La mercantil Olga Urbana se constituyó en el año 2004 con el sueño del constructor José Ignacio de la Serna de levantar el rascacielos más emblemático de Benidorm, dos edificios de unos 200 metros de altura en forma de uno y enfrentados entre sí, con un diamante central para coronar una obra de las mayores obras de ingeniería proyectadas hasta la fecha. Además de tocar el cielo de Benidorm, estaba también llamado a convertirse en el edificio residencial más alto de Europa. La promotora, formada inicialmente por tres socios José Ignacio de la Serna, Isidro Boronat y Juan Fuster obtuvo en 2005 un crédito de 93 millones de euros de la extinta Caixa Galicia, a pesar de contar con un capital social de apenas 3.100 euros.

La construcción del edificio se inició y se topó de lleno con el estallido de la burbuja inmobiliaria. Retrasos en la obra y problemas en la comercialización de los 269 apartamentos, de lujo y con un precio de salida de entre 450.000 y 275.000 euros, hicieron el resto. De hecho, a fecha de hoy, la mercantil tiene cerca de 200 viviendas aún por vender, lo que prácticamente le impide poder hacer frente al préstamo, ahora intervenido por el «banco malo», que ha impuesto a un supervisor para controlar las obras. A todo ello se une, además, una reclamación de un millón de euros de la empresa que en su día levantó la estructura o el abandono del proyecto de la dirección facultativa de la obra.