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Qué Benidorm quiere ser Benidorm

El turismo de borrachera sigue siendo un problema para la ciudad pese a los esfuerzos promocionales por atraer a otro tipo de visitantes

Dos vecinos cruzan el paseo de Levante a plena luz del dia atestado de turistas en plena juerga. david revenga

Piense en Benidorm y trate de imaginar la ciudad sin turistas británicos. Es casi imposible. Tan difícil como recrearla sin playa, sol o rascacielos. Los «guiris» son un elemento más de la capital de la Costa Blanca, tanto que tienen hasta su propia zona y, para muchos de ellos, el principal atractivo de la ciudad turística es la fiesta y el alcohol «low cost». Sí, es así. Guste más o menos el turismo de borrachera existe en Benidorm desde hace tiempo pero, con el incremento de visitantes procedentes de Reino Unido, ha vuelto a saltar a la palestra. Y muchos vuelven a hacerse la pregunta del millón. ¿Cuál es el modelo turístico que fomenta Benidorm?

Los esfuerzos por promocionar la ciudad turística más importante de la Comunidad Valenciana en otros mercados alternativos al británico, que con tanto ahínco realizan desde la Fundación de Turismo VisitBenidorm y también desde la Agencia Valenciana de Turismo, no terminan de dar del todo sus frutos. El mercado que manda en la capital de la Costa Blanca sigue siendo el inglés, incluso por encima ya de los visitantes nacionales, eso sí, fuera de temporada.

Algo que, de entrada, se trata de un dato positivo. Los británicos son los que tiran del carro en la ciudad de los rascacielos y mantienen los buenos niveles de ocupación que han registrado los complejos hoteleros durante los últimos tiempos y que ha permitido aumentar la rentabilidad del negocio tras varios años lastrado por la crisis económica.

Sin embargo, al final, el auge del mercado inglés es, en cierta forma, un arma de doble filo para el sector y también para los propios vecinos de una ciudad que bebe del turismo aunque el trago sea amargo.

A más británicos en la ciudad más bares, restaurantes y pubs para ellos. Y si, hasta hace unos años, gran parte de los ingleses que venían de vacaciones a la capital de la Costa Blanca se limitaban a disfrutar sólo de la bautizada como «zona guiri», ahora cada vez un mayor porcentaje se anima a salir de su hábitat para conocer el otro Benidorm. Y los vecinos del «poble» también están empezando a descubrir lo que es una buena juerga británica.

Un desmadre que durante mucho tiempo quedó limitado a la «zona guiri», con locales y fiestas donde nada era imposible y que, por cierto, resultaban muy rentables para los dueños de los mismos. Una división imaginaria segregaba las calles Lepanto, Mallorca o Ibiza del resto de la ciudad. Lo que pasaba en la zona inglesa del Rincón, allí quedaba, y si había que sacar pecho de la ciudad mejor mirar para otro lado. Esa era, en resumidas cuentas, la línea a seguir.

Pero la línea se ha torcido y con el paso del tiempo, la frontera se ha ido difuminando y los problemas asociados a la oferta de ocio nocturno promovida durante décadas en la «zona guiri» han calado también en otros puntos de la ciudad de lo más turísticos, como la primera línea del paseo de Levante. Pueden comprobarlo. Pasen un sábado por la tarde por la avenida Alcoy o la avenida Madrid. Verán la Isla de Benidorm al fondo del mar, verán el «skyline» y, sobre todo, verán a muchos británicos entregados en cuerpo y alma a la fiesta.

La imagen resulta desoladora para una ciudad que vive precisamente de eso, de la imagen. Muchas voces del empresariado local así como del mundo político abogan por recuperar al turismo familiar o por atraer a ese visitante con poder adquisitivo y caché. El ansiado turista de calidad. La duda es si esas aspiraciones podrán materializarse mientras, en la práctica, se sigue dando vía libre a ese viajero que no gusta pero con el que la ciudad sigue haciendo caja para disgusto de los vecinos que deben soportar el ruido, la suciedad y estampas de todo tipo a las puertas de sus viviendas. Unas postales que, no se olviden, también se llevan los visitantes procedentes de otros mercados por los que tanto pelea la Fundación VisitBenidorm.

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