Suciedad en los rincones, paredes que se caen a trozos, cristales opacos y comercios cerrados. Esta es la primera imagen que muchos de los turistas que llegan a Benidorm cada día se encuentran en una de las puertas de entrada al municipio: la Estación de Autobuses.

La instalación nació como un complejo moderno que pretendía unir el servicio de viajeros con el ocio y la restauración. Pero, más de 10 años después de su puesta en marcha, la realidad dista mucho de esta imagen que sí ofrecen otras ciudades turísticas en sus centrales de autobuses.

El acceso a pie a la instalación se hace directamente a la planta donde están ubicados algunos locales. Eso sí, casi todos cerrados. Sólo sobreviven una conocida tienda de ropa y alguna pequeña cafetería además de un gimnasio. En otra parte, el hotel también mantiene sus puertas abiertas.

Para acceder a la zona de autobuses hay que bajar un par de plantas. En medio, otro piso en el que hay abierto un supermercado y desde donde se accede al aparcamiento. Poco más en uso.

Recorrer estas instalaciones pensadas para el ocio y la restauración es sentir el abandono en cada rincón. En las escaleras se acumula la suciedad y la basura como restos de envases o colillas, los cristales no se han limpiado en mucho tiempo y apenas hay papeleras.

Algunas de las paredes presentan manchas de óxido que se ven desde lejos, paneles del techo rotos, cables sueltos y cristaleras con golpes que no han sido arreglados y que pueden romperse en cualquier momento.

«La verdad es que no es nada agradable llegar y ver cómo está todo», afirma uno de los turistas que subía por las escaleras con su maleta para ir a la parada de autobús urbano. Otro grupo de jóvenes se acercaba a la tienda de ropa de la primera planta y miraba a su alrededor. «Hemos llegado antes y veníamos a hacer tiempo, pero ni tiendas ni nada», indicaron.

Abajo del todo se encuentra la Estación de Autobuses en sí. Un espacio abierto con los andenes, una cafetería y una pequeña zona de espera. Todo ellos también en el mismo estado que el resto de las instalaciones.

Sin escaleras mecánicas

Llegar a cualquier planta es tarea difícil depende del día. A veces las escaleras mecánicas fallan y otras lo hacen los ascensores por lo que los viajeros se ven obligados a cargar con sus maletas.

Las críticas son las mismas en esta planta: el abandono que sufre esta central de autobuses siendo el lugar donde llegan miles de turistas, hasta un millón al año, desde, por ejemplo, el aeropuerto de Alicante. El estado no es lo único que preocupa a los viajeros. La poca seguridad que hay por la noche inquieta a muchos de ellos. Y en cuestiones sanitarias, los baños en varias plantas son auténticos campos de batalla con váteres rotos, suciedad y restos de basura de todo tipo acumulada.

En definitiva, una estación de autobuses que está completamente abandonada y falta de mantenimiento. Se puso en marcha en 2007 y la concesión está en manos del empresario Enrique Ortiz, actualmente en conflicto con el Ayuntamiento de Benidorm ya que una sentencia del Tribunal Supremo anuló en 2012 la adjudicación. Entre ambos existen ahora discordancias sobre la forma de resolver el contrato para poder sacar de nuevo a concurso la instalación. Mientras, los turistas que llegan a Benidorm en plena temporada alta son los que sufren el abandono del espacio.