Puede que fuera el día más bonito de sus vidas y que a fecha de hoy, más de 37 años después, todavía permanezca grabado en sus retinas el momento en el que intercambiaron sus anillos como un símbolo de amor eterno. En el peor de los casos, también cabe la posibilidad de que el devenir del tiempo desgastara aquel matrimonio y pusiera fin a la feliz pareja que se dio el «sí quiero» un 17 de febrero de 1979. Y que entonces, el día en que se rompió todo, su propietario decidiera enterrar en el fondo del mar el anillo que ella le había regalado y, con él, dejar atrás cualquier otro resquicio que le recordara a ella.

Éste es el misterio que rodea la historia que tiene como protagonista a Jessy, una instructora de buceo de Benidorm, y a la alianza matrimonial que a mediados del mes de agosto encontró en el fondo marino de la isla de esta ciudad mientras guiaba el bautizo de mar de una de sus alumnas. Y, colateralmente, también a los novios que utilizaron este anillo para sellar su unión hace casi cuatro décadas, cuya identidad se desconoce por completo.

Todo empezó creyendo que se trataba de la arandela de una lata de refresco. «Soy bastante basurillas y, cuando estoy buceando, voy recogiendo todo lo que me encuentro. Me molesta mucho todo lo que contamina y que la gente ensucie el mar», así relata Jessy el momento en el que descubrió lo que, para ella, es «todo un tesoro». «Cuando lo cogí, se rompió parte del sedimento que tenía pegado y empezó a brillar. Y entonces me dí cuenta de lo que realmente era».

Por la experiencia que ha adquirido a lo largo de los casi quince años que lleva sumergiéndose en el mar, calcula que el anillo debió perderse hace cerca de una década. «Y se le debió caer a alguien que estaba nadando por esa zona, porque al tener tan poco peso, es casi imposible que se perdiera en la orilla y fuera arrastrado hasta la isla», a cerca de dos millas náuticas de distancia del puerto de Benidorm.

Su siguiente paso nada más llegar a tierra fue lanzarse a encontrar a su dueño. Y, al no saber a quién recurrir, decidió compartirlo en las redes sociales. La publicación colgada por Jessy en su perfil de Facebook a primeros de esta semana ha sido compartida por cerca de 70.000 personas. Todas con un mismo objetivo: descubrir quién se esconde detrás de esta historia y, como explica esta mujer, «poder devolver a esa persona la felicidad y la ilusión con la que uno entrega a su pareja una alianza».

Características de la joya

Por su tamaño y por la inscripción que contiene, el anillo rescatado del fondo del mar debió pertenecer a un hombre. Es de oro. Además, junto a la fecha del enlace, lleva también inscrito el nombre de una mujer. O, más bien, un apodo. Jessy no quiere dar pistas sobre este último, para evitar la pillería de muchos a los que ha llegado la búsqueda. «No te puedes imaginar la de gente que ha contactado conmigo por privado diciéndome: "es mío, es mío". Cientos. No pensaba que hubiera personas así».

Su empeño por encontrar al dueño tiene mucho que ver con una historia personal. Según relata, en su familia hubo hace años la pérdida de una alianza. «Y sé el dolor que produce, porque es algo de mucho valor sentimental». Además, reconoce ser una romántica: «Llevo catorce años con mi pareja, diez de casados y sigo súper enamorada. Él fue mi instructor de buceo -con el que ahora regenta la escuela Nisos Benidorm-, de modo que es como cerrar un círculo. A mí me sabría fatal perder nuestro anillo y, si me pasara, me encantaría que alguien intentara devolvérmelo».

Es consciente de que también cabe la posibilidad de que no fuera una pérdida, sino que se deshicieran de él por una ruptura. «O que esa persona haya fallecido y puedan recuperarlo sus hijos. O que fueran los hijos quienes lo lanzaran al mar. Pero el día a día es tan amargo que para qué quedarse con eso. Yo prefiero pensar en rosa». Sin embargo, en el caso de encontrar a alguien que corroborara alguna de estas hipótesis, se compromete a devolver la alianza al fondo del mar, para que permanezca donde sus dueños quisieron que estuviera.