualquier ideología, como apunta Amillo en su obra, que fue presentada la pasada semana en el Ayuntamiento y que narra desde los primeros pasos de la ciudad en el campo turístico durante los años de la Segunda República a los sinsabores del conflicto que rompió al país hace menos de cien años.

Uno de los datos que más sobresalen del valioso relato que ha recopilado Amillo en su libro es la gran capacidad de acogida que demostró Benidorm durante los difíciles años de la Guerra Civil. Así, el profesor destaca en su obra que mientras otras localidades de la provincia, como Alicante, sí daban caza a aquellos que pensaban diferente en la ciudad turística se respetó a todas las personas, fueran de la ideología que fueran. «Muchos falangistas significados en sus poblaciones se refugiaron en Benidorm durante la contienda porque corría el rumor de que aquí el gobierno local no les buscaba», explica Francisco Amillo.

Tanto es así que Benidorm llegó a dar cobijo a más de 1.300 personas, como apunta el profesor Amillo en su obra, basada en los datos que ha ido recopilando durante los últimos años. Así, muchos de los niños que fueron evacuados de Madrid a causa de los bombardeos llegaron a la zona de Levante y, por ende, a la ciudad turística.

Pero, además, el propio gobierno local de la época obligó a muchos de los propietarios de viviendas de segunda residencia -que ya había en la ciudad- a cederlas para los refugiados de guerra, como apunta Francisco Amillo en su libro, donde también se destaca que en aquellos años la población de Benidorm rondaba los 3.000 habitantes por lo que la poca comida que había se repartió todavía entre más personas a través de las cartillas de racionamiento.

Casi a salvo de bombas

Cabe destacar que Benidorm tan sólo sufrió tres ataques aéreos durante la contienda. Dos de ellos tuvieron lugar en agosto de 1938 y no causaron víctimas mortales. En cambio, el último de los bombardeos que tuvo lugar durante el final de la contienda y que, según se cree, buscaba acabar con la vida de aquellos que huían por mar tras la victoria del bando nacional, se saldó con la pérdida de dos personas, una vecina de Benidorm de más de 80 años y una niña del pueblo de siete años de edad.