La Policía Local interpuso cerca de 600 denuncias en los meses de junio y julio en relación a la venta ambulante que se genera en las playas de Benidorm. Lo que vendrían a ser unas diez denuncias diarias. Además de las multas correspondientes, los agentes confiscaron los artículos objeto de la venta ilegal. De ellos, los refrescos sin alcohol se donan al centro ocupacional Doble Amor, mientras que la ropa y las bebidas alcohólicas terminan destruyéndose cuando se acumulan grandes cantidades en sede judicial.

Gracias a las 591 intervenciones de la Policía Local de Benidorm, se calcula que el material incautado puede ascender a 5.000 kg aproximadamente, según fuentes del Ayuntamiento. La multa a la que se enfrentan los vendedores ambulantes es de 300 euros, aunque, según estas mismas fuentes, finalmente los denunciados se declaran insolventes y sin domicilio fijo, por lo que en pocas ocasiones esta sanción termina pagándose.

Este año es la primera vez que los agentes de la Policía Local de la ciudad se ocupan en solitario de combatir la venta ilegal en las playas. Unos 30 agentes velan por la seguridad de la zona en la campaña estival, aunque en la temporada alta se refuerzan con cuatro policías más. El verano pasado se ocupaban de ello 21 guardas de playa contratados por el Ayuntamiento durante cuatro meses. Los guardas avisaban de la venta a la policía, pero cuando llegaban, los vendedores ya habían huído.

Además de la venta ilegal, se levantaron 13 actas por el consumo de alcohol en la playa y el paseo marítimo. Así como seis denuncias por consumo de drogas.

Todo tipo de productos

En las playas de Benidorm los bañistas se pueden encontrar diferentes ofertas. Desde los refrescos más internacionales como la cerveza y la Coca Cola por tres y dos euros respectivamente, hasta las más nacionales como la sangría, por cuatro euros el vaso. También venden pareos por 10 euros y los turistas se pueden relajar con un masaje a la orilla del mar. En Poniente, además, pueden comprar mojitos y fruta para todos los gustos.

Los precios se asemejan a los de los bares ubicados a dos pasos de la playa, pero los vendedores ambulantes gozan de más ventajas: no pasan exámenes sanitarios ni controles fiscales.