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La noche de Benidorm pierde La Sal

La presión urbanística aboca al cierre a uno de los locales de copas más emblemáticos de la ciudad

La noche de Benidorm pierde La Sal

Las noches de los fines de semana en Benidorm serán ahora un poco más sosas. Les faltará un condimento que, en los últimos 25 años, ha visto crecer a decenas de generaciones de benidormenses, pero también de turistas y de vecinos de otros puntos de la provincia: La Sal. El mítico bar de copas, enclavado en pleno casco antiguo de la ciudad, bajó la madrugada del domingo por última vez la persiana, tras varios años intentando resistir a la presión urbanística y al cambio de los horario del ocio, en los que el «tardeo» ha acabado por poner la puntilla a muchos locales que no maduraron al mismo ritmo que su clientela. Ahora, la casa donde miles de personas se entregaron a los brazos de Baco y la colindante serán derruidas para construir un bloque de apartamentos.

La historia de este establecimiento arrancó en 1991, cuando Albert y Cecilia, con amplia experiencia en otros sectores empresariales, se lanzaron a la aventura de la noche en un pequeño local en el Carreró dels Gats. «Habían cumplido ya los 45 y en su vida se habían dedicado a servir copas, así que cuando nos lo dijeron nos pareció una locura», explica María Franco, su hija y en los últimos años alma máter del negocio. Suplieron esa falta de experiencia con «el cariño con el que siempre tratamos a los clientes, que después de tanto tiempo son como parte de la familia», agrega. Y, también, haciendo de ella una extensión de su propio hogar. No en vano, en La Sal comenzó poniendo música su hijo, Camilo Franco, ahora uno de los Dj nacionales más afamados y con sesión propia en la discoteca Space Ibiza; y también han crecido detrás de la barra los dos hijos mayores de María, Adrián y Alex.

Cinco años después de su «estreno», el auge del local forzó una expansión similar a la que se agolpaba cada viernes y sábado a las puertas del negocio en busca de diversión. Y así llegó el traslado hasta la Costera del Barco, a un local mucho más amplio y con más posibilidades para crecer, hasta el punto de que muchas noches no cabía en la sala ni un alfiler. «Hemos llegado a tener a 21 empleados y no dábamos abasto, con casi 400 personas que entraban, salían, tomaban copas, pero siempre con un ambiente genial, que creo que es lo que ha hecho que la gente haya seguido viniendo durante 25 años a La Sal», recuerda María mientras recoge el local.

También, su apuesta por no parar de reinventarse. Pero llegó el cierre. «Hay un proyecto para construir desde hace tiempo. La casa se vendió y, aunque nosotros teníamos en el alquiler una cláusula que aseguraba la continuidad del bar pasara lo que pasara y podíamos haber peleado, decidimos que ya estaba bien», explica la empresaria. Ahora, su sueño es «poder dormir todas las noches» con su hija pequeña, de 7 años. «Y quién sabe si abrir otro local, con otro enfoque, para seguir reuniendo a los de siempre». Así sea.

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